_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

A peor

La realidad no ha hecho sino confirmar los peores presagios que se realizaron cuando se supo que el TSJ exoneraba a Francisco Camps del presunto delito de cohecho pasivo impropio por dos votos a uno a primeros del mes de agosto. Optimistas hubo que tras conocer el auto exculpatorio pensaron que, ahora sí, el presidente de la Generalitat iba a remodelar a fondo su gobierno para hacer frente a la crisis económica que golpea a la Comunidad Valenciana con más fuerza que en ninguna otra autonomía. Ingenuos. Ningún dirigente político con viento a favor toca su equipo, a sabiendas de que cualquier modificación genera una onda expansiva de consecuencias imprevisibles. El que estiga bé, que no es moga, se dice en valenciano. No iba a hacerlo quien ha hecho de la inmovilidad un arte. Por eso la broma que ha supuesto la reciente remodelación del Consell ni siquiera tiene el aroma lampedusiano de cambiar algo para que todo siga igual. Los ajustes del Consell sólo responden al interés personal del presidente de premiar a sus cirineos particulares en el vía crucis del Gürtel y castigar a los tibios, amén de cubrir la vacante por fallecimiento de José Ramón García Antón, uno de los escasos miembros de su gobierno que, si no brillante, era de una eficacia contrastada.

Su problema es que en la Comunidad Valenciana, donde gobierna, la calidad de la democracia es pésima

En el reino de Camps I El Mudo sorprendió que el presidente, sin que nadie le preguntara, asegurara que no pensaba convocar elecciones anticipadas. A quién se dirigía Camps. No, desde luego, a los ciudadanos, huérfanos de toda información y que difícilmente habrían llegado a entender una decisión política que sólo se explicaría desde la concepción miserable de la política de alguien dispuesto a utilizar todos los recursos del poder ante una situación judicial que aún no ha llegado a su estación término, o desde un uso partidista de las instituciones para deteriorar a Rodríguez Zapatero. Pero, dicho sea en honor a Camps, éste frenó la iniciativa surgida desde el interior del PP valenciano. Una convocatoria electoral, en plena crisis económica y sin ninguna razón objetiva que la justificase, hubiera sido una frivolidad irresponsable que habría colocado al presidente más cerca de personajes como Hugo Chávez que de los hábitos democráticos europeos.

La prudencia presidencial no suele ser muy duradera. Desatado se presentó el viernes en la plaza de toros de Valencia, donde gritó más que proclamó: "Yo quiero democracia, libertad, justicia, trabajo y sueños". Y quién no. El problema, su problema, es que en la Comunidad Valenciana, donde gobierna, la calidad de la democracia es pésima. Sólo hay que ver la banalización y el uso autoritario que de las instituciones hacen él mismo y su partido. Las Cortes Valencianas son el paradigma del deterioro democrático existente. Reclama libertad. Lo tiene fácil: Basta con que ordene al nuevo director general de RTVV que abra Canal 9 a la oposición para que se exprese en igualdad de condiciones a las de su partido o que trate a los medios de comunicación privados de acuerdo a razones objetivas y no en función de su proximidad al poder. Camps, en esto de los medios, está muy cerca de Berlusconi: Utiliza los suyos -que pagamos entre todos- y los que tiene coaptados para tapar la boca a sus adversarios. Pide justicia. No estaría de más que la presunción de inocencia que ha venido reclamando para sí y los suyos la exigiera para los otros. Y trabajo, para los parados se entiende. Y qué hace su gobierno para llevar adelante políticas activas de empleo, aparte de presentar una y otra vez planes que no son más que humo. Convertido su gobierno en una macroconcejalía de ferias y fiestas, no hay tiempo ni dinero para invertir en economía productiva. Toda su filosofía consiste en apostar de nuevo por el ladrillo y cargarle a Zapatero el muerto de los parados valencianos. Una política que da votos, pero no resuelve los problemas. No estaría de más que iniciara un diálogo social de verdad con empresarios, sindicatos y la oposición para ayudar a salir de la crisis,

El presidente tiene sueños. De hecho, vive en un sueño permanente. Desde que Ricardo Costa y Rafael Maluenda se encargan de portar la pancarta de Santo súbito!, exigiendo todos los días su canonización para que nadie ose criticar a figura tan egregia y amenazando a quienes cuestionan a este jefe, caudillo y líder que ha cambiado el curso de la historia del pueblo valenciano, Camps vive rodeado de una nube de incienso provocada por unos turiferarios que practican un culto a la personalidad propia de regímenes totalitarios. Son éstos quienes exageran hasta la náusea los méritos reales o supuestos de Francisco Camps. ¡Cómo no va a vivir entre sueños! La realidad y sus fantasías tienen pocos puntos en común.

Benidorm. Todo indica que la moción de censura en Benidorm está a punto de ser una realidad. Se entiende que los socialistas de la capital de La Marina Baixa quieran presentarla a toda costa. Aún les escuece la herida que Eduardo Zaplana les infligió allá por los 90. Y es verdad que Benidorm bien vale una misa. ¿Pero vale tanto como para provocar una crisis en la dirección federal del PSOE y debilitar a su secretario general, Jorge Alarte? Tal vez desde el punto de vista de algunos ilustres militantes de Benidorm, sí. Nunca han soportado a Alarte. Pero estas facturas deberían cobrarse de otro modo. Una moción de censura en Benidorm supone una grieta más en las frágiles relaciones entre el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, y la secretaria de Organización federal, Leire Pajín. Obligará a intervenir a Alarte, a quien apoya Blanco, que abrirá expediente a los concejales de Benidorm, incluida la madre de Pajín, y enfrentará a la dirección provincial de Alicante con la regional. No es poca cosa lo que se juega en Benidorm. Cualquier político responsable se lo pensaría dos veces antes de lanzar el carro por el pedregal, salvo que su alfa y omega esté en la capital de La Marina Baixa. Ver el mundo con una boina local no conduce a nada bueno.

En este asunto de Benidorm si algunos deberían estar callados como muertos son los del PP. Hay que tener el rostro político forrado de cemento armado para exigir al PSOE que acate el pacto antitransfuguismo en Benidorm, después de lo de Dénia, Calp o La Vila Joiosa. Alarte, eso habrá que reconocérselo, ha expulsado a los suyos donde han apoyado un tránsfuga para alcanzar la alcaldía (La Pobla de Farnals), pero en el PP los han cubierto de elogios y subvenciones. Una parte de la credibilidad del PSPV también se juega en Benidorm, aunque a algunos les dé exactamente igual.

¿Y los ciudadanos? ¿A quién demonios le importan los ciudadanos?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_