¿A coste cero?
La universidad española ha vivido malas experiencias con las denominadas reformas "a coste cero". Hace aproximadamente veinte años emprendió un proceso de renovación de las enseñanzas en el que, condicionado por las dificultades económicas que en aquel momento también se daban, se exigía que la actualización de los planes de estudio se realizase sin incremento de gasto, o sea, dicho de modo coloquial, se hiciese "a coste cero". Esta condición lastró el cambio e hizo que los resultados de meses y meses de trabajo en los campus fuesen muy pobres, cuando no malos. Aquello fue una pérdida de tiempo y una pérdida de credibilidad; o lo que es peor, una pérdida de ilusión en un impulso modernizador.
Por cada euro que se invierte en universidad e I+D la sociedad gana tres o cuatro en productividad
Mi propuesta es sencilla: todo cambio universitario que aspire a traer buenos frutos necesita de una asignación presupuestaria específica y de una organización de los recursos adecuada a sus objetivos. Si no se dan estas dos condiciones, al cabo de poco tiempo el cambio quedará en nada, y sólo habrá valido para que los espíritus inmovilistas se sientan fortalecidos.
La actual adaptación de la oferta de estudios universitarios al Espacio Europeo de Educación Superior está en marcha desde hace unos meses. Esta tarea va a ocupar a los dirigentes universitarios, a los profesores y a cuantos se sienten interesados por la universidad durante los próximos cursos. Pero ahora surge un dato nuevo que puede incidir negativamente en tales iniciativas, la crisis económica. ¿Debe limitarse el alcance de la puesta al día de los campus universitarios ante las dificultades que los problemas bancarios están ocasionando a la sociedad? Aquí nos encontramos con la ideología. Los Gobiernos autonómicos conservadores de Madrid y Valencia no han dudado en contemplar posibles recortes en la financiación de las universidades. Su razonamiento es sencillo: a la educación pública también le afecta el ajuste económico, no debe tener un tratamiento diferente al de otros gastos sociales. Se puede entender la posición de los políticos de la derecha y el entorno empresarial afín como de cortedad de miras, que se limitan a las cuentas de resultados y los beneficios a corto plazo. De mi época de rector de la Universitat Jaume I, recuerdo con desagrado cómo un conocido empresario ya fallecido defendía la primacía de la universidad privada y ante la petición de colaboración con mi universidad espetó, de modo brusco, que prefería dar un millón de pesetas a la revista Hola que a la Universitat Jaume I.
¿No hay otro camino? Sí, sin duda lo hay. El asunto bien planteado no es hasta dónde deben afectar las dificultades económicas a los campus universitarios, sino preguntarse por la eficiencia de las inversiones en docencia e investigación universitarias. Los estudiosos del tema concluyen que por cada euro que se dedica a políticas de educación superior y de investigación y desarrollo se produce un retorno a la sociedad de tres a cuatro euros en incremento de la productividad. La buena receta no consiste en el recorte feroz de las políticas sociales sino en el buen uso de los recursos públicos. Para que la sociedad salga adelante de sus dificultades económicas, hace falta estar bien preparados y que el trabajo productivo que hacen los ciudadanos sea de día en día de mayor calidad.
Coraje es la palabra. Si la universidad no quiere decepcionar es la hora del coraje. Ésta es la buena receta para salir de las dificultades: las políticas sociales no pueden quebrarse. Menos aún las que se ocupan específicamente de la educación superior y la investigación. Éstas constituyen la tierra fértil que debe abonarse para que pueda fructificar un futuro mejor. De la sensibilidad de los gobernantes con este asunto depende la capacidad de innovación de una sociedad, su desarrollo tecnológico, el grado de formación de su capital humano, la renovación de su tejido social, etcétera.
Coraje para emprender la larga caminata que queda por delante hasta encontrar el mayor tesoro que tienen a su alcance los ciudadanos, el del conocimiento y la cultura. Esto es, las universidades.
Francesc Michavila es rector honorario de la Universitat Jaume I, catedrático y director de la Cátedra Unesco de Gestión y Política Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid.
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