Precipicio
Resulta duro aceptarlo, pero a veces no hay nada más efectivo que una profunda crisis para proporcionar respuestas a las tres preguntas esenciales que angustian a los seres humanos desde el principio de los tiempos: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? A los españoles, sin ir más lejos, esta crisis nos ha sido bastante útil para averiguar con notable precisión de dónde venimos; aunque, en contrapartida (y, seguramente, como consecuencia de ello) ahora no sepamos muy bien quiénes somos, ni, lo que es aún más lamentable, hacia dónde demonios vamos.
Y el caso es que hace tan solo tres años todo era muy diferente. Los valencianos, por ejemplo, éramos líderes mundiales en casi todo, ¿recuerdan? Los que más empleo creábamos, los que más casas construíamos, los que más eventos producíamos y más fundaciones creábamos, los que más televisiones públicas acumulábamos, los que más parques temáticos y ciudades "de cualquier cosa" teníamos. La avanzadilla de la Civilización Occidental, la perla del Mediterráneo, la Florida del Sur de Europa. Una sociedad en permanente ebullición, liderada por unos políticos escandalosamente emprendedores y dinámicos, envidia de la Humanidad entera... Hasta que llegaron las malditas burbujas y nos dimos de narices con la cruda realidad. Entonces fue cuando, de verdad, supimos quiénes éramos.
Y aquí estamos ahora, convertidos, de la noche a la mañana, en simples actores de reparto de una película de serie B, con Bancaja y la CAM obligadas a pactar sendos matrimonios de conveniencia a altas horas de la madrugada, el presupuesto agotado y sobrecargados de deudas que ya nadie quiere financiar. Personajes a la deriva en medio de una especie de cuento de la lechera en versión de Bernat i Baldoví; perdidos por completo en ese océano de incompetencia e irresponsabilidad en el que se ha convertido este entrañable territorio del sureste español.
¿Y ahora, qué? Se preguntarán ustedes. ¿Cuál es la estrategia definitiva que nos tienen preparada esos líderes visionarios y carismáticos que nos pusieron en el mapa a golpe de talonario sin prever el canon de mantenimiento anual que todo ello comportaba? Efectivamente, han acertado: ninguna. O mejor dicho, la de siempre. Que la culpa es de "los otros". De los de "ahí fuera". De los que no nos dan el dinero que nos deben. De los que "no quieren" a los valencianos. De cualquiera, menos de ellos mismos.
No son estúpidos. Saben que el mensaje es efectivo. La psicología juega a su favor. A nadie le gustó nunca aceptar que tiene su parte alícuota de responsabilidad en el desastre, cuando éste comparece. Para eso tienen a Canal 9, para recordárnoslo todos los días, mientras la oposición socialista legitima su desvergüenza pública ocupando los enmohecidos sillones de su consejo de administración.
Decía Lloyd George que lo peor que puede hacerse es cruzar un precipicio en dos saltos. Evidentemente, el insigne político galés desconocía la proverbial capacidad de sus homónimos valencianos para desafiar las leyes de la lógica.
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