José Luis Olivas, presidente, y Zaplana, ministro
Francisco Camps será el candidato del PP a la Generalitat en 2003 y ocupa la secretaría general del partido
El nombramiento de Eduardo Zaplana como ministro de Trabajo y Asuntos Sociales abrió una crisis en el Consell y en el Partido Popular de la Comunidad Valenciana que el hasta ayer presidente de la Generalitat cerró en unas pocas horas. La junta directiva regional del PP acordó que José Luis Olivas, actual vicepresidente primero, sustituyera a Zaplana al frente del Consell y que Francisco Camps, delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, fuera el candidato de los populares a la Generalitat en las elecciones autonómicas de 2003. Camps, además, ocupará la secretaría general del PP en sustitución de Olivas y, presumiblemente, se incorporará al Consell como vicepresidente en el mes de septiembre tras el congreso regional del PP.
Zaplana se va, pero se queda con las riendas del partido. De hecho, anunció que se presentará a la reelección como presidente regional del PP en el congreso de septiembre, cargo que tiene más que garantizado, y controlará el proceso de confección de las candidaturas autonómicas y municipales, con especial atención a la ciudad de Alicante, donde Luís Díaz Alperi no tiene garantizada su continuidad como número uno de la lista.
Fuentes del entorno del ya ex presidente de la Generalitat aseguraron que la aceptación del cargo de ministro por parte de Zaplana respondía a su decisión de cumplir la palabra dada de no permanecer en el cargo más allá de dos legislaturas y a la convicción de que se ha cumplido el 90% del programa. Estas fuentes manifestaron que con Olivas se culminará 'la gestión de 8 años' y que Francisco Camps 'es una opción de futuro con garantía de éxito. Si los socialistas creen que lo van a tener fácil', añadieron, 'se equivocarán'.
La solución propuesta por Zaplana para abrir y cerrar rápidamente la crisis que suponía su marcha a Madrid fue aceptada por unanimidad, incluso con entusiamo, por los componentes de la junta directiva regional del PP. Pero esta aparente euforia no bastó para ocultar el hecho de que Zaplana ha tenido que conformarse con un ministerio que no satisface sus aspiraciones políticas -pretendía ocupar la cartera de Presidencia con rango de vicepresidente- ni el malestar existente entre los seguidores de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, ausente de la minicumbre que celebraron los responsables políticos del PP ayer por la mañana en el Palau de la Generalitat.
La ausencia de la alcaldesa de esta reunión incrementó el estupor de quienes, desde dentro del PP, se afanaban desde primeras horas de ayer en establecer paralelismos entre lo ocurrido en Madrid, con la designación de Ruiz Gallardón como candidato a la alcaldía de esa ciudad, y lo que podría ocurrir en la Comunidad Valenciana. Para estos sectores la sustituta natural de Zaplana debía ser Rita Barberá, en tanto que es el mayor activo político del PP después del ex presidente. El razonamiento que se hacían era de una lógica aplastante: 'Si Aznar coloca al mejor para no perder Madrid, la mejor para mantener la Generalitat es Rita'. Sin embargo, Zaplana tenía otros proyectos que en la noche-madrugada del lunes al martes explicó a Olivas, Camps y Ripoll en su despacho. La designación del primero como su sucesor, aunque sea de forma temporal, llevó a los seguidores de la alcaldesa a pensar que el presidente no sólo apostaba por la continuidad de su proyecto con una persona de su absoluta confianza, sino que, además, vetaba a la alcaldesa de Valencia quien, con mayor autonomía política, podía desarrollar un proyecto alternativo al de Zaplana con un equipo que no tuviera nada que ver con el que ha dirigido el Consell desde el año 1995.
Al malestar disimulado de este sector hay que añadir las incertidumbres, no exentas de nerviosismo, que eran patentes entre dirigentes y cargos públicos populares quienes, pese al aparente cierre inmediato de la crisis, no dudaban en señalar que la situación actual representa el inicio de las disputas internas en el PP de cara al futuro y que, previsiblemente, tendrán su materialización en los movimientos previos al congreso de septiembre y durante el desarrollo del mismo. Otros se limitaron a decir: '¡Lo que nos ha hecho Zaplana!'.
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