Así nace una nueva reina mexicana
Crónica de cómo Madison García, de 14 años, se hizo con la corona para presidir el Gran Desfile Mexicano que se celebra en de Nueva York este domingo
Al escenario del Patrón Night Club han comenzado a subir las candidatas, todas jovencísimas, simpáticas, radiantes, mirando a los otros desde la cúspide de su adolescencia. Llevan vestidos de brillos y lentejuelas rojas, plateadas y negras, zapatos de tacón alto, y sus rostros repletos de purpurina. Se muestran serenas, si están nerviosas, no lo demuestran, como sí lo están sus familiares y acompañantes a lo largo del salón, que gritan, agitan pancartas, sueltan chiflidos escandalosos y consignas. Es una tarde de domingo en El Bronx y se decidirá quién va a ocupar el puesto de reina del gran Desfile Mexicano en la ciudad de Nueva York, la chica que subirá a una carroza, agitará los brazos, sonreirá al público y será por unas horas este 15 de septiembre la estrella de todo Madison Avenue.
Desde las dos de la tarde se forma una fila de gente que no quiere perderse el espectáculo. En el amplio salón, rebosante de banderas mexicanas, mariachis y niños disfrazados de chinelos, hay una mesa donde cinco personas conforman el jurado que elegirá a la futura reina, que se paseará el 15 de septiembre en un desfile de 13 carrozas. Desde hace 30 años Patricia Vázquez, una migrante mexicana de 77 años, prepara la celebración como parte de las actividades del Día de la Independencia de México. Pero Patricia dice que, por no saber leer, por ser una analfabeta que vino desde Chila de la Sal en el Estado mexicano de Puebla, las autoridades nunca la han apoyado. “Nunca me han querido, siempre me han dejado sola, la ciudad solo me ha dado el permiso pero en ningún momento me ha apoyado”, dice. Lo que sí agradece es que le hayan permitido que sus carrozas se paseen por Madison Avenue, la misma calle en que han vivido renombradas familias neoyorquinas como los Rockefeller, los Vanderbilt y los Astor, con sus boutiques de Chanel, Hermés y Prada, sus restaurantes de alta cocina y sus más de 100 galerías de arte contemporáneo.
Las chicas han trabajado duro, le han echado ganas, han estudiado historia, economía, política, han repasado una y otra vez cómo se camina con tacones altos, cómo se habla delante de un micrófono y cómo se comporta una señorita. Fue la propia Blandy Medina, una maestra mexicana de danza folclórica, quien las entrenó cada viernes en un local en Brooklyn para que estuvieran listas en su gran día. “Fue una experiencia única y muy especial para las muchachas”, asegura Blandy. “Nos pusimos a practicar todo, a hablar en el micrófono porque ellas no tenían experiencia. Les enseñé a caminar con tacones, todo es nuevo para ellas. También vino un profesor desde México que dio clases de política e historia”.
Las candidatas, todas nacidas en Nueva York, han tenido que aprender, por ejemplo, cuántos colores tiene la bandera mexicana y qué significa el escudo en el centro; qué celebración en México es el equivalente a Halloween; quién es Claudia Sheinbaum y quién Andrés Manuel López Obrador, o qué tipo de moneda circula en la República. Algunas hablan un perfecto español, otras lo pronuncian con dificultad. Todas son estudiantes de high school, comen arroz, frijoles y tortillas, y agarran un avión durante algunos veranos para pasar tiempo con sus primos, tíos y abuelos en México.
La primera ronda de preguntas está a punto de comenzar. Un grupo de motoristas de al menos veinte hombres, todos vestidos con chaquetas de cuero negro y la insginia de Aztec Rebels, grita con fuerza, llenando el espacio de testosterona, casi aplacando las voces de los demás. Han venido a apoyar a Madison García, una chica dulce de 14 años que quiere ser cirujana cardiotorácica y que está acompañada de su mamá, una migrante mexicana, empleada de la empresa Amazon, y de su papá, quien llegó a Estados Unidos de ilegal con 18 años y es uno de los miembros del club de motoristas que sale por la ciudad de Nueva York a repartir ayuda a los enfermos.
—Aquí en Nueva York hice una vida, tuve a mis hijos, la primera fue Madison, dice Sergio García, mientras mira con orgullo a su hija, esbelta sobre el escenario.
A la izquierda de los que apoyan a Madison están los que apoyan a Citlalli Quetzalli Ortega Sánchez, una joven de 16 años amante de “las uñas, el maquillaje y las pestañas”, que quiere estudiar nutrición y cosmetología. Citlalli creció viendo cómo su abuela cultivaba la flor de Cempasúchil para sus altares de Día de Muertos, que ocupaban casi todo el espacio de su apartamento de El Bronx. En este concurso representa a la comunidad de deliveristas, los encargados de recoger y distribuir la comida de la gente que no sale de su casa en Nueva York. Por eso hay tantos repartidores de comida gritando su nombre.
—Si llego a ganar sería una oportunidad bien bonita—dijo Citlalli antes de la competición—Puedo enseñarle a las jovencitas de mi comunidad que sí se puede.
María Elena Morales, la mamá de Luz Elena, otra de las candidatas de 15 años que lo que más desea es comprarse una casa propia, ha venido con toda la familia y los amigos, que cargaron con carteles y mensajes para su candidata: “Arriba, Luz Elena Cortés. Viva México”. Son menos los que han venido a apoyar a Luz Elena, menos que el grupo de los motoristas, o que los repartidores, pero aun así su mamá confía en que sea la ganadora: “Me siento feliz de verla ahí”, dice. “Feliz de que le eche muchas ganas”.
A la cuarta de las candidatas la apoyan los vendedores ambulantes de la ciudad, un grupo de migrantes cansados de pedir a las autoridades sus licencias para vender sin miedo en las esquinas de Nueva York. La propia Valeria Salazar, de 17 años, creció en las calles trabajando junto a su madre. Ha dicho que lo que más quiere si llega a ser la reina es exigir justicia para los vendedores ambulantes. Ellos también han puesto su esperanza en Valeria. “Para nosotros es de vital importancia que llegue a ser reina una persona de nuestro equipo”, asegura Vicente Vintimilla, un comerciante desde hace 46 años. “Tenemos la certeza de que va a luchar por nuestro sector, que somos los más desprotegidos y los más vulnerables”.
En medio de la expectación, un animador anuncia que empieza la batalla, que “todas merecen la corona” pero que será una la ganadora, y lanza la primera pregunta a Citlalli: ¿Quién fue el primer presidente de los Estados Unidos? Citlalli agarra el micrófono y responde que George Washington. Desde abajo se oyen aplausos y vítores. Luego el animador se dirige a Valeria: ¿En qué año fue presidente George Washington? Al público le parece demasiado difícil la pregunta y se oye un “ohhh”, y el animador enseguida la cambia por otra: ¿Entonces cuándo fue la independencia de los Estados Unidos? Valeria no sabe, y desde el público abuchean al animador, que entonces, como para remediar la situación pero en realidad empeorándola, comienza a preguntarle a todas las chicas la pregunta que ya había contestado Citlali al inicio. Los padres protestan desde abajo hasta que comienzan las preguntas nuevamente.
¿Cuál fue el primer presidente de México? Madison alza la mano y dice que Guadalupe Victoria. Su papá y los motoristas no pueden estar más orgullosos. ¿En qué lugar se firmó la Constitución de Estados Unidos? Madison vuelve a levantar la mano y dice que en Filadelfia. La gente la aplaude. ¿Dónde residió el primer presidente de los Estados Unidos? Ahora es Citlalli quien dice que en Filadelfia y su mamá la aprueba con la mirada. En algún momento de la competencia la atmósfera se calienta, los gritos suben, los chiflidos comienzan a ser más fuertes, las familias se miran con recelo, se gritan tramposos entre ellos, y Valeria, la candidata que ha venido con los vendedores ambulantes, se retira del escenario, no ha podido con los insultos, los gritos y el ambiente casi violento que comienza a destaparse en el Patrón Night Club. Los agentes de seguridad sitúan la vista en los presentes y se pasean en caso de que sea necesario intervenir.
Una jueza interrumpe el evento: “Como jueces, si no podemos escucharlas, no podemos escoger quién va a representar a México. Esto no se trata de nosotros, sino de los mexicanos como comunidad y de ellas”. La gente asiente, están de acuerdo en que se han cruzado algunos límites. Valeria regresa al escenario y enseguida comienza otra ronda de preguntas.
¿Cuántos Estados tiene la República mexicana? Valeria responde que 32. Luego le dirigen una pregunta a Madison: ¿Cuál es el estado que produce más limones en México? Madison no conoce la respuesta y el animador contesta que es Michoacán. ¿En qué parte de la República mexicana está el Palacio Nacional? Luz Elena, casi dudando, dice que en la Ciudad de México. ¿En qué Estado de la República se baila la guelaguetza? Citlalli dice que no tiene la respuesta. ¿Cuántos años dura un presidente mexicano en el poder? Luz Elena asegura que seis. ¿En qué Estado de la República nació el mariachi? Valeria no sabe y desde el público gritan que en Jalisco. ¿En qué lugar de la República nació el estilo de banda? Madison dice que en Sinaloa. ¿Quiénes son los vecinos de México en el norte y el sur? Citlalli dice que Guatemala y los Estados Unidos. El animador le contesta que le faltó Belice, pero que su respuesta la darán por “buena”. ¿En qué año fue la independencia de México? Luz Elena dice que en 1810. ¿Qué personaje de la historia gritó “¡Viva México!? Madison no sabe pero desde el público gritan que Miguel Hidalgo. El animador asiente con la cabeza, pide que no “soplen” y dice que las chicas son “muy estudiosas, además de bonitas y guapas”.
¿Dónde dieron el grito de la Independencia? Madison dice que en Guanajuato, pero la corrigen y le informan que realmente sucedió en Dolores Hidalgo. ¿Cómo se llama el Estado que tiene la frontera más grande y transitada del mundo? A Madison se le pierde la vista, busca la cara de su papá en el público, y de momento dice que es Tijuana. ¿Cómo se llama el conquistador de México? Citlalli no sabe y aunque algunos gritan que Cristóbal Colón, el animador interrumpe y les hace saber que se trata de Hernán Cortés.
Tras casi una hora y media de preguntas, las chicas se notan agotadas, no ven la hora de que termine el concurso. Como en casi todas las competencias, un miembro del jurado dice que “todas son ganadoras”, pero que una será la elegida. El jurado insiste en que, para seleccionar a la candidata, no solo han tenido en cuenta sus conocimientos de historia y política, sino la actitud en el “stage”, la ecuanimidad con que respondían las preguntas y la manera en que sostuvieron la presión del público. Sin demorarlo demasiado, alguien anuncia que es Madison García la ganadora del concurso, la próxima reina del desfile, la chica que representará a México en Nueva York a lo largo del próximo año.
Madison comienza a llorar, su padre comienza a llorar y besa en los labios a su mamá, no pueden con tanto orgullo, tienen la convicción de que ha valido la pena todo el esfuerzo que han hecho, desde que cruzaron la frontera hasta hoy. La gente aplaude, la mamá de Citlalli agarra el micrófono en el escenario, interrumpe la emoción de los motoristas y la algarabía de los vendedores ambulantes, y dice que no es justo con su hija, a quien habían amenazado el día anterior para que procurara no ganar porque “le iba a pasar algo”. Los jóvenes fornidos del equipo de seguridad bajan del escenario a la mamá de Citlalli, quien a la vez agarra a su hija y se largan del salón junto a toda la familia y el grupo de deliveristas.
Al fin en el Patrón Night Club se siente un poco de calma. La corona de brillantes que ha estado en un mesa esperando por la ganadora ahora pertenece a Madison, quien se pone el chaleco de motorista de su padre encima de su vestido de un rojo fulgurante. “Yo definitivamente no me lo esperaba, no me lo puedo creer. Y ahora lo único que puedo pensar es que van a ir a ver a Madison en la avenida Madison”. Las luces se van apagando, los trabajadores de limpieza se encargan del desorden. Una nueva reina mexicana acaba de nacer.
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