El día de la verdad sobre la pederastia en la Iglesia española: se prevén cientos de miles de víctimas

El Defensor del Pueblo desvela hoy los resultados del primer informe oficial sobre los abusos en el clero, una iniciativa que nació a raíz del impacto de la investigación emprendida por EL PAÍS en 2018

Ángel Gabilondo, defensor del Pueblo (centro), en la primera reunión de la comisión que ha investigado los abusos en la Iglesia, en julio de 2022.Olmo Calvo

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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España tendrá hoy el primer relato oficial de...

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EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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España tendrá hoy el primer relato oficial de algo que hasta ahora oficialmente no existe, porque apenas hay datos sobre ello y ha sido un secreto oculto durante décadas: la realidad de la pederastia en la Iglesia católica, con cifras, estimaciones y una radiografía de lo ocurrido, también en cuanto a la responsabilidad de los poderes públicos. El defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, presenta a las 11.30 en el Congreso la investigación encargada por la Cámara, decidida casi por unanimidad en marzo de 2022 ―con el único voto negativo de Vox―, y que ha realizado durante 15 meses. También incluirá recomendaciones y propuestas legales para abordar el problema y atender a las víctimas. La expectación es máxima ante los primeros números oficiales de un fenómeno que la Iglesia, hasta hace dos años, reducía a “muy pocos casos”. Se espera, en cambio, una estimación de cientos de miles de víctimas, según los cálculos de este diario y todos los expertos consultados que toman como referencia las investigaciones y encuestas en los demás países católicos. Por ejemplo, en Francia, que en 2021 estimó 330.000 víctimas en el ámbito religioso, en un país donde el peso de la Iglesia ha sido mucho menor que en España durante el franquismo y en el sistema educativo.

El Defensor se ha nutrido de información y testimonios por varias vías ―entrevistas con medio millar de víctimas, la base de datos de este periódico, archivos judiciales y los registros facilitados por la propia Iglesia―, pero también ha encargado una encuesta demoscópica, que será la primera que afronta esta cuestión en España. La única existente data de 1995, realizada por un catedrático de la Universidad de Salamanca, Félix López, con una pequeña muestra y que señaló que un 4,7% de los encuestados habían sufrido abusos en ámbito religioso.

Es un paso decisivo en la búsqueda de la verdad que ha sido posible por la investigación que en 2018 inició EL PAÍS: abrió un correo electrónico al que han escrito más de mil personas, por primera vez dio voz a cientos de víctimas ocultas, comenzó a contabilizar los casos, creó la única base de datos pública existente y, en 2021, forzó un giro definitivo en la Iglesia y las instituciones para que por fin se movieran para sacar la verdad a la luz.

La cuestión irrumpió en la agenda política con un informe sobre pederastia en la Iglesia que EL PAÍS entregó en diciembre de 2021 al Papa y al presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal Juan José Omella. Contenía testimonios contra 251 sacerdotes, religiosos y laicos, casos todos inéditos hasta el momento, y obligó a la Iglesia española a afrontar una gran investigación. También, por primera vez, los partidos políticos empezaron a hablar en serio de crear una comisión de la verdad o emprender una indagación a nivel oficial, al estilo de las realizadas en otros países. La propia Iglesia, que hasta entonces negaba el problema y rechazaba hacer una investigación interna, encargó una auditoría al bufete Cremades & Calvo Sotelo en febrero de 2022. Un mes después, el Congreso encomendó al Defensor iniciar una investigación oficial. Entretanto, en dos años este diario ha presentado cuatro informes, que en total recogen 545 casos, con 704 testimonios que ocupan más de 1.300 páginas.

En una carrera tácita con el despacho de abogados por entregar el informe, Gabilondo llega primero. Y la Iglesia española, que siempre se ha negado a revelar lo que sabe, deberá responder a las conclusiones del Defensor sin tener aún lista su propia versión de los hechos y sus propias estimaciones. De hecho, las relaciones de la Conferencia Episcopal con el bufete se han tensado en el último mes, pues la fecha de entrega, prevista inicialmente para marzo, se pospuso a junio, luego a otoño y ahora se espera para fin de año. Hace dos semanas, los obispos llegaron a darle un ultimátum de 10 días, que no ha acatado.

Las víctimas aguardan con impaciencia este primer paso desde las instituciones para abordar esta lacra, y lo cierto es que ni siquiera se sabe cuántas son: el primer paso será precisamente ese, una primera estimación oficial. Hasta ahora solo existe la base de datos de este periódico, que registra en este momento 1.036 acusados y 2.206 víctimas en casos documentados. Según los expertos, es solo la punta del iceberg.

El porcentaje que se repite en todos los países católicos que han estudiado el fenómeno es que los curas y religiosos responsables de abuso de menores son entre un 4% y un 7% del clero. El 4%, en España, supondría 8.200 personas, aunque si se aplica este porcentaje solo al clero masculino se sitúa en 4.400 personas. Si se considera el 7%, el número ascendería a 14.350, que serían 7.700 solo en el clero masculino.

El Defensor del Pueblo creó dos equipos de trabajo, uno compuesto por 10 personas asalariadas a tiempo completo para atender a las víctimas y una comisión asesora formada por 17 especialistas y miembros de la oficina del Defensor, que ha elaborado el informe. La unidad de escucha a las víctimas abrió un correo electrónico y un teléfono de atención. Contó con una oficina y el equipo se ha desplazado por varias ciudades españolas.

Gabilondo tendrá que explicar por qué ha decidido presentar la investigación tras solo 15 meses. No tenía un plazo fijo. Si se compara con investigaciones similares en países como Francia o Australia, los trabajos han sido muy breves. En Australia se alargaron hasta los cinco años y se entrevistó casi a 4.500 víctimas. En Francia la comisión empleó casi tres años y en 17 meses recibió 6.500 llamadas y mensajes. Posteriormente, realizó 250 entrevistas. También encargó una encuesta, a través de una muestra representativa de 28.000 personas: estimó que 5,5 millones de niños habían sufrido abusos en Francia, de ellos 330.000 en el seno de la Iglesia católica, más de un 4% del total.

En España los únicos datos aportados por la Iglesia pertenecen al informe Para dar luz que hizo público en junio, en el que los obispos admitían 728 casos de pederastia y contabilizaban 927 víctimas. Pero son datos parciales, ya que solo hacen referencia a las denuncias que las diócesis y órdenes religiosas han recibido desde 2019 en sus oficinas de atención a víctimas, que tuvieron que abrir por orden del Papa. Sigue sin dar a conocer el número de casos que ha gestionado durante décadas en sus tribunales eclesiásticos. Del mismo modo, la CEE tampoco incluía en ese documento detalles de cada caso (nombre o iniciales del acusado, lugar y fecha) a diferencia de lo que hacen las diócesis de EE UU o, más recientemente, el obispado alemán de Aquisgrán.

La cooperación de la Iglesia con el Defensor del Pueblo ha sido escasa. Gabilondo declaró hace un año que no veía “mucho entusiasmo” en las instituciones eclesiásticas para colaborar con su investigación. En marzo de este año solicitó por carta a los obispos españoles todos los casos de abusos sexuales que conocieran desde 1950. Una semana después, la CEE le entregó seis tomos. Solo uno de ellos referente a los casos que conocía, pero sin precisar los nombres de los acusados. El resto era un compendio de los protocolos de prevención de las diócesis y órdenes religiosas.

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