Jóvenes que viven en bajos: “Son oscuros, ruidosos y con poca intimidad, pero es lo único que nos podemos permitir”
Las búsquedas de este tipo de casas, que tienen precios más asequibles, crecen entre los compradores y arrendadores de menos de 35 años
En un primer momento, Laura, de 34 años, era reticente a comprar un bajo. Sentía que su vida podía quedar muy expuesta a pie de calle. En pleno confinamiento, ella y su pareja, Héctor, de 35 años, decidieron “salir de la burbuja del alquiler”. Pagaban mil euros por una vivienda de una habitación en Madrid. “Empiezas mirando con unas expectativas y por cómo están los precios acabas bajando”, explica ella, que trabaja en el departamento de marketing de una empresa. “Áticos no llegamos a ver ninguno, quitas el filtro de medio millón de euros y desaparecen todos”, dice él, ingeniero, en ton...
En un primer momento, Laura, de 34 años, era reticente a comprar un bajo. Sentía que su vida podía quedar muy expuesta a pie de calle. En pleno confinamiento, ella y su pareja, Héctor, de 35 años, decidieron “salir de la burbuja del alquiler”. Pagaban mil euros por una vivienda de una habitación en Madrid. “Empiezas mirando con unas expectativas y por cómo están los precios acabas bajando”, explica ella, que trabaja en el departamento de marketing de una empresa. “Áticos no llegamos a ver ninguno, quitas el filtro de medio millón de euros y desaparecen todos”, dice él, ingeniero, en tono chistoso. Después de echar cuentas y ser realistas con los ahorros que tenían, compraron un bajo de 50 metros cuadrados por 175.000 euros. “Cualquiera diría que esto era una fábrica de plásticos”, lanza ella mientras enseña la estancia, de techos altos y arquitectura minimalista. Su casa, en los bajos de un edificio de 1960 destinados antes a uso comercial, es un ejemplo de una corriente que está cobrando fuerza: jóvenes que compran locales comerciales reconvertidos en viviendas o los alquilan en grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Así lo apuntan las cifras de interacciones con los anuncios y cierre de operaciones de los portales inmobiliarios, que no comparten esos datos internos pero sí confirman la tendencia.
María Matos, directora de estudios y portavoz del portal inmobiliario Fotocasa, explica que la mayoría de esos pisos son antiguos locales comerciales perfectamente reformados que se asemejan a casas de obra nueva. “Históricamente, ha habido mucha reticencia a vivir en un bajo y después del confinamiento todavía más, nuestros datos nos dicen que los jóvenes ahora buscan luz natural, otra cosa es que se vean obligados a tener que acceder a este tipo de viviendas porque los precios están disparados”, señala. Los precios de venta de esas plantas cero oscilan entre los 130.000 y los 170.000 euros.
Testigos del estallido del precio de la vivienda que se dio en 2008 y de la posterior caída, Laura y Héctor querían ser prudentes y comprar una vivienda a un “precio razonable”. “Tuvimos en cuenta qué pasaría si uno de los dos perdiese el trabajo, ¿podríamos pagar la cuota de la hipoteca? En caso de tener que malvender la casa, no perderíamos mucho. Por eso esta era la única opción viable”, explica Héctor. Una hipoteca de unos 500 euros al mes durante 30 años, con una entrada y gastos de gestión de unos 60.000 euros. Él cuenta que pudo ahorrar gracias a unos años de trabajo en Dubái. En ningún momento perdieron de vista la recomendación del Banco de España de no gastar en vivienda más del 35% de los ingresos mensuales.
Al hacer una búsqueda de casas de 50 metros cuadrados por menos de 200.000 euros en Madrid, el portal Idealista arroja un resultado de 1.612 casas, de ellas, 554 son bajos. La gran diferencia entre unas otras es que la mayoría de las plantas cero están reformadas con una estética similar: paredes blancas y lisas y muebles de tonos muy claros. “Estamos viendo mucho interés por sacar a la venta estos locales comerciales, detrás suele haber un equipo de marketing y buenas fotografías, se ve que se han dejado una cantidad importante en la reforma. Suelen tener cocina y salón en una misma estancia. Son lo que llamamos casas Ikea: buenas, bonitas y baratas... entran mejor por los ojos, son más atractivas para el comprador”, sostiene Matos.
En el primer semestre de 2021, a la hora de comprar una vivienda, un joven (entre 16 y 30 años) tenía que destinar el 51,2% de su sueldo a la cuota hipotecaria mensual, según datos del último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. A ese cálculo, debían añadirse las “duras condiciones” que exigen las entidades financieras para conceder el préstamo hipotecario, “en un claro desajuste con la posición de las personas jóvenes en el mercado laboral”, indican los autores del documento. De hecho, el pago obligatorio de la entrada inicial (el 20% del coste total de la vivienda) supondría 3,7 veces el salario medio anual de una persona de hasta 35 años.
“Nosotros no hemos querido seguir en el loop del alquiler, muchos jóvenes viven al día y pagan precios desorbitados cada mes, es cuestión de hacer números... y de tener para la entrada, claro”, explica Héctor. Si fuesen ricos se irían a vivir al campo, pero como no lo son están contentos con el bajo. “Estrenamos la obra, está todo impecable”. Para tener mayor privacidad, colocaron vinilos de color blanco en las ventanas del salón y del dormitorio, para que no les puedan ver desde la calle, al menos mientras las mantienen cerradas. Lo peor, cuentan, es el ruido. “Si pasa alguien hablando alto por la noche, se te mete el sonido en la cama y te despiertas”, dice él.
Jon Goitia, director de una empresa dedicada al cambio de uso de locales comerciales a vivienda en Madrid, fue el que transformó la antigua fábrica de plásticos en varios apartamentos. “Los jóvenes prefieren menos metros y reformados que escoger alguna planta más alta, pero con prestaciones de hace 40 años, eso es algo que está cambiando”, cuenta. En los últimos cinco años, ha ejecutado unos 75 proyectos de cambio de uso para cerca de 200 viviendas en la capital. “El precio de los locales ha bajado, luego la reforma cuesta unos mil euros por metro cuadrado. Es una operación rentable que funciona especialmente para el público joven, tanto en venta como en alquiler”. El proceso administrativo de cambio se puede extender unos ocho meses.
El alquiler, la opción mayoritaria
Un 40% de jóvenes aún vivía con sus padres en 2021. Tras la pandemia, los jóvenes que viven de alquiler han pasado de representar el 56% al 59%. El 62% de las personas de 18 a 34 años que han buscado casa pero no la han encontrado asegura que el problema está en “dar con algo acorde con su presupuesto”. Lo que más valoran a la hora de buscar casa es, en este orden, que el precio se ajuste a su presupuesto, que tenga el número de habitaciones que necesitan y que disponga de servicios cerca. Lo que menos tienen en cuenta: que tenga piscina, que en la zona haya buenos colegios o que disponga de trastero.
El mayor número de “operaciones cerradas” en bajos con jóvenes se corresponde con alquileres, según la información que las agencias inmobiliarias trasladan a Fotocasa. “Desaparecen como churros y los que más están interactuando con esos anuncios son los jóvenes, está casando la oferta con la demanda”, indica María Matos. “No es su casa soñada, pero es un espacio propio, no una habitación en casa de sus padres”, añade.
Desde el portal inmobiliario Idealista también confirman la tendencia. “La falta de vivienda asequible está empujando a algunas personas a decantarse por la compra o alquiler de viviendas en antiguos locales comerciales en desuso. Su precio, generalmente, está por debajo de las viviendas de la zona de características similares. Se trata de inmuebles que han sido reformados hace muy poco tiempo y que cuentan con acabados confortables, sobre todo en relación con el parque de viviendas más antiguo con el que cuentan gran parte de las zonas centrales de las capitales”, indica Francisco Iñareta, portavoz del portal.
Nataly Matamoros, de 23 años, firmó hace un mes en Murcia su primer contrato de alquiler en solitario. Se independizó a los 18, pero siempre ha compartido piso. Su salario supera por poco los mil euros y encontró un bajo cerca del centro por 350 euros. Su trabajo en la inmobiliaria The Simple Rent le sirvió para medir el mercado durante meses y comprobar que un apartamento similar al suyo en plantas superiores no baja de los 550 euros. “Ahora estoy sola y puedo disfrutar de mi espacio, en verano me van a dar muchas ganas de abrir las ventanas, pero prefiero tener los estores bajados y tirar del aire acondicionado... este mes he pagado 52 euros de luz, a ver si no me sube mucho más”. Su salón y su dormitorio dan a una calle, sin carretera, pero transitada. La casa, de unos 50 metros cuadrados, tiene un pequeño patio interior, su “trocito”, donde tiene la lavadora. “No es una terraza, pero es lo que hay”.
En el primer semestre de 2021, la proporción de jóvenes que residía en un “hogar independiente” se situó en el 14,9%, 2,4 puntos menos que en el mismo semestre de 2020 y el mínimo histórico desde finales de 1998, según el informe del Observatorio de Emancipación. La edad media para independizarse roza la treintena en España (29,8 años), por encima de los 26 años de media en Europa. “Más que elegirlas, son ellas las que nos eligen a nosotros. Los bajos comerciales o semisótanos reconvertidos en viviendas de alquiler son el mayor ejemplo de la precariedad que tenemos los jóvenes para acceder a la vivienda. Son casas oscuras, ruidosas y con poca intimidad, pero estas son las únicas que nos podemos permitir hoy en día cuando el precio medio del alquiler en España está en los 856 euros de media”, lamenta Juan Enrique Gallo, responsable de comunicación del Consejo de la Juventud.
“Mi casa es como el escaparate de una tienda, pero es muy divertido porque a veces pasa gente mientras estoy comiendo en la mesa pegada a la ventana e iniciamos conversaciones”. La que habla es Isabella, de 22 años y del Reino Unido. Está de Erasmus en Madrid y ha alquilado una habitación en un bajo por 530 euros. Comparte con otros tres estudiantes internacionales. “Mi habitación tiene baño y eso es lo más importante, quería una planta baja porque si hay alguna emergencia es más fácil salir y el precio está muy bien comparado con lo que pagaba en Milán”. Encontró el anuncio en un portal inmobiliario y no sabe qué precio pagan el resto de habitantes de la morada. Los bajos no siempre son un chollo.