En las cocinas de la vacuna española contra la covid
El preparado de la farmacéutica Hipra encara la fase II-B del ensayo clínico con el reclutamiento de un millar de voluntarios para constatar la seguridad y eficacia del suero como dosis de recuerdo
Cobijada en el valle del río Brugent, a la orilla de una carretera comarcal en el municipio de Amer, en Girona, se cocina discretamente una de las vacunas españolas contra la covid. Es la más avanzada en la carrera por lograr un preparado contra el virus con sello español. La vacuna de la farmacéutica catalana Hipra ya ha dado los primeros pasos en los ensayos clínicos con humanos y encara la segunda fase del estudio con el reclutamiento de un millar de voluntarios...
Cobijada en el valle del río Brugent, a la orilla de una carretera comarcal en el municipio de Amer, en Girona, se cocina discretamente una de las vacunas españolas contra la covid. Es la más avanzada en la carrera por lograr un preparado contra el virus con sello español. La vacuna de la farmacéutica catalana Hipra ya ha dado los primeros pasos en los ensayos clínicos con humanos y encara la segunda fase del estudio con el reclutamiento de un millar de voluntarios para constatar la seguridad y eficacia del medicamento como dosis de recuerdo. Las pruebas preclínicas con modelos animales y la primera fase del ensayo en humanos han arrojado “resultados muy prometedores”, asegura Laura Ferrer, senior manager de I+D (investigación y desarrollo) de salud humana de la compañía. Si los datos son favorables en esta fase y la que sigue, la vacuna podría estar en el mercado en el segundo trimestre de 2022.
La farmacéutica Hipra, especializada en inmunología animal, dio el salto a la salud humana en la primavera de 2020, cuando el coronavirus colapsaba hospitales y dejaba patas arriba a medio mundo. De las batas blancas, no de los despachos, surgió por primera vez la idea de lanzarse a la carrera por una vacuna contra la covid, explica ahora Elia Torroella, vicepresidenta de Hipra y directora de I+D y Registros de la compañía: los científicos de la casa, curtidos en la creación y fabricación de vacunas animales, tenían la experiencia, la operativa rodada y los medios a mano. Solo había que intentarlo. “El paso a la salud humana fue de forma muy gradual. Sabíamos cómo plantear una vacuna para coronavirus. De hecho, tenemos vacunas para coronavirus porque este virus también afecta a animales y es un tipo de vacunas que conocemos. Y dijimos: ¿por qué no hacemos una prueba de concepto? Ahí empezó todo”, recuerda Torroella.
Escoltado por una rueda de despachos acristalados, en el corazón de la sede de la compañía en Amer, se levanta uno de los centros de operaciones de Hipra: los laboratorios de I+D, donde se gestan las primeras ideas. Una decena de técnicos, ataviados con batas blancas, guantes y gafas de protección, manipulan máquinas y probetas, toman notas aprisa y revisan gráficas en los ordenadores. Hace poco más de un año, ahí mismo, dio sus primeros pasos esa vacuna de proteína recombinante que aspira a ser la primera contra la covid desarrollada en España. La Organización Mundial de la Salud (OMS) contabiliza más de 300 candidatos a inmunizar contra el coronavirus en investigación en el mundo: 135 en desarrollo clínico (con pruebas en humanos) y 194 en fases preclínicas. Alrededor de media docena son españoles.
“Esta vacuna se basa en una parte de la proteína S del virus, que es la que usa para entrar en las células del organismo”, explica Ferrer. Esta proteína se completa con un adyuvante ampliamente utilizado en humanos, “por ejemplo, en vacunas para la gripe de personas mayores”, interviene la especialista. “La proteína recombinante no es suficientemente inmunogénica, no despierta la atracción del sistema inmune de forma suficiente para que el organismo cree unas defensas contra este patógeno. Los adyuvantes atraen la atención del sistema inmune para que se dé cuenta de que estamos administrando algo ante lo que queremos generar una respuesta inmunológica”, expone.
La tecnología de Hipra es distinta de la empleada en las vacunas de Pfizer y Moderna (ARN mensajero), pero similar a otras, como la de Novavax, que espera la autorización de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) para su comercialización: “Lo que estamos administrando es una parte del virus y va complementada con un adyuvante que lo que hace es potenciar la respuesta inmunológica”, explica Ferrer. “Tras ser inyectada, nuestro organismo responde generando una respuesta inmunitaria, tanto de anticuerpos como de células de memoria. Si después entramos en contacto con el virus, nuestro organismo será capaz de combatirlo con estos anticuerpos y las células de memoria”, detalla.
No hay microchips ni rastro de otras teorías conspiranoicas de los antivacunas en los laboratorios de Hipra. “Todo eso saldría muy caro”, bromea la responsable de I+D de salud humana. Aunque enseguida endurece el gesto: “La vacuna es segura. Se ha confirmado en los ensayos clínicos. Se hace una valoración muy a fondo de la seguridad. Lo que hemos comprobado es que genera buena respuesta, pero también con buen perfil de seguridad”. El seguimiento a los voluntarios tras los ensayos dura cerca de un año. Torroella insiste: “A nivel de seguridad, cuando se desarrolla una vacuna, se hace de forma cuidadosa y con mucho conocimiento detrás. Se hacen unos primeros ensayos en diferentes especies a animales, se hacen ensayos forzando muchísimo las condiciones para llevar esta vacuna al límite y asegurar que en ningún caso habrá efectos no deseados. Cuando se llega a una autorización de la vacuna, tienes datos suficientes que te avalan esta seguridad. Pero, además, cuando se desarrolla la vacuna, hay métodos de control en cada lote que se produce para garantizar que cumple criterios de seguridad y eficacia”.
Ensayos en humanos
En agosto, Hipra comenzó los ensayos en humanos para comparar los efectos del fármaco con el de otras vacunas ya autorizadas. Se reclutó a un primer grupo de personas que no habían recibido ninguna inyección contra la covid ni habían pasado la enfermedad y se les administraron dos dosis con una separación entre ellas de tres semanas para validar, sobre todo, la seguridad y la tolerabilidad de la vacuna (la concentración más adecuada), así como su inmunogenicidad —la capacidad para inducir una respuesta inmune— y eficacia como objetivos secundarios, explicó entonces la Agencia Española del Medicamento (Aemps). Los primeros resultados, asegura Ferrer, han sido “muy buenos”: “Han confirmado lo que habíamos visto en la fase preclínica: es capaz de ofrecer muy buena respuesta frente a las diferentes variantes de preocupación [alpha, beta, gamma y delta, las que tienen más riesgo de transmisión, virulencia o escape vacunal, según las autoridades sanitarias] y la previsión que tenemos es que sea una vacuna con amplio espectro de protección contra la enfermedad sin ningún tipo de problema”. Los efectos adversos, señaló la Aemps, son “las reacciones esperables de cualquier vacuna”. Según Ferrer, “dolores en el punto de inoculación muy moderados”.
Con los primeros resultados en la mano, la Aemps dio luz verde, hace poco más de dos semanas, a la segunda fase del ensayo (II-B), en la que se probará la eficacia de la vacuna como dosis de recuerdo. Una decena de hospitales españoles participan en el reclutamiento de más de un millar de personas mayores de 18 años, con pauta vacunal completa con la vacuna de Pfizer y que no hayan sido infectadas por el SARS-CoV-2. Ferrer confía en los buenos resultados del ensayo y aspira a entrar en la última fase de los estudios (fase III, con un número mucho más amplio de voluntarios) en el primer trimestre de 2022.
A diferencia de las vacunas de ARN mensajero, que precisan unas condiciones de conservación complejas —a temperaturas ultrafrías, de unos 70 grados bajo cero—, el medicamento de Hipra se puede guardar en neveras convencionales, lo que facilitaría su mantenimiento y traslado, sobre todo en países de menos recursos. Por otro lado, y con la amenaza de la nueva variante ómicron sobre la mesa, que los expertos temen que sea más transmisible, virulenta o escape a las vacunas, Ferrer pone en valor “la versatilidad” de su suero: “Es perfectamente adaptable a nuevas variantes si surge la necesidad. Confiamos en que nuestra vacuna podrá proteger ante esta variante ómicron. Pero, si no hubiera una protección evidente o considerásemos que no es suficiente, nuestra plataforma está adaptada para hacer un cambio en un espacio corto de tiempo”. El presidente de la compañía, David Nogareda, dijo la semana pasada que podía adaptar su vacuna contra la nueva variante en cuatro meses.
El Hospital Clínic de Barcelona, uno de los centros que participa en el ensayo, ya ha comenzado a inyectar las dosis de recuerdo a los voluntarios. El jefe de Enfermedades Infecciosas, Álex Soriano, celebra los buenos resultados de la vacuna y apunta la necesidad de nuevos sueros para reforzar la inmunidad y combatir variantes que vayan apareciendo. “Parece que la vacunación no terminará y vamos a necesitar vacunar más. La producción volverá a ser un elemento limitante y eso ya lo hemos vivido”, apunta. Cuantos más fármacos, mejor. Y el de Hipra, asegura, “si se confirman los resultados preliminares, podría pasar a formar parte del arsenal de vacunas que hay”.
Producción en marcha
Por lo pronto, la compañía ya ha empezado a envasar las primeras dosis. Hay que empezar a producir con tiempo, apunta Torroella. En los biorreactores, una especie de cajas pintadas de colores sobre la pared del laboratorio de I+D, ya se ha hecho el escalado industrial, una fase clave para “llevar esta vacuna de volúmenes más pequeños con los que se trabajan en I+D a la planta producción”, señala la vicepresidenta de la compañía. No es lo mismo, ejemplifica, fabricar 600 mililitros que 500 litros del fármaco. “Si no haces bien el escalado, puedes perder eficacia o seguridad”, insiste.
En la planta principal de Amer, a pocos metros del laboratorio de I+D, funciona a pleno rendimiento una división de envasado y acondicionado de otros productos de salud animal que fabrica la compañía. A un lado de la nave, encerrados en una sala aislada, un par de operarios ataviados con equipos de protección individual como los que vistieron los sanitarios en pandemia supervisan el recorrido de centeneras de viales que viajan por el circuito de envasado: un gran reactor bombea el producto a unos dispensores que inyectan en cada recipiente la cantidad exacta. Cerrados y sellados, los viales viajan en grandes cajas por unos carriles hasta la zona de acondicionado, donde se guardan en un gran almacén mecanizado hasta que toque etiquetarlos y empaquetarlos. Decenas de operarios vigilan cada paso, desde el estuchado y colocación del prospecto hasta el plastificado.
La vacuna contra la covid se envasa en otra fábrica que la compañía guarda con celo. No permite el acceso. “En octubre ya hemos empezado a hacer lotes industriales para estar preparados para que, cuando nos autoricen, tengamos suficientes vacunas para administrar”, apunta Torroella. Todavía no se han empezado a acondicionar —etiquetado y empaquetado—, pero los operarios ya están haciendo un entrenamiento con viales de agua para tener todo a punto cuando arranque la fabricación masiva. La compañía ha firmado un acuerdo por 50 millones de dosis con Vietnam y mantiene contactos con otros países, confirma Torroella. Hipra prevé que será capaz de producir 600 millones de dosis en 2022 y de duplicar esta cifra de cara a 2023.