“Echo de menos a todo el planeta”: el impacto de la pandemia en los niños
Mientras las grandes capitales brasileñas debaten la vuelta a la escuela, los padres relatan las reacciones de sus hijos tras un largo confinamiento
En medio del debate de la vuelta a clases en Brasil, miles de niños sufren con el confinamiento por la pandemia y presentan síntomas hasta ahora limitados a los adultos. “Echo de menos a todo el planeta”, le dijo Laura Carvalho, de tres años, a su madre, la psicóloga y profesora Natália Harger, de 36. “Ya hemos pasado por varias fases en esta cuarentena: ha habido mucho llanto, mucho miedo, ninguno quería dormir solo, la pequeña, que ya no llevaba pañal, volvió a mo...
En medio del debate de la vuelta a clases en Brasil, miles de niños sufren con el confinamiento por la pandemia y presentan síntomas hasta ahora limitados a los adultos. “Echo de menos a todo el planeta”, le dijo Laura Carvalho, de tres años, a su madre, la psicóloga y profesora Natália Harger, de 36. “Ya hemos pasado por varias fases en esta cuarentena: ha habido mucho llanto, mucho miedo, ninguno quería dormir solo, la pequeña, que ya no llevaba pañal, volvió a mojar la cama...”, dice Natália, madre de otro niño, Thomás, de cinco años.
Después de casi medio año viviendo dentro de casa y sin poder socializar, los niños presentan una serie de síntomas psicológicos y físicos como reflejo de las privaciones, como explica el pediatra Ariel Levy. “La ansiedad es quizá la mayor queja desde el punto de vista psicológico, y se traduce en un comportamiento agresivo e irrespetuoso hacia los padres, autoflagelación, comportamiento depresivo como no querer salir de la cama, llorar fácilmente, decir que el mundo se va a acabar”, afirma. “Y también están los síntomas físicos, algunos tics como parpadear todo el tiempo, comerse las uñas, tocarse el ombligo”. El pediatra, que atiende tanto en una consulta privada en São Paulo como en un ambulatorio, dice que, tanto en la sanidad pública como en la privada, los casos relatados son similares.
Al igual que Natália, la consultora farmacéutica Paula Macedo Cerqueira, de 46 años, también observó que las privaciones afectaban a sus hijos. Madre de dos niños, de ocho y tres años, cuenta que no se imaginaba que el menor pudiera comportarse de forma tan diferente. “En el primer mes de cuarentena, estaba bien. Incluso le dije que estaba en el cielo, porque estaba en casa con su padre y su madre presentes todo el rato. No creí que quisiera nada más”, dice. “Pero entonces empezó a comportarse de forma extraña. Corría por la casa, pero no de forma lúdica, sino repetitiva, yendo y volviendo. Y también a veces se quedaba haciendo un gemido con la boca”.
El comportamiento del niño preocupó a sus padres, que buscaron ayuda profesional. Sin embargo, la madre explica que los médicos todavía no han podido diagnosticar qué tiene su hijo menor. “Todas las consultas han sido en línea, nadie lo ha visto personalmente”, dice. Sin el fin de la cuarentena en el horizonte, la familia decidió irse de viaje para tratar de cambiar su entorno, lo que ayudó a aliviar el comportamiento repetitivo, según Paula. “Pasamos unos días en el interior del Estado, y eso ayudó mucho”, dice.
Las reacciones de los niños y adolescentes a este extenso periodo de cuarentena avivan aún más el debate sobre si volver o no a las aulas en este momento. No solo los padres tienen problemas para conciliar la rutina con los niños en casa todo el día. “Me gustaría mucho que mi hijo volviera a la escuela, porque creo que le haría bien, aunque fuera una o dos veces por semana”, dice Paula. Para ella, el comportamiento diferente que presenta su hijo está directamente relacionado con la pandemia. “Ver a su abuela y no poder abrazarla, quedarse en casa durante mucho tiempo, no tener donde gastar la energía, el mal ambiente, la gente angustiada, todo esto lo siente”.
El psicólogo Ricardo Lana, que trabaja con padres y madres, dice que es importante crear estrategias para tratar de mitigar los efectos del aislamiento. “Tuve el caso de un niño de cinco años que decía que tenía miedo de morir por el coronavirus”, cuenta. “Ahora que ha pasado un largo tiempo de aislamiento, algunos padres y madres están siendo más flexibles, incluso porque necesitaban volver al trabajo. Algunas de las estrategias que adoptan son intentar mantener una vida social y hacer actividades de ocio seguras”.
Pero esta relajación del confinamiento, que puede ser una salida al parque o que vuelva la persona que cuidaba a los niños antes de la pandemia, o incluso volver a convivir con algunos niños, no está libre de riesgos ni de estrés. “Salir de casa y luego volver y tener que hacer todo ese ritual de quitarse la ropa, ducharse, también estresa al niño”, afirma Lana.
Natalia intentó tomar algunas de estas medidas para atenuar el aislamiento. La niñera que cuida a los dos niños ha vuelto a trabajar en casa y los padres intentan hablar mucho con sus hijos sobre cómo se sienten. “Bromeo que nuestra cuarentena es de primera categoría porque tenemos niñera, vivimos en una casa, tengo un patio”, dice. Pero, aun así, no ha sido fácil. “El comportamiento de los niños todavía fluctúa mucho. Hay días en los que están muy peleones, y otros en los que están más tranquilos”.
“Soltamos a los adultos y confinamos a los niños”
El encierro y las privaciones de los niños durante la cuarentena no solo han traído consecuencias psicológicas. La suspensión de clases también ha impactado en gran medida en la alimentación, según el pediatra Ariel Levy. “La escuela es una gran aliada en la alimentación de los niños, es donde a menudo hacen todas las comidas”, dice. “Pero cuando este niño, especialmente el de la escuela pública, deja la escuela, les toca a los padres darle lo que creen que es mejor o, en muchos casos, simplemente lo que tienen en casa”, explica.
La semana pasada, Unicef publicó un estudio, realizado junto con el Instituto Ibope, que muestra algunos de los impactos de la pandemia en los niños. Según el estudio, en los últimos meses en más hogares donde viven niños y adolescentes ha faltado comida en la mesa por motivos financieros.
Por otro lado, en muchos hogares donde no ha faltado comida, los problemas han sido otros. “Vemos que los niños están engordando, tanto los alumnos de las escuelas públicas como los de las privadas”, dice el pediatra. “La ansiedad, la ignorancia y el hábito de comprar alimentos más baratos son los principales problemas que veo en São Paulo, mucho más que la falta de comida en general”.
Por eso, Levy es categórico con relación al regreso de las actividades escolares presenciales. “Estoy absolutamente en contra de abrir centros comerciales y de cerrar escuelas. Es una inversión total de la prioridad de la sociedad”, dice. “Soltamos a los adultos y confinamos a los niños”. Menciona varios estudios para concluir que, quizás, abrir las escuelas no represente necesariamente un aumento del riesgo de contagio. “No quiero imponer ningún riesgo a los niños. Pero el riesgo de cerrar las escuelas parece ser mayor que el riesgo del coronavirus para los niños”.
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