“Venimos por si nos encierran”

Los barceloneses invaden Platja d'Aro ante la preocupación de que sea el último fin de semana sin confinamiento

Unos bañistas en la arena de Platja d’Aro, este domingo.©Toni Ferragut (EL PAÍS)

En las terrazas de los restaurantes de primera línea de mar de Platja d’Aro no son mayoría los rostros rubicundos tintados de rojo por la sobredosis de sol que suele castigar al turista extranjero. Este mes de julio son las pieles tostadas y el pelo en toda la gama de los castaños y morenos las que se ven más: turismo nacional, especialmente el catalán y, sobre todo, barcelonés. “Todo está alterado. Los meses de julio tradicionalmente era el turismo extranjero el que más venía y este año está muy flojo. Así que entre semana estamos tranquilos y los fines de semana es desbordante. Los que han v...

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En las terrazas de los restaurantes de primera línea de mar de Platja d’Aro no son mayoría los rostros rubicundos tintados de rojo por la sobredosis de sol que suele castigar al turista extranjero. Este mes de julio son las pieles tostadas y el pelo en toda la gama de los castaños y morenos las que se ven más: turismo nacional, especialmente el catalán y, sobre todo, barcelonés. “Todo está alterado. Los meses de julio tradicionalmente era el turismo extranjero el que más venía y este año está muy flojo. Así que entre semana estamos tranquilos y los fines de semana es desbordante. Los que han venido este fin de semana de Barcelona explican que igual es el último y que quieren aprovechar por si les vuelven a encerrar”, cuenta Bryan, el encargado del restaurante M&B, lleno hasta la bandera, como casi todos de este paseo y de la arteria principal de la localidad, Nuestra Señora del Carme.

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El carpe diem —ese aprovechar el momento como si no hubiera mañana— es el que motivó a los barceloneses Paco y Àngels a reservar esta misma semana un apartamento en Platja d’Aro: “Sí que sabíamos que aconsejaban no salir porque en Barcelona hay brotes, pero decidimos darnos un fin de semana de libertad precisamente por si nos encierran. No hemos hecho vacaciones, tenemos cuatro hijos entre los dos y es el primer respiro sin ellos desde que empezó todo. Era necesario”, dice de corrido Àngels. Su compañero añade: “Llevamos mascarilla, guardamos las distancias y no vamos en grupo”.

Otra pareja de Barcelona sale de un pequeño hotel junto a la playa. Habían reservado el fin de semana hace 10 días y decidieron ir a Platja d’Aro pese a las recomendaciones: “Que digan con claridad las cosas. Es una recomendación, no una prohibición. ¿A qué viene poner carriles adicionales de salida?”, se pregunta Laura.

Un matrimonio accede a Platja d’Aro. En vídeo, Cataluña amplia las restricciones a dos municipios de la Costra BravaVídeo: Toni Ferragut | ATLAS

La falta de congruencia en los mensajes es otro de los argumentos que alega Cristina, una barcelonesa que este fin de semana no alteró el viaje para visitar a su madre, en Castell d’Aro. Sentada con tres amigas en una terraza de Platja d’Aro explica: “Cumplimos a rajatabla el confinamiento, seguimos con todas las precauciones, ahora vamos a la playa a las nueve de la mañana para evitar a la gente. No hacemos reuniones numerosas. Encuentro que si el Govern cree que no debemos salir bajo ningún concepto lo tiene que explicar y razonar. Mientras no lo haga, se impone el sentido común y la prudencia”.

“Claro que hay un poco de miedo a contagios, pero si confinan Barcelona nos vamos a paseo”, argumentaba David, propietario del restaurante Montbarmar que recordaba el desierto de las localidades del Baix Empordà hasta que permitieron la movilidad a la población de la gran área metropolitana barcelonesa en la desescalada de la pandemia. Platja d’Aro ha sido una de las localidades costeras tradicional de vacaciones de los barceloneses, especialmente de las generaciones que compraron apartamentos y casas en la década de los ochenta.

No hay quórum cuando se pregunta si este fin de semana hay menos barceloneses que otros. Desde el viernes salieron de la capital 416.000 vehículos, un 10% menos que un fin de semana normal de verano. “Tal vez un poco menos, pero apenas se nota. Hay familias que ya se habían instalado o, por lo menos, parte de ellas. Se quedan los abuelos con los niños y los padres suben y bajan para trabajar. Otros teletrabajan”, apunta Mari Carmen Miquel, encargada de la boutique Marcfranc que también sufre la avalancha de los fines de semana y la calma de los días laborables.

A diferencia de las playas barcelonesas, no hay problemas de saturación en el amplio arenal de Platja d’Aro y las distancias se pueden guardar con holgura en un día soleado de julio.

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