Una mascarilla que grita justicia por los ‘falsos positivos’ en Colombia
Las madres de víctimas de ejecuciones extrajudiciales relanzan una imagen icónica de sus reivindicaciones. La mascarilla se ve ahora en los rostros de cientos de personas
Una mascarilla que clama justicia. En Colombia, las madres de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales a manos del Ejército decidieron llevar en sus rostros una imagen con una pregunta que simboliza su reivindicación: ¿Quién dio la orden? Es decir, quién y en qué jerarquía ordenó el asesinato de sus hijos, civiles de franjas vulnerables de la población que fueron presentados como guerrilleros en una práctica que...
Una mascarilla que clama justicia. En Colombia, las madres de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales a manos del Ejército decidieron llevar en sus rostros una imagen con una pregunta que simboliza su reivindicación: ¿Quién dio la orden? Es decir, quién y en qué jerarquía ordenó el asesinato de sus hijos, civiles de franjas vulnerables de la población que fueron presentados como guerrilleros en una práctica que es considerada uno de los peores escándalos en la historia de las fuerzas militares del país andino.
“Viendo que en este tiempo de pandemia donde todo quedó paralizado se me ocurrió que esta era la forma de expresar que ni la covid-19 nos va a callar”, dice a EL PAÍS Jaqueline Castillo, una de las madres de Soacha, como se conoce a las familiares víctimas de los llamados falsos positivos. Castillo lleva once 11 esperando justicia por el caso de su hermano, Jaime Castillo Peña, que desapareció el 11 de agosto de 2008 y fue encontrado muerto dos días después a 600 kilómetros de Bogotá. Lo mismo sucede con cerca de 14 mujeres que se han unido en la Fundación Madres de Falsos Positivos de Soacha y Bogotá (MAFAPO) y siempre están en las audiencias de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) donde algunos militares han prometido dar información sobre sus casos.
A la fecha, 2.000 militares se han acogido a la JEP y han empezado a emerger algunas verdades crudas, pero las madres las víctimas advierten que estos no están contando toda la verdad ni implican a la cadena de mando. La Fiscalía ha documentado al menos 2.248 ejecuciones extrajudiciales que cometieron miembros del Ejército a cambio de incentivos como permisos o vacaciones, especialmente entre 2002 y 2010, durante los dos períodos presidenciales de Álvaro Uribe. A ese episodio oscuro se le conoce con el eufemismo de “falsos positivos”.
A finales del año pasado, 11 organizaciones sociales que acompañan la exigencia de las Madres de Soacha, pintaron un mural con la imagen de varios exgenerales del Ejército y una serie de números en los que señalaban el posible número de víctimas con la pregunta “¿quién dio la orden?”. El Ejército decidió borrarlo con pintura blanca y luego uno de los oficiales interpuso una acción judicial, pero la decisión de censurar la imagen se devolvió como un bumerán porque miles de personas comenzaron a difundirla a través de redes sociales. Ahora cobró nueva vida por la pandemia del coronavirus.
Con la ayuda del diseñador gráfico, Eduard Barrera, decidieron estampar la imagen en una mascarilla que confeccionan mujeres en Ciudad Bolívar, un sector popular en el sur de Bogotá. Las madres de Soacha ya estampaban camisetas con la imagen para sostener la fundación, pero cuando apareció el coronavirus muchas se quedaron sin trabajo. Probaron con una mascarilla, Jaqueline se tomó una foto, la subió a redes sociales y explotó. Ahora hacen cerca de 1.000 mascarillas reutilizables, que cuestan 10.000 pesos colombianos (2,5 dólares) y han enviado decenas a Medellín y Cali.
“Va a llegar un punto en el que el tapabocas será un accesorio de vida. Así que es muy simbólico que sin que se vean tus labios o se oiga tu voz estés expresando una causa”, dice Barrera. Las mascarillas de las Madres de Soacha se consiguen a través de redes sociales, especialmente en Twitter donde estas mujeres se han ganado un espacio por sus apuntes ácidos y siempre dolorosos sobre la realidad en Colombia. “En este país solemos sentirnos amordazados, y ahora que es literal, el tapabocas se convierte en un modo de denuncia máxima y contundente”, asegura Barrera y agrega que el accesorio también ha servido para dar empleo a mujeres que lo perdieron durante esta pandemia.
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