¿Bajar los requisitos para obtener una beca tiene efectos en el rendimiento de los alumnos?

La nota para recibir ayudas baja del 6,5 al 5. Los expertos debaten si ello alienta o desmotiva a los más vulnerables

MANUEL BRUQUE (EFE)

El Gobierno cumplió su promesa. El pasado martes, y después de ocho años de críticas de los socialistas al modelo de becas al estudio diseñado en 2012 por el ministro José Ignacio Wert (PP), llegó el cambió. El equipo de la ministra de Educación, Isabel Celaá, pactó con el de Universidades, Manuel Castells, ...

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El Gobierno cumplió su promesa. El pasado martes, y después de ocho años de críticas de los socialistas al modelo de becas al estudio diseñado en 2012 por el ministro José Ignacio Wert (PP), llegó el cambió. El equipo de la ministra de Educación, Isabel Celaá, pactó con el de Universidades, Manuel Castells, rebajar los requisitos académicos para poder recibir una ayuda económica. A partir del próximo curso, los estudiantes de primero de carrera necesitarán una nota media en su expediente de 5 y no de 6,5, como decretó Wert. En el caso de los alumnos no universitarios —Bachillerato y FP medio y superior—, la nota pasa de un 5,5 a un 5. “Si a los más aventajados económicamente les basta un 5 para poder pasar de curso, ¿por qué a quien recibe una beca porque carece de recursos hay que exigirle mayor rendimiento? No podemos desperdiciar ningún talento”, asegura la ministra Celaá en declaraciones a este periódico.

Ese mismo martes, las reacciones cuestionando el cambio de criterio no tardaron en aparecer en las redes sociales. Muchos se preguntaban por qué había que rebajar la exigencia, si eso no conllevaría un perjuicio en la motivación de los estudiantes más vulnerables, si bajar el listón no les generaría más problemas en el futuro para conseguir un buen empleo. Argumentos en la línea de lo defendido en su día por el ministro Wert, para quien las becas tenían que perseguir la “excelencia académica”. “Al alumnado le da exactamente igual sacar un sobresaliente que un cinco”, criticó en 2012, después de dejar fuera de la bolsa de ayudas a los estudiantes de 5.

Pese al cambio, el Gobierno no ha modificado la fórmula de Wert para segundo, tercero y cuarto de carrera, cursos en los que la inyección de dinero en las cuentas corrientes de los alumnos seguirán dependiendo de sus notas: mantendrán la beca si aprueban entre el 85% y el 100% de los créditos (la exigencia es menor en los grados técnicos); a mayor cualificación, mayor importe en la parte variable de la ayuda (que va de los 60 a los casi 3.000 euros).

¿Hay evidencias de que las notas bajan al relajar los requisitos de las becas? Según varios investigadores consultados, el único estudio concluyente al respecto es el realizado por José Montalbán, profesor de Economía en la Universidad de Estocolmo, con datos de 30.000 alumnos de la Universidad Carlos III entre los años 2010 y 2016. En el trabajo se comparan los resultados de los estudiantes becados del umbral 2 (los que tienen unos ingresos de hasta 20.000 euros al año con cuatro miembros en la familia) con los que solicitaron la ayuda pero no se les concedió por no cumplir los criterios de renta. Las diferencias comenzaron en el curso 2013-2014, dos años después del endurecimiento aprobado por Wert.

De una nota media de 6,2, los alumnos becados acabaron el curso con un 6,8. Los que no recibieron beca, no superaron ese 6,2. “Una vez que reciben el primer ingreso de dinero en sus cuentas, por diciembre, se empieza a ver el despunte. Al ver que mantener esa cantidad depende de sus notas, hacen un sobreesfuerzo”, explica Montalbán. El estudio detectó otras mejoras: los alumnos que aprobaron en primera convocatoria crecieron en un 25%, y los que se presentaban a los exámenes finales un 3% (pasaron del 90% al 93%).

Sin embargo, en su estudio El rol de los incentivos al rendimiento en las becas para estudiantes con ingresos bajos, Montalbán comprobó que entre los estudiantes más vulnerables, los del umbral 1 (con ingresos de hasta 13.000 euros al año en una familia de cuatro miembros), no había diferencia en el rendimiento entre los que recibían la ayuda y los que no. “La literatura académica muestra que los alumnos más desfavorecidos tienen más problemas para desarrollar estrategias efectivas de estudio”, señala el investigador. El 31% de esos alumnos tenía a alguno de sus padres en situación de desempleo.

“El rendimiento académico depende, sobre todo, del origen social, de las circunstancias familiares. En los niños, otro factor determinante es la composición del aula, el perfil socioeconómico de sus compañeros de clase, se acaba dando un efecto imitación”, indica Xabier Bonal, profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Lo más importante para entender el rendimiento son las variables individuales, que llegan a predecir entre el 50 y el 70% de los resultados académicos”, dice en relación a los hallazgos de varias investigaciones. En su opinión, subir la exigencia de las notas ligadas a las ayudas podría dejar fuera del sistema a los más necesitados, que por motivos personales (como tener que aportar dinero para la economía familiar), pueden tener más problemas para obtener buenos resultados. “No es momento de hacer experimentos, sino de aprobar medidas que ayuden en el ascensor social al máximo número de alumnos”, añade.

En 2014 y en relación al PIB, España invertía 2,6 veces menos en becas que la media de los países europeos. La mayor bajada en el presupuesto se dio en el año 2012, cuando el PP recortó 40 millones de golpe. “Fue una exigencia de Bruselas; las becas suponían un agujero de 900 millones al año y había que rediseñar el modelo para que fuese viable y sostenible”, explica Jorge Sainz, catedrático de Economía y ex secretario general de Universidades con el Gobierno del PP, uno de los ideólogos de las becas Wert.

Para reducir la partida presupuestaria —hasta ese momento, todos los alumnos que cumplían los requisitos obtenían el mismo dinero—, subieron el requisito académico y crearon dos tipos de becas: las fijas (que reciben todos los estudiantes) y las variables (una vez entregadas las fijas y con el dinero sobrante, se reparte entre los alumnos lo que queda en función de sus notas y su renta, entre otros factores). “La parte variable es lo que te permite limitar el gasto, cuando la bolsa se gasta, se acabó el reparto”, añade Sainz. El endurecimiento de Wert, provocó una bajada del 35% en el número de becados entre los años 2013 y 2016, según datos de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (Crue).

La mayor subida para los no universitarios

De los 1.900 millones contemplados por el ministerio para la partida de becas del curso 2020-2021 (un 22,6% más que el año anterior, la mayor subida de los últimos 11 años), 210 serán para los estudiantes no universitarios, los de Bachillerato y FP. Ese incremento supone un 40% más, una “cifra histórica” que persigue reducir el abandono de los estudios. Los últimos datos disponibles indican que en 2013 un 34% de los alumnos de Bachillerato dejaron los estudios por “motivos económicos” o “para buscar un trabajo”, un 49% en el caso de los de FP, según un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). Algunas voces críticas, como la de Ismael Sanz, profesor de Economía de la Rey Juan Carlos, consideran que para frenar el abandono los esfuerzos deben concentrase en etapas anteriores, en 4º de la ESO. “El 22% de los alumnos de ese curso no han titulado a los 15 años; ahí es donde se produce el mayor sesgo económico”, apunta. España es el país de la UE con la mayor tasa de abandono escolar temprano, un 17,1%, frente al 10% de media europeo. “Para frenar el abandono no solo importan las becas, sino el nivel educativo de los padres, o la calidad del sistema educativo y su capacidad de atraer a los chavales”, dice Lorenzo Serrano, investigador del IVIE.

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