El resurgir del plástico de usar y tirar

El miedo al contagio aumenta el uso de empaquetados y bolsas. El contenedor amarillo se llena un 15% más durante el encierro

Una trabajadora de un supermercado madrileño reparte guantes a los clientes.Marta Fernández Jara (Europa Press)

“Señora, póngase los guantes y el gel”, grita una cajera equipada con una mascarilla y parapetada tras una mampara de plástico en un súper de barrio. “No entiendo cómo todavía no lo saben”, murmura cansada de repetir la misma cantinela. Ir a la compra se ha convertido en casi el único momento de riesgo de contraer el coronavirus que afrontan los ciudadanos recluidos en sus viviendas. El miedo a la covid-19 ha implantado nuevos hábitos que facilitan entrar en la tienda a toda velocidad y salir corriendo. Y con ellos, ha resurgido la elección del ...

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“Señora, póngase los guantes y el gel”, grita una cajera equipada con una mascarilla y parapetada tras una mampara de plástico en un súper de barrio. “No entiendo cómo todavía no lo saben”, murmura cansada de repetir la misma cantinela. Ir a la compra se ha convertido en casi el único momento de riesgo de contraer el coronavirus que afrontan los ciudadanos recluidos en sus viviendas. El miedo a la covid-19 ha implantado nuevos hábitos que facilitan entrar en la tienda a toda velocidad y salir corriendo. Y con ellos, ha resurgido la elección del plástico desechable, incluso entre ciudadanos que lo habían limitado al mínimo por su impacto medioambiental.

“Antes rechazaba los alimentos envasados, ahora los busco”, describe el cliente de un supermercado que hace la compra para él y para su madre, que no sale de casa por prevención. “Son recipientes más fáciles de desinfectar y se abandona antes el comercio”, explica. Otras personas han decidido arrinconar las bolsas reutilizables —que hay que lavar con coronavirus o sin él— y optar por las tradicionales de plástico que tiran inmediatamente al llegar a casa. Un comportamiento que preocupa a Greenpeace, porque las partículas del longevo material seguirán ahí, y aumentando, cuando pase la crisis sanitaria: alrededor de 13 millones de toneladas de plástico se vierten en los océanos cada año, según los cálculos de la ONU.

Briks, latas y botellas se acumulan en los contenedores amarillos para su posterior reciclado. Se ha recogido un 15% más desde el inicio del estado de alarma el pasado 14 de marzo, según la información reunida por Ecoembes —empresa que gestiona el servicio— en más del 80% de las plantas de selección distribuidas por España. Son los únicos restos que aumentan, mientras que el papel, la basura orgánica y el vidrio disminuyen por el parón de la actividad económica. El consumo de vidrio en los hogares ha crecido un 9,6% con la crisis, apunta Ecovidrio, pero no compensa el cierre de la hostelería, que genera el 52% de los envases de un solo uso.

Los guantes, sin embargo, no se reciclan. Hay que tirarlos, como las mascarillas, en la basura normal. Si hay algún caso positivo en casa, ambos residuos se deben introducir en una bolsa con cierre hermético que se deposita también en el cubo de restos.

Alba García, responsable de la campaña de plásticos de Greenpeace, achaca el incremento del consumo del material a que los ciudadanos optan por acudir a grandes superficies “donde todo está envasado” para realizar una compra completa sin cambiar de establecimiento. “El problema es que no se había hecho casi nada en cuanto a la reutilización de envases por parte de los supermercados antes de esta crisis, porque hay que gestionarlo y es más complejo. Pero, a efectos de posibles contagios del virus, sería igual un recipiente reutilizable, que se pudiera devolver al establecimiento, que uno desechable, pero con la ventaja de que el reciclable se lavaría para un nuevo uso”, critica. Desde la ONG piden que “la crisis del coronavirus no se convierta en una excusa para que la industria impulse los plásticos desechables utilizando el miedo”.

Una industria —considerada sector estratégico— que está trabajando al 100%. Alfonso Biel, consejero delegado de Sphere, empresa fabricante de bolsas de plástico y biocompostables, confirma que casi han compensado la pérdida de aproximadamente el 20% que les ha supuesto el cierre de la hostelería y la restauración con el crecimiento de la demanda por parte del sector de la alimentación. “Pero no hay que bajar la guardia en la gestión de residuos y hay que aumentar el reciclaje”, mantiene.

“Parece que ahora se vuelven a valorar este tipo de envases, por la protección del producto y porque su fecha de caducidad es mayor. Sin olvidar que se deben reciclar”, opina Andrés García de Tuñón, responsable de sostenibilidad del grupo Armando Álvarez, empresa referente en el embalaje industrial. “Se ha producido una avalancha de peticiones para abastecer a los supermercados desde, por ejemplo, las bolsas para meter el pan de molde a las barquetas para embutidos”, dice.

Hay personas como Inés que mantienen la costumbre de llevar el carrito a la compra. Ahorra en bolsas, pero en su casa no entra “ni un embutido que no sea envasado y las verduras en tarros de cristal”. Antes no era igual, pero ahora no se fía. Ha bautizado la entrada de su casa como “la zona cero”, allí descarga y limpia todo. “Si compro verduras frescas o embutidos cortados en el momento se complica más, no sé quien lo ha tocado”, explica.

Las incógnitas que rodean al virus hacen que la situación no sea clara. El Ministerio de Sanidad no da instrucciones en cuanto a la desinfección de los envases ni la reutilización de las bolsas. Hay estudios como el del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades infecciosas de Estados Unidos que advierte de que el coronavirus permanece cuatro horas en el cobre de las monedas, un día entero en el cartón y de dos a tres días en el plástico o en el acero inoxidable del grifo.

El virólogo Juan Ayllón, director del Área de Salud Pública y Medicina Preventiva en la Universidad de Burgos, aclara que no existe ninguna indicación en cuanto a la necesidad de una desinfección de bolsas de la compra y envases. “No es una vía normal de transmisión del virus. Es una sobreactuación, pero como no tiene contrapartida, es una medida que se puede entender en la dinámica actual de que cualquier precaución es poca”, admite. Tienen más riesgo los carros del supermercado, que toca más gente.

La pandemia también ha dado al traste con otras iniciativas que buscaban reducir los envases desechables. En España, la cadena Eroski —muy implicada con el medio ambiente— permitía a los clientes llevar sus propias fiambreras o táperes en las secciones de carnicería y pescadería. Pero ya no: “Por razones de seguridad, prevención y protección, nos hemos visto forzados a poner en pausa esta opción hasta que las condiciones nos permitan retomarla con total garantía sanitaria”, contesta la empresa. Sin embargo, continúan recomendando el uso de bolsas reutilizables y en sus pedidos online emplean bolsas compostables (biodegradables) para hacer la entrega.

Las compras a domicilio, en las que se usa más plástico, aumentaron un 74% durante la segunda semana del confinamiento, entre el 23 y el 29 de marzo, en comparación con el mismo periodo del año anterior, según datos de la consultora Nielsen. Falta por saber si este comportamiento es puntual o tendrá consecuencias en la lucha por la sostenibilidad del planeta cuando acabe la crisis sanitaria.

El confinamiento agrava los atascos de toallitas húmedas

Las toallitas húmedas que se tiran al inodoro de forma indebida llevan años provocando unas monstruosas madejas grisáceas que taponan el alcantarillado de las ciudades, porque no son biodegradables y no se descomponen como ocurre con el papel higiénico. Valencia, por ejemplo, sacó hace un año 5.000 toneladas de toallitas que colapsaban casi dos kilómetros de un colector. El confinamiento ha agravado el problema y, a las toallitas habituales desmaquillantes o para la higiene de los bebés, se han unido otras para desinfectar superficies de la casa donde, se supone, puede haber aterrizado el coronavirus. En vez de depositarlas en el cubo de la basura, que es lo correcto, muchos optan por echarlas al inodoro, provocando atascos que pueden empezar en las bajantes de la vivienda, continuar por los colectores y alcanzar a las estaciones de depuración que son incapaces de absorberlas.

La Diputación de Málaga pidió el viernes a sus ciudadanos continuar con el reciclado de residuos durante el estado de alarma, haciendo especial hincapié en que las toallitas húmedas no deben desecharse por el váter. El Área de Medio Ambiente alertó del “notable incremento de la presencia de toallitas en las redes de saneamiento debido al confinamiento que obliga a la mayoría de las personas a permanecer en sus hogares”.

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