Las políticas de diversidad e igualdad en la moda empiezan a decaer ante la llegada de Trump

Pionera en aplicarlas, la moda aparece en el punto de mira, presionada para que se alinee con el renovado discurso conservador

De arriba abajo, de izquierda a derecha, la modelo Paloma Elsesser y los diseñadores Chemena Kamali (Chloé) y Maximilian Davis (Ferragamo), la activista Bethann Hardison, desfile de Pyer Moss Alta Costura o-i 2021-2022 y la modelo Anok Yai.Ilustración: Mar Moseguí

Adiós, DEI; hola, MEI. Las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) que, hace casi un lustro, empezaron a prosperar ante la imparable demanda de responsabilidad social por parte de los consumidores podrían tener los días contados. En su lugar, compañías y corporaciones de todo pelaje y condición se están abonando al mérito, la excelencia y la inteligencia (MEI) para seleccionar al personal, firmar contratos, tratar con proveedores y comunicar valores. Lo que viene siendo la pretendida meritocracia de toda la vida, pero convenientemente reasignada con un acrónimo guay. Una abreviatura para tiempos de pocas palabras y mínima atención que colea en la jerga ejecutiva desde principios de año, cuando el gurú de la inteligencia artificial generativa Alexandr Wang (no confundir con el hoy cancelado diseñador chino-americano, que este es el joven multimillonario fundador de Scale AI) anunció que los factores demográficos, el género o la pertenencia a una minoría ya no suman para encontrar trabajo en su muy lucrativa empresa.

De momento, este no tan sorprendente golpe de timón en las prácticas corporativas parece reducirse a Estados Unidos, espoleado por la controvertida resolución del Tribunal Supremo de 2023 que dejó proscrita la discriminación positiva en el país. Y, no, por ahora tampoco parece afectar de lleno al negocio de la moda, el sector industrial que volvió a liderar el último cambio en favor de los programas de diversidad, equidad e inclusión tras el asesinato de George Floyd, en 2020, detonante del movimiento civil Black Lives Matter. Sin embargo, ya hay indicios de arrepentimiento: a finales de noviembre, la cadena de grandes almacenes Wallmart, la mayor en territorio estadounidense (amén de la minorista con más empleados), informaba de que aparcaba su política DEI para “fomentar un sentimiento de pertenencia que represente a toda América”. Por eso mismo, vaya, desmantelará su programa Racial Equity Center y dejará de vender productos asociados a la comunidad LGBTIQ+ (véanse las fajas compresoras de pecho para hombres trans). Hay quien augura que, entre la creciente presión de ciertos influencers de extrema derecha y el segundo advenimiento como presidente de Donald Trump —empeñado como nunca en perseguir lo que denomina capitalismo woke— será el acabose de la diversidad.

“El declive de las prácticas en materia DEI es un hecho, y no son pocas las razones que lo explican. Se dan factores que operan de arriba abajo, como las nuevas legislaciones que obligan a cambiarlas, pero más importante aún, de abajo arriba: el descontento social de mucha gente que se siente defraudada por ellas o que ha experimentado algún tipo de exclusión, y que obliga a tomar medidas, también legales”, expone Tessa West, profesora de psicología de la Universidad de Nueva York, que no cree que este vaya a ser el final de las políticas woke. Si acaso, lo que veremos será una evolución. Además, insiste en una idea extendida: que la meritocracia no existe y que mientras no se corrijan las estructuras de poder jerarquizadas y las dinámicas económicas, el sesgo y la parcialidad seguirán estando garantizados. Lo cierto es que a las marcas, tanto de moda como de belleza, se les auguran nuevas presiones para alinearse con el próximo discurso ultraconservador de la Casa Blanca. Y, ya tengan intención de secundarlo o de alzar la voz en contra, van a tener que estar preparadas para explicárselo a su clientela. Aunque la creencia más extendida entre los expertos es que se vienen tiempos de silencio.

Alexandr Wang, fundador y director ejecutivo de Scale AI.Drew Angerer (Getty Images)

Que el ruido DEI ha cesado en la moda, o se ha convertido en murmullo, es una realidad. Qué fue de aquellos observatorios de la diversidad impulsados por firmas de lujo, dónde quedaron los departamentos de inclusión con sus directores ejecutivos de postín. Todos tratamientos cosméticos que han ido perdiendo su eficacia según iba decayendo el interés (económico). Incluso los más recacareados programas medioambientales acusan la desafección ejecutiva: según revela el flamante informe The State of Fashion 2025, el análisis de la industria que elabora anualmente la consultora McKinsey & Co. para el portal The Business of Fashion, la sostenibilidad ha caído tres puntos en el índice de preocupación entre los CEO del sector. Los signos de la, digamos, desaceleración del pensamiento woke llevan en cualquier caso tiempo entre nosotros: la brecha en la igualdad de género tanto en puestos de poder creativo como ejecutivo continúa (curioso que la mayoría de los nombres que han salido a relucir para sustituir a Virginie Viard en Chanel sean masculinos), el número de modelos de cuerpos no normativos sigue cayendo en pasarelas y campañas (en las colecciones de otoño-invierno 2024-2025, las llamadas plus size apenas representaron un 0,8%, y las de talla media un 3,7%) y a los diseñadores de color ya ni se les echa cuentas.

“A veces, le damos demasiado crédito a un diseñador por ser negro o a una modelo por ser de talla grande cuando esas características no son lo importante. Sí, Willie Smith o Stephen Burroughs eran de color, pero ellos nunca hicieron bandera racial porque lo único que les importaba es que se los considerara buenos creadores de moda, punto”, aduce Bethann Hardison. La exmodelo y activista por la representación equitativa de las maniquíes de color, fundadora junto a Iman de la Black Girls Coalition, dice que conviene no sucumbir al victimismo. “No puedo más con la retórica de la autocompasión, no la compro. Eso de, ‘Oh, pobre de mí, discriminado por ser esto o aquello’. Considero además que es algo con lo que ya no tengo que lidiar: creo que la industria de la moda está completamente integrada”, le concedía a este periodista durante su encuentro en las jornadas BOF Voices 2024, organizadas por The Business of Fashion. Y concluía tajante: “Yo estoy contenta con la diversidad que veo”. No todo el mundo opina igual.

Las modelos Iman y Bethann Hardison, fundadoras de la Black Girls Coalition.Mike Coppola (Getty Images)

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