Un estudio demuestra por primera vez la eficacia de la terapia génica contra la anemia de Fanconi

Un trabajo español, que empezó hace más de 20 años, da esperanza a los niños que nacen con una enfermedad rara que provoca fallos en el desarrollo e incrementa el riesgo de cáncer

De izquierda a derecha, arriba: Josune Zubicaray, del Hospital Niño Jesús de Madrid; Juan A. Bueren y Susana Navarro, del CIEMAT; y Julián Sevilla, del Hospital Niño Jesús. Y abajo: Paula Río, del CIEMAT, y Aurora de la Cal, de la Fundación Anemia de Fanconi.Fundación Anemia de Fanconi

Mientras vivimos, nuestro ADN sufre continuamente daños que podrían tener consecuencias nefastas. Sin embargo, casi todos contamos con un sistema de reparación que los evita. Los niños que nacen con anemia de Fanconi no tienen esa suerte. Esta enfermedad rara hereditaria afecta al gen FANCA, uno de los más de 20.000 que tenemos los humanos, encargado de reparar el ADN. El defecto provoca malformaciones, un mayor riesgo de cáncer o insuficiencia de la médula ósea, y solo se podía curar con un trasplante de médula de un donante compatible. Esta operación no siempre es posible e implica riesgos como una mayor incidencia de algunos tumores. Ahora, el trabajo de más de dos décadas de un equipo de investigadores liderado desde España está cambiando las perspectivas de los pacientes y sus familias. Hoy, la revista The Lancet publica los resultados de un ensayo clínico que muestra la eficacia y la seguridad de la terapia génica contra la anemia de Fanconi.

Para aplicar esta terapia, primero se extrajeron células madre de la médula ósea a nueve pacientes, niños de entre tres y siete años, en el Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid y en el Vall d’Hebron de Barcelona. Una vez purificadas, un equipo del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) utilizó un virus modificado genéticamente para introducir en esas células el gen FANCA corregido. Unas horas después, como si se tratase de una autotransfusión, se volvieron a inyectar a los pacientes sus células modificadas. Tras siete años de seguimiento, el estudio muestra que las células madre modificadas prenden en los pacientes y van sustituyendo a las dañadas, superando el 90% del total en dos de ellos. El resultado, que muestra por primera vez una terapia génica capaz de corregir la progresión del fallo de médula ósea, ha conseguido el éxito donde cuatro equipos estadounidenses de primer nivel habían fracasado.

El triunfo ha sido posible por la colaboración de muchos investigadores y centros a través del CIBER de Enfermedades raras (CIBERER). Ahora, la farmacéutica Rocket Pharmaceuticals, a la que se licenció en 2016 el vector viral y el procedimiento, está llevando a cabo un ensayo internacional con más pacientes y negocia con las agencias reguladoras de EEUU y Europa, la FDA y la EMA, para aprobar el tratamiento. También han desempeñado un papel fundamental los pacientes y sus familias, agrupados en la Fundación Anemia de Fanconi, que han colaborado con los investigadores en el desarrollo de la terapia.

Juan Bueren, investigador del CIEMAT e impulsor del proyecto desde hace dos décadas, destaca algunas particularidades de su trabajo. “A diferencia de otros protocolos de terapia génica, no damos acondicionamiento con quimioterapia, algo que se hace en otros ensayos para hacer hueco en la médula ósea y que las células que se infundan injerten mejor y más rápido”, explica. Dar un tratamiento como la quimioterapia a un paciente con esta anemia, que se caracteriza porque tiene un fallo en la reparación del ADN, provoca efectos secundarios importantes, pero se corría el riesgo del injerto de las nuevas células fracasase. Pero no fue así.

Julián Sevilla, hematólogo del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús e investigador principal de los ensayos clínicos, destaca también la menor agresividad de este tipo de terapia frente al trasplante de médula ósea. “En un trasplante sustituyes la médula y la sangre del paciente por células sanas de un donante, pero cuando el tratamiento se hace con las propias células del paciente, no hay riesgo de rechazo y el paciente tampoco recibe la quimioterapia necesaria para el trasplante”, señala. “Los pacientes que reciben un trasplante pueden pasar meses en el hospital y con esta terapia solo pasa 48 horas en observación y puede ir a casa”, añade.

Otra de las protagonistas de este éxito es Paula Río, investigadora del CIEMAT que realizó su tesis doctoral hace dos décadas en torno a este proyecto, cuando estaba comenzando. Entonces comprobó que había similitudes entre la anemia de Fanconi en ratones y la enfermedad humana y que los animales se podían utilizar como modelo para después crear una terapia curativa, primero para ellos y a continuación para las personas. “Ha sido un trabajo en el que hemos tenido que aprender que lo que había servido para otras terapias génicas para otras enfermedades podía no ser útil en nuestro caso”, apunta Río. Vieron que, debido a los defectos de reparación del ADN, las células de estos pacientes estaban más dañadas que las de quienes sufren otras enfermedades raras. Eso hacía que escasean en la médula ósea y requirió técnicas especiales de recolección o reducir el tiempo de cultivo. También cambiaron el vector viral empleado para introducir el gen funcional, algo que había hecho fracasar proyectos anteriores porque incrementaba el riesgo de leucemias y otros efectos adversos. “Hemos aprendido de los resultados negativos, de lo que no salió en otros ensayos, para no repetir los mismos errores; han sido muchos años de pequeñas optimizaciones”, recuerda Río.

El último pilar de este proyecto es el que sujetan los pacientes y sus familias, reunidos en torno a la Fundación Anemia de Fanconi, que llevan dos décadas colaborando estrechamente con investigadores y médicos. Su portavoz, Aurora de la Cal, comenta que, “hace 20 años, cuando se empezó a hablar a los pacientes y familiares de unos estudios con terapia génica, parecía ciencia ficción”. Ahora, las familias ven mejoras. “Algunas nos dicen: mi hijo no podía ir a un cumpleaños, porque no aguantaba, o no podía jugar al fútbol, o se tenía que quedar en casa, porque siempre estaba cansado; no sabemos si es la terapia génica, pero ahora puede hacer vida normal”, cuenta De la Cal. “La vivencia de las familias es que les ha mejorado la vida”, resume.

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