¿Se derriten las neuronas? Así lastran las altas temperaturas el funcionamiento del cerebro
El calor extremo disminuye las emociones positivas como la alegría o la felicidad, y aumenta las negativas como la ira o el estrés, fomentando las reacciones agresivas
La primera ola de calor de este verano ha puesto a 8 de cada 10 municipios españoles en riesgo para la salud. Aunque el efecto de la deshidratación en el cuerpo sea la gran preocupación, el cerebro también sufre esta tendencia alcista de las temperaturas, que durante el año pasado —el tercero más cálido desde que existen registros— llegaron a alcanzar cifras máximas de 46,8 grados en el aeropuerto de Valencia o de 44 en el aeropuerto de Bilbao. Recientes estudios constatan que el calor excesivo reduce las capacidades cognitivas, tanto para estudiar como para trabajar. Además, mientras el cerebro trabaja a destajo para mantener fresco el cuerpo, las temperaturas extremas potencian la agresividad y el estrés, y afectan especialmente a pacientes con determinados trastornos psiquiátricos.
El cerebro es un órgano sensible a la temperatura, que no está preparado para trabajar a 45 grados, y en ese caso la función cognitiva se ralentiza, según explica Sandra Giménez, neurofisióloga clínica del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona: “El calor extremo afecta a todas las funciones cognitivas del cerebro: nuestra capacidad de reacción, nuestra capacidad de respuesta, la memoria, etc. Todo cuesta mucho más, vamos mucho más lentos. No vamos a decir que se derritan las neuronas, pero sí que hay una afectación, el rendimiento es mucho peor con las altas temperaturas”.
La evidencia científica lo sostiene. Realizar un examen en un día a más de 32 grados da como resultado una reducción del 14% en la nota en relación con hacer ese mismo examen a 22 grados y reduce en casi un 11% las probabilidades de aprobar una materia, según un estudio de 2018 en las escuelas públicas de Nueva York. “Calculo que, durante el período 1998 a 2011, más de 510.000 exámenes que de otro modo se habrían aprobado recibieron suspensos debido a las altas temperaturas, lo que afectó al menos a 90.000 estudiantes, posiblemente a muchos más”, concluye Jisung Park, profesor de la Harvard Kennedy School y autor del estudio.
Otra investigación, también llevada a cabo en EE UU, señaló que “la tasa de aprendizaje disminuye con un aumento en el número de días escolares calurosos”. Y otro estudio, que comparó el rendimiento de estudiantes de la Universidad de Boston durante una ola de calor de 2016, concluyó que aquellos que vivían en habitaciones sin aire acondicionado (a una temperatura media de 27 grados) mostraban una capacidad de reacción un 13% más lenta en pruebas de aritmética y conseguían casi 10% menos respuestas correctas por minuto que aquellos compañeros que disfrutaban aire acondicionado (a 22 grados).
Y aunque la mayoría de los estudios han sido realizados en ámbitos académicos, la afectación cognitiva producida por el calor también afecta en el terreno laboral: una investigación llevada a cabo en 2006 encontró que la mayor productividad se consigue a una temperatura de alrededor de 22 grados. Con ocho grados más el rendimiento se veía disminuido en casi un 9%.
“Hay numerosos estudios que establecen vínculos con la salud mental, el ánimo y el comportamiento del cerebro con el calor, por lo que las personas con problemas de salud mental son especialmente vulnerables”, afirma la meteoróloga y divulgadora científica Mar Gómez. La autora de Meteorosensibles: cómo el tiempo influye en nuestra salud física y mental (Península), señala que hay investigaciones que demuestran que las temperaturas más altas disminuyen las emociones positivas como pueden ser la alegría o la felicidad, y aumentan las negativas como la ira o el estrés.
Más agresividad y peor salud mental
“Sabemos que las personas con esquizofrenia pueden experimentar dificultades con la regulación de la temperatura corporal y que los cambios de temperatura pueden alterar los síntomas de los trastornos del estado de ánimo. Algunos medicamentos psiquiátricos, incluidos ciertos antidepresivos y antipsicóticos, además, pueden afectar a la forma en que el cuerpo regula la temperatura, y las personas que los consumen son especialmente vulnerables a los efectos del calor extremo”, explica Gómez.
Entre las emociones negativas asociadas al calor, la citada ira es una de las más estudiadas. También dos de sus consecuencias directas: la agresividad y la violencia. “El calor extremo puede aumentar la irritabilidad y disminuir el autocontrol, lo que puede traducirse en un comportamiento más agresivo. La relación entre el calor intenso y la agresividad es real”, sostiene Valentín Martínez doctor en Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Colegio de Psicología de Madrid.
Un estudio publicado en 2022 en The Lancet que analizó cuatro mil millones de tuits concluyó que las temperaturas muy altas o muy bajas agravan las tendencias agresivas en línea e incrementan los discursos de odio. El incremento de este tipo de tuits era del 22% en días con temperaturas cálidas extremas (42 a 45 grados). Otro estudio encontró un incremento lineal directo en el uso de la bocina de los coches con el aumento de la temperatura. E incluso hay estudios que han concluido que cada grado de aumento en las temperaturas anuales se asociaría con un aumento promedio de casi el 6% en el número de homicidios.
Una investigación liderada por expertas en violencia de género, por especialistas en epidemiología y por psicólogos de Policía y Guardia Civil que analizó los meses de mayo a septiembre en el periodo 2008-2016 en la Comunidad de Madrid, llegó a la conclusión de que por cada grado en que la temperatura máxima diaria supera el umbral de 34 grados, los feminicidios dentro de la pareja aumentan un 28,8% respecto a la media. “Esto no significa que el estudio de la Comunidad de Madrid revelara que la violencia de género es consecuencia directa del calor. Ni mucho menos. Su conclusión fue que el calor es un factor que influye en el aumento de la violencia, junto a otras causas”, matiza Mar Gómez. Una opinión que corrobora Sandra Giménez, que considera que las altas temperaturas pueden provocar que cualquier persona pueda estar más agresiva: “No quiere decir que a todos nos vaya a dar por pegar cuchilladas a nadie. Tiene que existir una base psicopatológica”.
Así impacta el calor en el cerebro
La explicación a todas estas consecuencias, según Valentín Martínez, se podría encontrar en que “el calor obliga al cerebro a trabajar más para regular la temperatura corporal, lo que afecta negativamente a la capacidad mental”, ya que el cerebro destina gran parte de sus recursos a mantener fresco el cuerpo.
“Tenemos que saber que nuestro cerebro funciona de forma adecuada gracias, entre otras cosas, al hipotálamo, que es el coordinador del sistema nervioso autónomo y actúa como una especie de termómetro interno del cerebro. Cuando este detecta que existen cambios entre su propia temperatura y la de los termorreceptores de la piel, el hipotálamo establece los mecanismos para regularla”, explica Mar Gómez. Esos mecanismos son la sudoración, la vasodilatación o la producción de adrenalina. Y según la experta, precisamente, esa producción de adrenalina “es una de las causas de mayor irritabilidad cuando atravesamos periodos de calor intenso”.
A ese sobreesfuerzo del cerebro, se une otro factor de extrema importancia: el sueño. “En las noches tropicales, cuando la temperatura ambiente no baja de los 20 grados, nuestro cerebro se sobreexcita y aumenta la sudoración corporal, de modo que nuestro organismo está en un estado similar al de tener que realizar una actividad física intensa, lo que es totalmente incompatible con el descanso o con mantener cómodamente el sueño”, apunta la meteoróloga. “Es un pez que se muerde la cola”, añade Sandra Giménez, coordinadora del grupo de trabajo de Cognición y Sueño de la Sociedad Española de Sueño (SES). Según esta experta, el calor excesivo provoca una especie de círculo vicioso. Se duerme peor, lo que nos hace estar más lentos cognitivamente, más ansiosos y más irritables; y luego el calor durante el día acentúa esos síntomas. “Se pierde el control a nivel prefrontal del cerebro y disminuye el freno sobre la amígdala, que es la zona en la que tenemos las emociones, de forma que todo lo negativo se magnifica”, asegura.
Para contrarrestar estos efectos no existen pócimas mágicas. Los consejos, señala Martínez, son de sentido común: mantenerse bien hidratado y beber suficiente agua, evitar la exposición prolongada al calor extremo, especialmente durante las horas centrales del día, buscar lugares frescos y con aire acondicionado, vestir ropa ligera y de colores claros para facilitar la transpiración, limitar la actividad física intensa al aire libre durante las horas de más calor, consumir alimentos frescos, ligeros y ricos en agua como frutas y verduras. Y hacer todo lo posible por descansar lo suficiente.
Puedes seguir a EL PAÍS Salud y Bienestar en Facebook, X e Instagram.