Un compuesto contra la malaria alumbra una vía para tratar el síndrome de ovario poliquístico
Una investigación revela que un derivado de la planta artemisia con propiedades antipalúdicas tienen potencial para aliviar los síntomas de este trastorno hormonal
Artemisa era, según la mitología griega, la deidad de la caza, de los nacimientos y de la virginidad, protectora de los partos y de la fertilidad. Representada en el arte con el arco en la mano y un cervatillo a sus pies, la diosa también ha dado nombre a una vieja planta con conocidas propiedades medicinales: la artemisia, con efectos terapéuticos contra la malaria y, según una investigación reciente, puede que más allá de ella. En un cruce sorpresivo entre la ciencia y la mitología, un estudio científico ha alumbrado un nuevo efecto de un compuesto de la artemisia que evoca, más que nunca, al sino de la diosa: un artículo publicado este jueves en la revista Science apunta a que un derivado de estas plantas tiene potencial también para aliviar los síntomas del síndrome de ovario poliquístico, un complejo trastorno hormonal que afecta hasta al 13% de las mujeres en edad reproductiva y puede provocar, entre otras cosas, alteraciones en el ciclo menstrual, problemas metabólicos, acné o infertilidad.
La medicina china es conocedora, desde hace más de dos milenios, del potencial curativo de las plantas del género Artemisia: en el siglo XVI, por ejemplo, se recomendaba el té de qing hao (Artemisia annua o ajenjo dulce) para tratar los síntomas de la malaria. Desde entonces, la ciencia ha escudriñado en estas plantas para entender sus propiedades y ha revelado que uno de sus compuestos, la artemisinina, tiene también capacidad para mejorar el gasto energético y la sensibilidad a la insulina. El nuevo estudio de investigadores de la Universidad de Fudan (en Shanghái, China) ahonda en estos beneficios y examina su competencia para tratar el síndrome de ovario poliquístico, un trastorno vinculado a una disfunción metabólica y caracterizado por la producción excesiva de andrógenos, las hormonas masculinas que también se producen, aunque en menor medida, en las mujeres. En experimentos con animales y en un ensayo piloto con 19 pacientes, los científicos han probado que un compuesto de la artemisinina logra frenar la fabricación excesiva de andrógenos y, con ello, reducir la sintomatología asociada a esta dolencia. El hallazgo abre la puerta a un nuevo tratamiento para una patología muy heterogénea y con opciones terapéuticas muy limitadas.
El síndrome de ovario poliquístico es un trastorno endocrino frecuente, de los más comunes en las consultas de ginecología, explica Ana Robles, ginecóloga del Hospital del Mar de Barcelona y especialista en endocrinología y reproducción humana. “Se suele diagnosticar en la edad adulta. Las pacientes suelen consultar por alteraciones menstruales o problemas de fertilidad”, cuenta. La característica esencial de este trastorno es esa producción excesiva de andrógenos en los ovarios (hiperandrogenismo), que causa ese amplio abanico de síntomas asociados, como aumento del vello, alopecia, acné, ciclos menstruales irregulares o problemas metabólicos (hay una alta prevalencia de obesidad entre las pacientes). A largo plazo, también tienen más riesgo cardiovascular, diabetes o hipertensión. “Se han descrito diferentes vías o causas del síndrome de ovario poliquístico, pero seguramente sea multifactorial. Habrá una base genética e influirán factores ambientales intrauterinos y otras situaciones, como la obesidad”, expone Robles.
Además, se trata de un trastorno tremendamente heterogéneo y, probablemente, eso es lo que dificulta la comprensión de su origen, enfatiza Gemma Casals, ginecóloga de la sección de Reproducción Humana del Hospital Clínic de Barcelona: “Hay interrogantes. No se conoce bien cómo se desarrolla el síndrome y se especula con que quizás no siempre se desarrolla igual”, reflexiona.
Para el diagnóstico, dice Casals, los médicos se fijan en “tres puntos cardinales”: los trastornos del ciclo menstrual, el aspecto de los ovarios y el aumento de andrógenos. En estas pacientes, suele haber alteraciones en la menstruación y los ovarios presentan una morfología particular: acostumbran a ser de un volumen mayor y tener muchos folículos antrales, que son una especie de saquitos con óvulos inmaduros dentro. El exceso de andrógenos se confirma también mediante analíticas y escalas que miden el exceso de vello en zonas más andróginas, como el mentón, las nalgas o la espalda, por ejemplo.
Las herramientas disponibles para tratar este cuadro clínico es limitado y se dirigen, fundamentalmente, a aliviar los síntomas. Así, a la recomendación de hábitos de vida saludables y reducción de peso, se suman, sobre todo, los anticonceptivos, que controlan la producción hormonal, mejoran los síntomas y regulan las menstruaciones. Pero estos tratamientos no resuelven el problema de forma integral. De hecho, no mejoran la infertilidad ni la morfología del ovario poliquístico, apostillan los autores del estudio.
La versatilidad de las artemisininas
En este contexto de escaso arsenal terapéutico y eficacia limitada, el estudio de la Universidad de Fudan abre la puerta a una nueva vía de tratamiento y explora la versatilidad de la artemisinina. “Se ha mostrado muy prometedora en diversas aplicaciones con efectos adversos mínimos, como el tratamiento de la malaria, el resfriado, la diarrea, el lupus eritematoso y el cáncer. Nuestros hallazgos anteriores mostraron que las artemisininas promovían la homeostasis [equilibrio] metabólica y protegían contra la obesidad, lo que nos llevó a investigar si podrían regular el desarrollo del síndrome de ovario poliquístico”, justifican los autores en el artículo.
Qi-qun Tang, investigador principal del estudio, explica en una respuesta por correo electrónico que si el exceso de andrógenos es el principal impulsor de numerosas características de este trastorno, “controlar el exceso es crucial para intervenir” en esta patología. Y la artemisinina puede hacerlo. En ratones, los científicos descubrieron que el arteméter, un derivado de la artemisinina, reduce la producción de andrógenos ováricos al incidir en una enzima clave para la fabricación de estas hormonas. Como resultado, se encontraron “mejoras considerables”, apunta la investigación, en los ciclos irregulares, la morfología del ovario poliquístico y la baja fertilidad de los animales.
Luego, los científicos llevaron estos hallazgos iniciales a un pequeño ensayo clínico piloto con 19 mujeres y constataron que, al tomar dihidroartemisinina (un medicamento utilizado para la malaria) durante 12 semanas, los biomarcadores del síndrome de ovario poliquístico se reducían y los ciclos menstruales se normalizaban. “Nuestros hallazgos resaltan el potencial prometedor de las artemisininas como fármacos eficaces para el tratamiento integral del síndrome de ovario poliquístico”, concluyen los autores en el artículo científico. Los investigadores admiten, eso sí, algunas limitaciones en la investigación, como el propio modelo animal empleado, que no replica con exactitud “las complejas condiciones del síndrome de ovario poliquístico en las mujeres”.
Enfoque prometedor
En un análisis adjunto al estudio, Elisabet Stener-Victorin, investigadora del Departamento de Fisiología y Farmacología del Instituto Karolinska de Suecia, considera que el hallazgo de las artemisininas como remedio contra los síntomas del ovario poliquístico es un “enfoque prometedor” en esta patología. “Este avance no solo subraya la versatilidad de las artemisininas, sino que también tiene un gran potencial para mejorar la calidad de vida de millones de mujeres afectadas, lo que representa un avance importante en la medicina reproductiva”, reflexiona. En la misma línea, Robles, que tampoco ha participado en la investigación, añade: “Es un ensayo clínico piloto, pero todo lo que sea investigación básica sobre las vías y conocer qué proteínas y enzimas están implicadas abre la puerta a diseñar fármacos diana para mejorar el tratamiento”.
Por su parte, Casals, que también ha publicado un estudio sobre el impacto de la cirugía bariátrica en pacientes con obesidad y síndrome de ovario poliquístico para reducir los síntomas de este trastorno hormonal, sostiene que el estudio de Tang es un primer paso y, aunque se requieren más investigaciones de confirmación, son “buenas noticias”. “Este compuesto consigue no solo reducir los niveles de testosterona, que es el andrógeno principal, sino que también reduce los ciclos menstruales y la apariencia poliquística del ovario. Y en modelos animales, logra mejorar la implantación embrionaria. Los autores acaban, además, haciendo un estudio fisiopatológico y determinando por qué funcionan: la enzima que inhibe la artemisinina tiene efectos sobre los andrógenos”, expone.
María Jesús Cancelo, portavoz de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, apunta que el estudio de Tang presenta “un planteamiento interesante”. “La disponibilidad de tratamientos actual se basa en tratar los síntomas y lo que plantean estos autores es hacer un tratamiento para la causa, ir a una reducción de la producción de andrógenos del propio ovario. Las investigaciones son muy iniciales y hay que tener cautela, pero parece muy prometedor”, valora. Tang asegura que, actualmente, están “ampliando el período de observación [a las participantes del estudio] para determinar si hay una recaída después de un período más largo sin el medicamento”. Además, están trabajando para afinar la dosis y la duración del tratamiento para iniciar posteriormente un ensayo más amplio.
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