3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

¿Qué hijo debería vender a cambio de comida?

Si te estuvieras muriendo de hambre y supieras que la venta de una de tus hijas evitaría la muerte del resto, ¿lo harías? Esto es a lo que se enfrentan miles de familias afganas para sobrevivir

Niños afganos juegan en un carrusel durante el festival musulmán de Eid al-Adha, en Kabul, Afganistán, el 31 de julio de 2020.MOHAMMAD ISMAIL (Reuters)

La situación en Afganistán es tan grave que mi personal de respuesta a emergencias nacionales, mientras lleva a cabo programas de ayuda alimentaria en zonas remotas, ha creado un fondo en la oficina para apoyar a las familias desesperadas y evitar que vendan a sus propias hijas. Saben que esas niñas, a menudo increíblemente jóvenes, acabarán casadas con hombres mayores o vendidas a la servidumbre y la vulnerabilidad. Aunque estas prácticas tenían lugar antes de que los talibanes llegaran al poder, ahora se han agravado. Los programas de asistencia alimentaria que satisfacen las necesidades de muchos miles de personas se están viendo superados por el creciente número de personas en peligro de inanición. Muchas de las actividades anteriores dirigidas a proteger a la infancia vulnerable tampoco han podido reanudarse tras el cambio de liderazgo nacional.

Afganistán vive la peor crisis de hambre que se recuerda. Las últimas estadísticas muestran que más de la mitad de los 40 millones de habitantes se enfrentan a niveles agudos de desnutrición y que los niños se mueren por falta de comida. Entre esta terrible cifra, casi nueve millones están al borde de la inanición. En este contexto, un número incalculable de pequeños mendigarán, se casarán, se verán obligados a realizar trabajos peligrosos y de explotación y serán retirados de la escuela.

El invierno es ahora lo que más tememos, ya que las cosas se pondrán mucho peor. Pronto las nevadas impedirán el acceso a las zonas remotas, que podrían quedar aisladas hasta cuatro meses. Nos estamos quedando rápidamente sin tiempo para hacer llegar la ayuda alimentaria a los pueblos que pronto serán inaccesibles.

Actualmente, estamos enfocados en el suministro de nutrición de emergencia a través de 15 clínicas sanitarias móviles. De los 3.600 niños menores de cinco años que tratamos en las provincias de Herat y Ghor en octubre, 808 padecían desnutrición aguda moderada o grave, mientras que 2.694 recibieron tratamiento para infecciones respiratorias agudas.

El invierno es ahora lo que más tememos. Nos estamos quedando rápidamente sin tiempo para hacer llegar la ayuda alimentaria a los pueblos que pronto serán inaccesibles

Es desgarrador visitar estas clínicas y conocer a madres jóvenes que comparten historias de su lucha por sobrevivir con casi nada. El personal médico atiende a los más vulnerables, incluyendo a las personas desplazadas por el conflicto y que viven en la más absoluta pobreza. También miden los brazos de los niños como indicador de su grado de desnutrición. Los más débiles son enviados a las salas de nutrición especializadas de los hospitales, que se llenan de niños, a veces varios por cama, y las muertes son cada vez más frecuentes.

La situación ya era mala antes de que los talibanes tomaran el control de Kabul en agosto. La sequía, muy probablemente agravada por el cambio climático, y el conflicto que había desplazado a decenas de miles de personas, habían creado las condiciones iniciales para esta crisis. Pero una situación que ya era mala ha empeorado considerablemente. La financiación internacional que apoyaba sectores cruciales como la sanidad y la educación y el desarrollo se ha suspendido en gran medida; se ha producido una implosión del sistema sanitario debido a que el Banco Mundial ha interrumpido la financiación normal de los salarios y los gastos de funcionamiento de hospitales y clínicas; y las sanciones, las medidas antiterroristas y las restricciones impuestas a los flujos de efectivo hacia Afganistán, han provocado una crisis de financiación y liquidez.

El pueblo de Afganistán está pagando ahora un precio muy alto por estas restricciones, que han generado una nueva clase de hambrientos urbanos que no tienen trabajo y se enfrentan a una economía en caída libre. Se prevé que la mitad de los niños menores de cinco años –alrededor de 3,2 millones– sufrirán desnutrición aguda a finales de año. Mientras que un millón corren el riesgo de morir si no reciben un tratamiento vital inmediato.

Se necesitarán 177 millones de euros al mes solo para mantener el suministro de alimentos

Al igual que fue necesaria una operación internacional masiva para ayudar a miles de personas a evacuar Kabul tras la toma del poder por parte de los talibanes, va a ser necesario algo similar entre las ONG humanitarias y las agencias de la ONU que todavía están en Afganistán, para alimentar a la gente en los próximos meses. A pesar de que los gobiernos donantes prometieron recientemente más de 1.000 millones de dólares (885 millones de euros) tras una avalancha de apoyo y atención mundial, el llamamiento humanitario sigue sin tener fondos suficientes. Se necesitarán más de 200 millones de dólares (177 millones de euros) al mes solo para mantener el suministro de alimentos.

El calendario y la trayectoria de esta emergencia empiezan a estar claros. En unos días, la gente de muchos países se sentará a cenar por Navidad y a desenvolver paquetes para encontrarse con imágenes en sus televisores de niños y niñas hambrientos, y demacrados en aldeas afganas empobrecidas. Queremos pensar que se producirá una avalancha de generosidad. Pero para entonces podría ser demasiado tarde. Llevar los camiones de alimentos a través de los puertos de montaña será casi imposible. Y los niños debilitados por la desnutrición ya estarán muriendo de frío, de enfermedades como la tuberculosis y las infecciones respiratorias. Cuando finalmente se declaró la hambruna en Somalia en 2012, fue demasiado tarde, ya que muchas de las 260.000 personas que finalmente murieron ya lo habían hecho. La magnitud de esta crisis puede ser peor. No debemos permitir que eso se repita.

El momento de actuar es ahora. El momento de desbloquear la financiación para salvar vidas es inmediato. El momento de dar es hoy.


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