John Antón Sánchez, antropólogo: “En la COP30 aspiramos al reconocimiento pleno de los afrodescendientes como pueblos que protegen la biodiversidad”
El académico pide que se les deje de considerar como a los descendientes de africanos esclavizados y exige derechos colectivos sobre el territorio y participación política, además de acceso a los fondos climáticos
El mundo arranca una de las negociaciones climáticas más decisivas de la década. Desde el 10 hasta el 21 de noviembre, Belém do Pará es la sede de la COP30, la primera Conferencia de las Partes celebrada en la Amazonía, ese bioma que sostiene el equilibrio climático planetario y que, al mismo tiempo, vive una amenaza de colapso. Gobiernos, organizaciones y pueblos indígenas preparan sus estrategias. Pero otra voz, tan antigua como silenciada, reclama también ocupar su lugar en la mesa global: la de los pueblos afrodescendientes.
Los 200 millones de afrodescendientes de América Latina y el Caribe habitan territorios donde la crisis climática se expresa con mayor crudeza, pero también donde han protegido, sin apenas reconocimiento, los equilibrios ecológicos.
El antropólogo ecuatoriano John Antón Sánchez (Colombia, 53 años), es una de las referencias intelectuales en América Latina sobre tierras colectivas y derechos territoriales afrodescendientes. Los días previos a la cumbre viajó a Europa para asegurar que, en Belém Do Pará, “no se repita la historia de exclusiones y negación que han marcado las grandes cumbres climáticas”.
No somos minorías étnicas ni identidades fragmentadas entre continentes. No somos africanos desplazados ni europeos racializados. Somos pueblos originarios de América, con instituciones propias, con cosmovisiones que han sostenido la vida, la cultura y los territorios durante generaciones
Su mensaje es claro: el futuro de los derechos afrodescendientes depende de que la comunidad internacional los reconozca como pueblos con derechos colectivos, en igualdad con los pueblos indígenas. “La afrodescendencia es una expresión civilizatoria originaria de las Américas”, expresa Sánchez marcando una narración que contrasta con el modo en que la comunidad internacional ha mirado hasta ahora a los descendientes de africanos esclavizados.
Sánchez es profesor en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), nació en Colombia, pero se formó, vive y trabaja en Ecuador. Se reconoce como afrodescendiente, académico y militante y sostiene que “no somos minorías étnicas ni identidades fragmentadas entre continentes. No somos africanos desplazados ni europeos racializados. Somos pueblos originarios de América, con instituciones propias, con cosmovisiones que han sostenido la vida, la cultura y los territorios durante generaciones”.
Por eso insiste en la necesidad de un cambio jurídico crucial y urgente: “Tenemos garantizados los derechos individuales desde 1948. Eso ya está. Lo que falta es el reconocimiento de derechos colectivos: territorio, autonomía, participación política. El derecho a existir como pueblo”. Esta demanda se proyecta a Naciones Unidas, que recientemente ha proclamado el Segundo Decenio Internacional de los Afrodescendientes para el período 2025-2034, donde Sánchez exige que la futura Declaración de Derechos de los Afrodescendientes deje de concebirlos como sujetos individuales y asuma que “somos pueblos con memoria, con futuro y con derechos”.
Esta vez, las comunidades afrodescendientes llegarán a la Amazonía no para observar, sino para incidir
La base política de esta propuesta hunde sus raíces en una genealogía intelectual que va de Frantz Fanon a Lélia González, pasando por experiencias comunitarias que desafiaron la lógica esclavista. Lo llama pensamiento cimarrón, nacido en los palenques y quilombos donde las personas antes esclavizadas construyeron libertad cuando la libertad para ellas era ilegal. “Herederos de ese legado —añade Sánchez—, defendemos una ciudadanía plena y colectiva. Una ciudadanía intercultural y antirracista”. Ese pensamiento, insiste, no acepta que la democracia se limite a quienes ya gozan de privilegios. La democracia, defiende, debe reconocer a quienes han sostenido el planeta sin ser reconocidos ni siquiera como seres humanos, durante siglos.
“En la COP30 aspiramos al reconocimiento pleno de los afrodescendientes como pueblos que protegen la biodiversidad con prácticas ancestrales de sostenibilidad, al acceso directo a los fondos climáticos globales, de los que hoy estamos excluidos pese a vivir en zonas de máximo riesgo, y a reivindicar con fuerza el protagonismo de las mujeres afrodescendientes en la toma de decisiones sobre la transición ecológica, reconociendo su papel clave como guardianas de la vida. Sin ellas no hay futuro climático posible”.
En 2024, durante la COP16 de la Diversidad Biológica celebrada en Cali, Colombia, se alcanzó un hito histórico: por primera vez se reconoció explícitamente el papel de los pueblos afrodescendientes en la conservación de la biodiversidad, invitando a las Partes a valorar sus conocimientos tradicionales y garantizar su participación en la implementación del Convenio sobre la Diversidad Biológica. “Colombia abrió la puerta. Ahora esperamos que Brasil no la vuelva a cerrar”, sostiene Sánchez.
Piensa que los obstáculos son, sin embargo, numerosos. “Se nos sigue negando como actores políticos. Se olvida que la modernidad y el capitalismo nacieron de la esclavitud”. La representación afrodescendiente, además, sigue siendo marginal en los espacios globales de negociación y advierte Sánchez también de una tensión interétnica con sectores del movimiento indígena. “Afrodescendientes e indígenas compartimos historias de despojo y resistencia. No podemos permitir que nos dividan las disputas por la visibilidad”.
Aun así, el antropólogo mira hacia la COP30 con una mezcla de firmeza y esperanza. “En sus territorios, los que habitan desde antes de las conformaciones de los Estados nacionales de América Latina y el Caribe, se juega buena parte de las soluciones o los fracasos de la transición ecológica”. Y añade: “No pedimos un favor. Reclamamos el lugar que nos corresponde por lo que hemos hecho, y seguimos haciendo, sostener la vida”.