Datos para alimentar el movimiento feminista africano
Una investigación desvela las consecuencias de la invisibilidad de las mujeres en las estadísticas y hace recomendaciones para convertirlas en herramientas de transformación contra la desigualdad
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El punto de partida es sencillo: lo que no se ve, no existe. Eso es lo que les pasa a las mujeres en los conjuntos de datos recogidos en África. Esa es, también, una de las conclusiones a las que ha llegado el equipo de Pollicy, una organización ugandesa que trabaja sobre la gestión de estos y la tecnología cívica para el desarrollo. Un estudio realizado por las investigadoras Neema Iyer, Chenai Chair y Garnett Achieng pone de manifiesto la escasez de información sobre mujeres en África y su consecuencia directa, como la falta de conocimientos para adoptar las medidas necesarias que atajen los problemas a los que se enfrentan en el continente. Por ello, su investigación desemboca en unas recomendaciones para conseguir que los datos sean una nueva herramienta de la lucha feminista africana.
“A menudo no existen estimaciones básicas de población para las personas LGBTQIA+ y para migrantes forzados, por ejemplo, lo que permite a algunos gobiernos negar su existencia, es decir, hacerlos invisibles. Los datos recogidos sobre los grupos marginados los hacen visibles y permiten atender sus necesidades”, dice el informe.
Una de las primeras aportaciones de Afrofeminist Data Futures, el ilustrativo título de esta investigación, es una cartografía de las organizaciones feministas del continente. Una aproximación inicial ha permitido a las expertas identificar más de 140 colectivos radicados en una treintena de países. “Nos dimos cuenta de que no había un lugar centralizado en el que se estuviesen documentando las organizaciones de todo África subsahariana que realizan un trabajo radical y en pro de la igualdad. Esperamos que sirva como punto de conexión, de creación de redes, de comprensión de la amplitud del trabajo, así como de identificación de las lagunas existentes”, explica Neema Iyer, una de las autoras del informe y fundadora de Pollicy.
La investigación apunta a un ejemplo muy concreto de esta invisibilidad. “Los datos de género han permanecido sub-recolectados”, explican, “ya que existen grandes lagunas en las bases nacionales e internacionales. Un estudio realizado en 2019 por Data 2X (una plataforma internacional) sobre las estadísticas nacionales de 15 países africanos, incluidas potencias económicas y digitales como Kenia, Nigeria y Sudáfrica, reveló que solo se disponía de información desglosada por sexo para el 52% de los indicadores relevantes para el género” y que “ningún indicador del ámbito medioambiental contaba con esta distinción”. Para las investigadoras hay un primer motivo simple y directo de esta falta de informaciones: “Esto se debe al menor valor que algunas sociedades otorgan a las mujeres y las niñas”.
La falta de datos desglosados por género se debe al menor valor que algunas sociedades otorgan a las mujeres y las niñas
Las dos caras de los datos
En todo caso, Iyer, recuerda que la recogida de datos tiene a menudo dos caras: visibilidad y exposición. “Van de la mano y dependen mucho del contexto”, explica esta tecnóloga, “por ejemplo, cuando las mujeres hablan de temas como la violencia sexual, esto las hace muy visibles para la sociedad y prepara el terreno, incluso, para que vayan a la policía a denunciarlo; pero a su vez las expone a peligros como el juicio moral que se convierte en abuso o lo que se conoce como el trauma secundario que puede suponer el dolor de tener que relatar una situación traumática o de no ser creída”.
Sin embargo, las empresas, sobre todo las del sector tecnológico, no se han contagiado del desinterés de la mayor parte de los gobiernos e instituciones internacionales por incluir a las mujeres en sus recolecciones de datos. El estudio constata: “África ha sido considerada un tesoro de información sin explotar, y las grandes empresas tecnológicas se apresuran a crear infraestructuras digitales para su beneficio”. Por eso, a menudo las investigaciones no tienen más remedio que recurrir a las plataformas de “redes sociales que recopilan y producen regularmente una gran cantidad de datos sobre diversos temas”
Aunque este último recurso no puede hacer perder de vista las condiciones que denuncian las investigadoras: por un lado el propio acceso parcial a esas informaciones; por otro, la complicación para las organizaciones de base para gestionarlas; pero, sobre todo, en tercer lugar, las dudas respecto a la ética en la recogida y en el uso, principalmente en lo que se refiere a la privacidad y la seguridad de los usuarios.
“Las empresas tecnológicas”, relata Iyer, “se han aprovechado de una legislación mínima de protección y de la competencia local para establecer soluciones de comunicación para el mercado africano con el fin de recopilar informaciones de los usuarios”. La fundadora de la organización ugandesa explica que “esa información adopta la forma de identidades, comportamientos y creencias de los consumidores y se utilizan principalmente con fines lucrativos mediante la venta a terceros, ya sean actores políticos o anunciantes”. Es lo que se conoce como “extractivismo digital”, que se considera una nueva forma de explotación de los recursos del continente, heredero directo, según las expertas, del colonialismo y del “capitalismo digital sin fronteras”.
No basta únicamente con incorporar la variable de género en la recogida de datos, sino que hay que ‘feminizar’ todo ese proceso, para prevenir los efectos perniciosos en las estadísticas
Por ese motivo, no basta únicamente con incorporar la variable de género en la recogida de datos, sino que hay que feminizar todo ese proceso, para prevenir los efectos perniciosos de esa aparición en las estadísticas. A partir de las reflexiones de las investigadoras, colonialismo, machismo y racismo siguen marcando las acciones de colecta, por lo que, en realidad la propuesta que hace el informe Afrofeminist Data Futures pasa por un cambio radical: “Hay que tener en cuenta la dinámica de poder”, advierte Neema Iyer, “entre quienes los recogen y quienes los ofrecen. Si eres un refugiado que depende de las raciones de comida y un organismo internacional te pide tus datos biométricos para seguir recibiéndolas, es mucho menos probable que te niegues. Estas asimetrías de poder se trasladan a la falta de garantías de cómo se manejarán a largo plazo”.
Encuestas nacionales inexistentes o desactualizadas
Otra de las críticas es a la poca actualización de las encuestas nacionales o la falta de rigor de algunas de las colecciones estudiadas; pero también el menor acceso de las africanas a Internet, la falta de conocimientos para la explotación de estos y las trabas burocráticas para acceder, que obligan a las organizaciones feministas a invertir unos recursos, en tiempo y en dinero, que creen que podrían dedicar a prestar un servicio directo a sus beneficiarias.
Las investigadoras no se han conformado con hacer una radiografía de la situación actual sino que han querido formular un plan de acción que lleva a las organizaciones feministas a poder aprovechar el potencial de los datos para generar cambios. Reclaman a los gobiernos que generen estructuras de recopilación de informaciones “independientes y no partidistas que rindan cuentas a los ciudadanos” y que produzcan información “abierta, en formatos accesibles, verificables y replicables”, con un “enfoque interseccional” que supone cuestionar “dinámicas de poder que surgen del patriarcado, el clasismo, el sexismo, el racismo o el capacitismo”.
La responsable de Pollicy, que también es una de las investigadoras, Neema Iyer, explica gráficamente la necesidad de feminizar y africanizar esos procesos: “Tenemos que pensar de manera más creativa en formas alternativas de investigación basadas en la narración de historias, en las etnografías digitales, en la comprensión de las culturas y las prácticas y en cómo preservarlas. Otra forma de ser y conocer. Por ejemplo, me exaspera cuando la gente juzga la inteligencia de una persona basándose en lo bien que habla una lengua colonial ya sea el inglés o el francés y descarta a las personas que no las hablan. Hay tanto conocimiento local que puede perderse de esta manera porque seguimos estando mentalmente colonizadas”.
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