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No abandonar la lucha climática

La COP30 debe lanzar un mensaje claro contra el negacionismo y la inacción justo cuando flaquea el compromiso de los grandes contaminantes

La cumbre del clima COP30 comienza este lunes en Belém (Brasil) entre fuertes resistencias ideológicas a hacer frente a la crisis climática alimentadas por el populismo negacionista. Hace 10 años, 195 países sellaron en París un histórico acuerdo por el que se comprometían a que la temperatura no aumentase 2 grados sobre los niveles preindustriales y que en lo posible no se rebasasen los 1,5. Para ello, resultaba imprescindible reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, el mundo ha seguido atado a la quema de combustibles fósiles: 2023, 2024 y 2025 son los tres años más calurosos registrados. El año pasado, en el que creció a velocidad récord la concentración en la atmósfera de CO₂, ya se alcanzó ese límite de los 1,5 grados y es inevitable que se sobrepase durante la próxima década.

En plena urgencia para invertir esa tendencia, el regreso de Trump a la Casa Blanca ha dado alas al negacionismo en todo el planeta. EE UU decidió en enero retirarse del Acuerdo de París por segunda vez, se ha desvinculado explícitamente del informe de la ONU sobre las emisiones y amenaza con aranceles a los países que apoyen una tasa ambiental al transporte marítimo. Trump ha decidido no solo dar la espalda a la ciencia, sino abandonar la lucha ante una amenaza existencial para la humanidad.

A su estela, el crecimiento de la ultraderecha ha llevado, en particular en la UE, a los partidos conservadores moderados a retroceder en las políticas medioambientales. Buena muestra es que la reforma de la Ley Europea del Clima, acordada la semana pasada, mantiene la reducción de las emisiones en un 90% para 2040 respecto a 1990, pero incluye concesiones a los socios reticentes, una rebaja de ambición en la que han desempeñado un papel fundamental grandes Estados como Alemania o Francia.

La cita de Belém se abre así con sombrías perspectivas de que se alcancen acuerdos de un mínimo calado. EE UU, responsable del 11% de las emisiones mundiales, boicotea la cumbre, mientras que China, el mayor emisor mundial, India y Rusia —entre los tres suman casi otro 43% de las emisiones— envían delegaciones de segundo nivel. 115 de los 195 firmantes del Acuerdo de París han incumplido su compromiso de remitir a la ONU sus objetivos de recorte de emisiones para 2035. La anterior cita, hace un año en Bakú, ya acabó con un acuerdo limitado que quedó muy lejos de lo que reclamaban las economías en desarrollo, pero al menos mostró una resistencia del multilateralismo que esta vez es mucho más indispensable.

La esperanza —y la paradoja— es que el mundo nunca se ha encontrado en mejor situación para ir abandonando los combustibles fósiles, gracias al avance de las renovables y de la movilidad eléctrica. De Belém debe salir un mensaje contundente en ese sentido. La batalla no es ideológica, sino por la simple supervivencia.

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