Un bulo de 50 millones de dólares
Israel autorizó en junio una campaña para difundir entre los usuarios europeos de plataformas su propaganda sobre Gaza
Para entender la intensa, prolongada y productiva relación que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, mantiene desde hace décadas con el uso de la mentira como instrumento en el ejercicio del poder, basta echar un vistazo al trabajo de algunos de sus biógrafos. Por ejemplo a The Netanyahu Years (Thomas Dunne Books, 2017), del periodista israelí Ben Caspit. En 1996, logró, contra todo pronóstico, ganar sus primeras elecciones al socialdemócrata Simón Peres, a quien acusó machaconamente de querer dividir Jerusalén. El bulo, eje de la campaña, fue inventado por su asesor político, el estadounidense Arthur Finkelstein, considerado padre de las campañas en negativo. Años más tarde, en las elecciones de 2015, distribuyó vídeos falsos y aseguró que “hordas de árabes” estaban acudiendo a votar en autobuses financiados por ONG de izquierda. “Netanyahu tiende a creerse sus historias. La diferencia entre la realidad y la ficción se difumina en su mente y a menudo se construye una realidad alternativa que gradualmente se convence de que es cierta”, asegura Ben Caspit en su libro. El periodista recuerda, además, cómo Netanyahu niega haber votado cuatro veces en el pasado a favor de la “desconexión” o retirada unilateral de los asentamientos israelíes de la franja de Gaza y de una parte del norte de Cisjordania, el plan propuesto en 2004 por el entonces primer ministro Ariel Sharon.
Con Netanyahu en el poder, Israel ha desarrollado imponentes infraestructuras tecnológicas que han colocado a su país a la vanguardia en el uso de la propaganda y las campañas digitales como arma en la era de las guerras híbridas, las redes sociales y la inteligencia artificial. Y con este arsenal, el Gobierno israelí afronta hoy una misión mucho más compleja: ganar la batalla de la opinión pública internacional mientras sigue perpetrando un genocidio en Gaza. Mientras el mundo se estremecía este verano ante las imágenes de pequeños gazatíes muertos, heridos o en estado de desnutrición severa, Israel activaba una campaña de desinformación a gran escala para demostrar que la comida no faltaba en la Franja y que las agencias internacionales mentían cuando en agosto declararon la hambruna en Gaza. Las líneas maestras de esta campaña, reveladas por la investigación del consorcio europeo Eurovision News Spotlight, ponen de manifiesto que no existen límites en la forma en que una desinformación puede presentarse en nuestro teléfono móvil.
El Gobierno israelí autorizó, en junio de este año, un desembolso de alrededor de 50 millones de dólares para que sus mensajes sobre Gaza aparezcan en los dispositivos de los usuarios europeos cuando miren vídeos en YouTube, consulten las redes de Meta o X o realicen búsquedas en Google relacionadas con la hambruna, Gaza o las organizaciones internacionales. Israel paga y difunde vídeos donde aparecen bulliciosos mercados de Gaza con puestos repletos de frutas y verduras y clientes que pasean en una escena de total normalidad. “¿Dónde está el hambre?”, interpela un rótulo sobreimpresionado. En agosto, un contrato sin licitación permitió desbloquear 70.000 dólares adicionales para que 15 jóvenes estadounidenses, influencers simpatizantes de Trump se grabaran en Israel y ayudaran de esta manera a reforzar el apoyo entre los republicanos, cada vez más divididos sobre el respaldo a la guerra.
Mientras Netanyahu multiplica las acciones en los entornos digitales, los datos sugieren que cada día es más profunda su derrota en la guerra de las redes. Según la herramienta de análisis social Talkwalker, la conversación sobre Israel en el mundo durante la última semana se concentra en X, se formula mayoritariamente en términos negativos y es liderada por usuarios que comparten publicaciones críticas, como el boicot a Israel de 400 músicos a través de la iniciativa No music for genocide o los mensajes de solidaridad con Gaza durante la gala de entrega de los premios Emmy de televisión.