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Nuestras certezas se desmoronan

Una mejor defensa europea no significa una desbocada carrera armamentista: un pacifismo armado equidista de la ingenuidad y de la retórica guerrera

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el Parlamento Europeo en Estrasburgo, este martes.Pascal Bastien (AP/LaPresse)

Dos meses, pronto, de Donald Trump. Con él ascienden las autocracias populistas. Y capota la democracia. Nuestras certezas se desmoronan: no hay incertidumbre, sino desconcierto:

1.-El jefe de Occidente se pasa de bando. El sancionado Putin parlotea de “...

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Dos meses, pronto, de Donald Trump. Con él ascienden las autocracias populistas. Y capota la democracia. Nuestras certezas se desmoronan: no hay incertidumbre, sino desconcierto:

1.-El jefe de Occidente se pasa de bando. El sancionado Putin parlotea de “nuestros socios (¡!) estadounidenses”. La argamasa del bloque se derrumba, las alianzas crujen, se fragua una urdimbre liberal. El mundo democrático compacto y el orden multilateral de 1945 se evaporan. Las instituciones compartidas se residualizan. Las reemplaza el desorden. El trato despótico. La inestabilidad.

2.-La corrupción de valores y del Estado de derecho deviene norma. Un delincuente preside la superpotencia. Trata a millones de inmigrantes como si lo fueran. La Casa Blanca se troca en plató publicitario del hombre más rico del mundo, Elon Musk, icono de la oligarquía tech consorciada con Moscú.

3.- Magnates comisarios. Antes los riquísimos influían, amparaban, promovían Gobiernos. Con Musk pasan a ejercer la política directa. Sus negocios se entremezclan con la acción exterior de Washington. Pero el mercado existe, Tesla tiembla. Los inversores se retranquean. Las Bolsas norteamericanas caen. Y en Montecitorio, los contratos de satélites muskiteros con Italia, esa inversión en espionaje contra uno mismo, indignan.

4.-La Alianza Atlántica, esterilizada. Su bóveda, la defensa mutua (artículo 5 del Tratado de Washington) es asediada por un presidente de EE UU que amenaza la soberanía nacional (danesa) con anexionarse parte de su territorio (Groenlandia).

5.-Europa sin paraguas de seguridad: ese es el efecto del asedio interno a la OTAN. Su defensa se había licenciado a EE UU (a cambio de una alineación, a veces crítica, global). Ahora debe organizarla por y para sí. El reto remueve cimientos. El imperativo kantiano de paz exige ahora inversión: ojalá mejor (europea en servicios y material). Mejor defensa no significa desbocada carrera armamentista: un pacifismo armado equidista de la ingenuidad y de la retórica guerrera.

6.-Alemania invierte a granel en defensa, infraestructuras, medio ambiente. Acelera el fin del austeritarismo (lo hilvanó con los eurobonos), que empezó en el hogar de su inventor. Deja de ser el enfermo de Europa. Y la UE otea el relanzamiento económico.

7.-La UE reacciona, pausada pero segura. Da saltos acelerados, en inversión, defensa, autonomía industrial, política exterior: algunos, improvisados, poco y mal explicados. Ya no es un drama que las Conclusiones del Consejo Europeo se firmen a 26: el chantaje de Hungría cotiza cero. Se recupera, toca madera, a Reino Unido. Se otea una UE convertida en Europa +. Con un desatino, ay, en la patria de los derechos humanos: Ursula von der Leyen pasa a patrocinar las deportaciones ultras de inmigrantes. O lo impedimos ―porque ¿es esa la Europa a defender?― o el Tribunal de Justicia deberá desguazar el dislate.

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