Proteger a la infancia en Haití

La crisis de violencia y pobreza que atraviesa el país marcará su futuro porque afecta sobre todo a los menores

Dos niños juegan en una escuela pública usada como refugio para personas desplazadas por la violencia de las pandillas en Puerto Príncipe, en junio pasado.Sandrine Exil

Haití, un país sumido en el caos político y social desde hace décadas, afronta una crisis devastadora que golpea con especial crudeza a los más vulnerables: los niños. La infancia haitiana está atrapada en una espiral de violencia, abandono y pobreza extrema. Violaciones sistemáticas, reclutamiento forzoso por grupos armados, hambre y el cierre masivo de escuelas han convertido a Haití en un territorio hostil para su propia niñez.

Según datos de un estudio reciente de Unicef, aproximadamente 1,2 millones de niños viven bajo la constante amenaza de la violencia armada, y se calcula que tres millones requerirán ayuda humanitaria urgente en 2025. El colapso del Estado ha dejado a la infancia expuesta a los peores horrores. Las bandas criminales han ocupado el vacío de poder, convirtiendo barrios enteros en zonas de guerra donde el secuestro, el abuso sexual y la extorsión son moneda corriente. Las pandillas controlan el 85% de Puerto Príncipe, y el número de niños y niñas reclutados por estas bandas ha aumentado un 70% en el último año. Actualmente, se estima que la mitad de los miembros de grupos armados son menores, algunos de tan solo ocho años. Sin acceso a educación, salud ni seguridad, crecen en un entorno marcado por el miedo y la desesperanza.

A esto se suma una crisis alimentaria que amenaza con convertirse en una catástrofe irreversible. La falta de acceso a alimentos básicos afecta a más de la mitad de la población infantil, lo que genera problemas de desnutrición crónica. Las organizaciones humanitarias tienen serias dificultades para distribuir ayuda a causa de la inseguridad y la inestabilidad política, lo que agrava la situación. Muchas escuelas han cerrado forzadas debido a la violencia o a la destrucción de sus infraestructuras por desastres naturales, lo que limita las oportunidades de futuro de los niños.

Haití no es solo una nación empobrecida; es una sociedad atrapada en un ciclo de inestabilidad política, desastres naturales y abandono global. La comunidad internacional ha demostrado una preocupante falta de compromiso con la reconstrucción de Haití, limitándose a respuestas reac­tivas y temporales. La ayuda humanitaria, aunque crucial, no es suficiente si no se acompaña de una estrategia de desarrollo que permita la recuperación social del país.

Las autoridades haitianas, por su parte, también deben asumir su responsabilidad y trabajar para garantizar los derechos de la infancia. Es fundamental que se refuercen las instituciones, se combata la corrupción y se implemente un plan efectivo para la seguridad ciudadana. Sin estos elementos, cualquier esfuerzo humanitario quedará reducido a un paliativo temporal. La infancia haitiana no puede esperar más. Haití necesita una intervención decidida y coordinada que garantice la protección de los niños y siente las bases para una recuperación real y sostenible. Supone una obligación moral y un imperativo humanitario.

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