Europa debe unirse ante ‘el Padrino’ Trump

La UE tiene que ser fuerte para afrontar el segundo mandato de un presidente que trata a amigos y enemigos como el Don Corleone de Coppola

Trump, el día 16 en su residencia de Mar-a-Lago en Palm Beach (Florida).Brian Snyder (REUTERS)

Imaginemos a Don Vito Corleone de El Padrino en la boda de su hija. Rodeado de familiares y amigos, su consigliere de confianza y aduladores de todo tipo que le colman de regalos y elogios. A cambio, ofrece protección y favores con los que se asegura de que estén en deuda con él y le sean leales en el futuro.

Ahora imaginemos a Donald Trump en Mar-a-Lago. El presidente disfruta de la atención de sus consejeros, nuevos y viejos, ...

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Imaginemos a Don Vito Corleone de El Padrino en la boda de su hija. Rodeado de familiares y amigos, su consigliere de confianza y aduladores de todo tipo que le colman de regalos y elogios. A cambio, ofrece protección y favores con los que se asegura de que estén en deuda con él y le sean leales en el futuro.

Ahora imaginemos a Donald Trump en Mar-a-Lago. El presidente disfruta de la atención de sus consejeros, nuevos y viejos, recibe a invitados extranjeros y coloca a su gente en altos cargos de Washington. Le llueven las muestras de lealtad. El ambiente es exultante; una larga fiesta para celebrar la victoria antes de que comiencen las responsabilidades de la Casa Blanca.

Desde el otro lado del Atlántico, los europeos también envían regalos. El Don de Mar-a-Lago recibe con agrado las promesas de comprar más armas y gas estadounidenses. Pero el momento de paz y buena voluntad puede resultar engañoso. La esperanza es mala consejera. Lo que debería estar haciendo Europa es prepararse para afrontar las fuerzas disruptivas que puede desencadenar un presidente y comandante en jefe poderoso y de ira fácil. Y Trump, como Corleone, huele el miedo.

Los líderes europeos, que se reunieron el jueves en una cumbre sobre Europa en el mundo (es decir, sobre Trump), saben que nuestra situación es más complicada que en 2017. Para empezar, Trump es más fuerte. Tiene más experiencia y está mejor preparado que cuando ganó por primera vez. Dentro de su país tiene el control del Partido Republicano, el Congreso y el Tribunal Supremo, lo que significa que no tiene oposición.

Más preocupante es lo que se ha deteriorado la posición de Europa en los últimos ocho años. La guerra de Rusia contra Ucrania ha hecho que el Gobierno estadounidense tenga aún más influencia entre sus aliados desde 2022. Para los países de Europa del Este, la posibilidad de invasión rusa es una grave amenaza que hay que evitar como sea. Y el entorno de Trump no tiene reparos a la hora de aprovechar esa ventaja.

El otro factor que debilita a Europa es la economía. Los gobiernos de la UE, debido a un crecimiento lento o a una enorme deuda pública, tienen escaso margen para aguantar en caso de sacudidas. En una situación así, los aranceles de Trump podrían hacer que ese ligero crecimiento se acabe convirtiendo en una recesión. Trump no dudará en favorecer a unos países y castigar a otros para causar divisiones entre ellos.

Por consiguiente, el mejor recurso político es un frente unido. En 2017, cuando Donald Tusk, hoy primer ministro de Polonia, era presidente del Consejo Europeo (entre 2014 y 2019), advirtió a sus colegas: “Unidos, resistiremos; divididos, perderemos”. La entonces canciller alemana, Angela Merkel, compartía y respaldaba esa misión. Aunque Trump le tenía antipatía, por ser alemana y por ser mujer (dos factores que también pesan en el caso de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen), su papel en la unidad de Europa hasta 2021 fue innegable.

Si pasamos a la situación actual, no está claro quién va a ser el emisario de Europa en la Casa Blanca. Algunos líderes tienen experiencia porque ya vivieron el primer mandato de Trump, entre ellos, Tusk y el hombre que el 1 de diciembre asumió la presidencia del Consejo Europeo, el ex primer ministro de Portugal António Costa.

Emmanuel Macron, que también estaba entonces, trató de impresionar a su invitado estadounidense en 2017 con el glamur parisiense (desfile en la Bastilla, cena en la Torre Eiffel), pero Trump también se irritó a veces con él. Y Trump, como Don Vito, es rencoroso. Eso no le impidió asistir a la gran reapertura de Notre Dame en París y darse palmadas en la espalda y firmes apretones de manos con el presidente francés para las cámaras. La foto con el otro invitado de honor, el presidente ucranio Volodímir Zelenski, garantiza que esta línea de diálogo permanezca abierta.

Otras dos caras conocidas para Trump son las de Mark Rutte, entonces primer ministro holandés y ahora jefe de la OTAN —por tanto, el encargado de congraciarse con él en materia de defensa—, y Viktor Orbán, su máximo aliado ideológico en Europa. Recientemente, se le preguntó a António Costa si piensa aprovechar el acceso privilegiado que tiene el dirigente húngaro a la Casa Blanca, a lo que respondió: “Los miembros del Consejo son personas que me ayudan en mi trabajo. (…) Es bien sabido que Orbán tiene una estrecha relación con Trump. No hay duda de que eso es una ventaja”.

El español Pedro Sánchez se apresuró a felicitar a Trump por su victoria electoral, lo que indica que hay un deseo de mejorar las relaciones. Sánchez también es uno de los pocos dirigentes europeos cuyo mandato coincidió parcialmente con el primero de Trump.

Sin embargo, el firme apoyo de España a Palestina tiene más probabilidades de granjearle enemigos que amigos en Washington, a menos, claro está, que fuera posible aprovechar esa posición en unas negociaciones encabezadas por Estados Unidos en Oriente Próximo. Por ejemplo, España podría servir de puente diplomático para facilitar el diálogo con los países árabes. Otro aspecto conflictivo puede ser la insistencia de Estados Unidos en que se aumente el gasto en defensa por encima del actual 1,3% del PIB español. A pesar de que España tiene mejores perspectivas económicas, a Sánchez le puede ser más difícil que a otros líderes europeos convencer a los ciudadanos de que deben aportar más dinero por una guerra en el flanco oriental de Europa. Asimismo, el hecho de que Estados Unidos reconociera la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental fue otro posible factor de tensión. El entonces presidente Trump no tuvo en cuenta los intereses históricos y geopolíticos de España en la región y, con su decisión unilateral, colocó al Gobierno de Sánchez en una posición delicada y dejó bien claro que no se sentía obligado a consultar a sus aliados europeos. Es inevitable que vuelva a haber medidas impredecibles de este tipo, que subrayan lo necesarias que son la solidaridad y la unidad entre las naciones de la UE.

Al elenco se ha incorporado un nuevo miembro que es la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. Trump la elogió de forma entusiasta hace poco: “Es una dirigente y una persona fantástica”. Dentro de la UE, la líder de Hermanos de Italia ha sabido situarse entre Orbán y el centroderecha. Nacida en Roma, el estilo político de Trump, al contrario de lo que le pasaba a Merkel, le resulta familiar. Aun así, también ella va a descubrir que Mar-a-Lago no es como la boda de Don Vito Corleone: aquí, la palabra no siempre se cumple.

Si algo nos enseña la película de Coppola es que el Don exige respeto a los protegidos, pero respeta a sus iguales. Los suplicantes están en deuda con él por lo que ha hecho por ellos, pero un igual merece participar en una transacción comercial. Por eso, lo primero que debe hacer Europa es aprender a respetarse a sí misma y descubrir la fuerza que puede tener si le habla de tú a tú a Trump.


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