Clases de catalán

Los lectores escriben sobre la enseñanza del catalán y sus alumnos, el conflicto venezolano, la actuación española en los Juegos Paralímpicos, la financiación de Madrid y los inmigrantes

Clase de catalán en un colegio público de Lleida.HERMINIA SIRVENT

Ya es septiembre de matrículas. Algunos adultos se han enamorado este verano de un o una catalanoparlante. Les recibo, les apunto, mienten en la casilla del motivo por aprender catalán y contestan que por trabajo, integración, socialización… ¡Qué más da! ¡Pura estadística! Conversamos un poco, aunque sea con la ayuda de la mímica. Me interesan sus países de nacimiento y sus lenguas maternas; para el resto prefiero ir a ciegas. Estoy deseando volver a dar clase, que me enseñen a pronunciar sus nombres y reconocer cuántos se han apuntado por amor, porque se les va a notar en cada pregunta que me hagan. Pese al futuro incierto, las clases de catalán están para eso, para aprender a decir: “Bon dia, t’estimo, ballem?”.

Maria Izquierdo Burguès. L’Estartit (Girona)

Venezuela

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Ella no era ese día ella misma. Pese a su juventud, sus ojos mostraban el hastío de años de conflicto en su país. Pedí mi descafeinado habitual, pero ella no era la de siempre. Sonreía con una mueca de pena fatigada y pesada. No estaba bien. Me enseñó en el móvil unas imágenes de lo que allí sucede, que no puede dejar a nadie indiferente. Mi día también cambió y la dejé allí, con esa pesadilla en la cabeza, el terror por no saber cuál será el futuro de los suyos.

Urko Zabalo Vega. Sestao (Bizkaia)

El techo de nuestros deportistas

En los Juegos Paralímpicos de París los deportistas españoles se han superado una vez más. No importa su número de medallas; el éxito lo muestran con su superación. Para quienes compitieron en París unas semanas antes, la valoración se ha basado en el número de medallas, sin considerar sus sacrificios, los recursos de que han dispuesto o las dificultades para su conciliación familiar. Obtener 18 medallas no es poco. Si recordamos las 22 de Barcelona, las 20 de Atenas y de Londres o las 19 de Pekín, ¿no deberíamos preguntarnos si el techo de nuestros deportistas está en torno a la veintena de medallas? Y también preguntarnos cómo podría mejorarse nuestra cultura y competitividad deportiva.

Ángel Andrés Villuendas. Barcelona

El dinero de los demás

En ocasiones, no hay mejor hemeroteca que la memoria. Recuerdo a Esperanza Aguirre profesar profunda admiración por ese thatcherismo para el que “el socialismo fracasa cuando termina el dinero de los demás”. El PP lleva décadas cimentando su relato en la Comunidad de Madrid sobre regalías fiscales que ha compensado gracias a la Administración central. Ahora que debatimos de financiación autonómica y los servicios públicos madrileños están depauperados, no estaría de más que explicara a su compañera Ayuso cómo puede revertir la situación sin ayudarse del Gobierno.

Daniel Barroso Domínguez. Madrid

El miedo que damos

Íñigo Domínguez narra en su última columna algunas de las espeluznantes experiencias de los migrantes que alcanzan nuestras costas. Uno reflexiona, avergonzado, que los desesperados no piensan en el destino (no vienen por el efecto llamada, ni para delinquir, ni por remediar nuestra demografía), sino en escapar de un origen insoportable.

José Carlos Herrero Yuste. Leganés (Madrid)




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