La microeconomía

Los lectores escriben sobre los problemas económicos, las organizaciones que animan a los menores en los hospitales, el autoelogio y las relaciones de amistad que surgen en los viajes

Varios lotes de alimentos en una asociación en Madrid.Luis Sevillano

La macroeconomía va bien; sin embargo, la micro no. Ante esto, el Gobierno de coalición debe apretar un poco más para que los salarios suban. No es viable cobrar 1.080 euros al mes y tener que pagar recibos por 1.100 euros. El problema está, sobre todo, en la vivienda, ese derecho constitucional que no se cumple: el alquiler está empobreciendo a la población española más joven. Es una competencia de las comunidades autónomas, lo sabemos; también sabemos que están privatizando todo y nadie hace nada por proteger lo público, nadie. Mejorar la microeconomía es la solución; las ratios de pobreza bajarán y la pobreza infantil, también. Dejar claro a los territorios ultraliberales en manos de las derechas y los ultras que lo público no se privatiza y exigir salarios más altos sería positivo para la micro.

Victorio Martínez Armero. Móstoles (Madrid)

Alegría hospitalaria

Estos días, he tenido la suerte, por estar ocasionalmente en Pediatría, de coincidir en un hospital con dos personas de la asociación sin ánimo lucro Payasospital. Nos hemos reído juntos, y he aplaudido su esfuerzo por alegrar la estancia de los menores en un centro sanitario. Pero se me quedó en el tintero preguntarles por qué no visitaban también a las personas mayores hospitalizadas, muchas de ellas sin compañía, que tanto necesitan apoyo, acompañamiento y comprensión. Si me emociono lo suficiente, con otras personas, quizá dé un paso más allá y formemos una ONG para alegrar y acompañar a los mayores hospitalizados y olvidados, que cada día son más.

Víctor Calvo Luna. Valencia

Tedio de autoelogios

Hace años, asistí a un homenaje, un acto muy emotivo hasta que le tocó el turno de discurso a una chica que parloteó sobre sí misma. Nos detalló su currículo, alabó su capacidad de trabajo, sus cualidades como jefa y su “humildad a pesar de todo”. En un acto reflejo de sonrojo, me sumergí en la silla en la que estaba sentada. Para mi sorpresa, todo el mundo aplaudió. Me abruma escuchar a la gente alabándose a sí misma y elevando a heroicidad cualquier acto cotidiano. Me avergüenzo del discurso de sinceridad, honestidad, solidaridad de uno hacia sí mismo que continuamente se ve en las redes, en la televisión, en el trabajo o en la terraza de un café. Hemos llegado a un estado de aburrimiento y sopor insoportables.

María José Leo Fajardo. Malpartida de Cáceres

La experiencia de un viaje

Viajamos con la intención de visitar ciertos lugares, pero ¿y si lo que nos marca son las personas a las que conocemos? Vuelvo de un viaje y lo que recuerdo es, sin duda, la compañía de la buena gente que he conocido (que competía con lugares como Roma o Florencia). Es difícil olvidarse de las charlas con Rosana, Luis, Diego, Noelia, con la abuela Charo... No importa si por cansancio decides no ver los frescos de Giotto en Padúa porque prefieres la compañía a la sombra de Paula, Coral y Rocío. Pero sí, y mucho, que esas personas te lleven a ver los de Massaccio en Florencia.

Cristina González Pérez. Poio (Pontevedra)

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