Si Feijóo rompiera con el tándem Ayuso-Aznar

El líder del PP solo podrá romper con la influencia de la mandataria madrileña y del expresidente cuando Vox no le resulte necesario

Feijóo, Ayuso y Aznar, el 28 de enero en una manifestación convocada por el PP en Madrid contra la amnistía.Claudio Álvarez

Alberto Núñez Feijóo se ha vuelto un misterio como líder nacional. Tan pronto lanza guiños a Junts, o se filtra la idea de que daría un indulto condicionado a Carles Puigdemont, como se pone ...

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Alberto Núñez Feijóo se ha vuelto un misterio como líder nacional. Tan pronto lanza guiños a Junts, o se filtra la idea de que daría un indulto condicionado a Carles Puigdemont, como se pone a la cabeza contra la ley de amnistía. Y quizás la clave esté ahí: pudo haber sido un cadáver político la noche del 23-J, pero sobrevivió abrazando el favor de Isabel Díaz Ayuso, así como el todavía predicamento del aznarismo en la derecha actual. Ambos tótems atenazan ahora el discurso y la permanencia del presidente del Partido Popular.

Basta su historial como barón regional para ver que algo chirría. Desde aquel Feijóo “moderado”, colaborador con el Ejecutivo en la pandemia de la covid, o desde aquel PP que tendía la mano al PSOE en temas de Estado y que jamás habría dejado el CGPJ sin renovar, mucho ha cambiado para llegar a la voladura de puentes presente. De un lado, está la gran dependencia que el PP tuvo de Vox tras el 28-M para ganar poder autonómico y municipal. Del otro, la necesidad de Feijóo de contar con apoyos mediáticos en Madrid tras su fracaso en la investidura, para lo que adoptó el discurso que muchos querían escuchar: duro contra la amnistía, indulgente con la ultraderecha, y acrítico frente a la baronesa de Madrid. Feijóo pudo ser otro con aliados distintos, pero uno es también lo que decide escoger y, en este caso, apostó por la salvación como líder nacional.

Así que el presidente del PP conjuga las dos almas en pugna de la derecha española en la actualidad. A un lado, está el tándem del ayusismo y el aznarismo, entendido como corriente cuasidoctrinal y propia del histriónico Madrid capitalino, basada en la premisa de que “a la izquierda y a los independentistas, ni agua”. Del otro, están los nostálgicos del bipartidismo, más cercanos a Mariano Rajoy, o al Feijóo de Galicia, cuando no había problema en pactar con el PSOE o con los nacionalistas. La duda es si Feijóo podría emanciparse alguna vez del predicamento del ayusismo y el aznarismo, que abrazó tras el 23-J.

Algunas voces han querido ver esa voluntad de distanciamiento. Por ejemplo, cuando Feijóo admitió que el Gobierno de José María Aznar no gestionó “bien” el atentado del 11-M, entrevista que quedó sepultada por el comunicado de FAES asegurando que jamás llegó “ningún documento oficial que descartase definitivamente la autoría etarra”. Da igual la línea que tome el actual PP; el aznarismo tiene la última palabra, como también tiene Ayuso el lema para cada manifestación.

Sin embargo, Feijóo ha lanzado algunos órdagos en este tiempo. Nunca se supo si la filtración del indulto condicionado a Puigdemont, en mitad de los comicios gallegos del 18-F, fue un error o algo premeditado. Ahora bien, si el PP no hubiese revalidado la mayoría absoluta, el ruido de sables se habría hecho notar. No ocurrió. Por eso, la victoria de un PP ruralista y galleguista debe entenderse ya como un triunfo de la línea regionalista de Feijóo: otra derecha es posible, esa capaz de conjugar otros sentires bajo de la categoría de español, a diferencia del giro tan intransigente que enarbolaron el partido centralista Ciudadanos y el nacionalista Vox.

La prueba de que Feijóo buscaba otro PP es que está alejándose del debate sobre la amnistía. Habló en 2022 de relanzar en Cataluña un partido que apelara al “catalanismo constitucionalista”, es decir, una línea más integradora, mientras se podía leer entre líneas cierta nostalgia de los tiempos del Pacto del Majestic. Convocadas las elecciones catalanas del próximo 12 de mayo, en cambio, eligió a Alejandro Fernández, un candidato muy crítico con los acercamientos a Junts, que en verdad Feijóo ha mantenido más por urgencia que por convicción. En cambio, la situación actual en Euskadi, donde la pugna no pivota ya tanto sobre el conflicto nacional, permite recuperar una suerte de PP regionalista o moderado y centrarse en propuestas económicas y de gestión, en competición con el PNV.

A la facción de poder madrileña le pone los pelos de punta pensar en un acercamiento a Junts: dicen que eso sería “ir en contra de la base social del PP”. La derecha está ahí también partida en dos: la corriente ayusista piensa que el partido de Puigdemont es equiparable a Bildu —”con ellos, ni a la vuelta de la esquina”— y considera que en el referéndum del 1-O de 2017 quedó constatada la imposibilidad de integrar jamás al nacionalismo.

En consecuencia, muchos se preguntan cuándo podría llegar la ruptura de Feijóo con el tándem del ayusismo y el aznarismo. En esencia, cuando Vox no sea tan necesario para gobernar. Otras voces, incluso, aluden a que el episodio de la pareja de Ayuso podría mermar las posibilidades de esta de optar por La Moncloa alguna vez, aunque la memoria del votante es más bien cortoplacista. No es baladí tampoco el contrapeso que supone Juan Manuel Moreno Bonilla para que el PP periférico atenúe la fuerza del PP de Madrid. Pero no es la derecha quien más debe temer a una independencia del dirigente gallego, sino la izquierda que se beneficia del veto de Junts al PP —algo que la amnistía ha empezado a atenuar en los discursos de Puigdemont—. Es Pedro Sánchez, y no Ayuso o Aznar, quien más tiene que perder si alguna vez llega a producirse la emancipación de Feijóo.

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