Los jarrones chinos de Pedro Sánchez

Una tradición de la izquierda española es no buscar los enemigos fuera. Para qué, si los tiene en casa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este martes en el Senado. Tras él, sentado en su escaño, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.Carlos Luján (Europa Press)

Finales de enero de 2023. Madrid. Número 13 de la calle de Génova. Un empleado de Correos se presenta en la sede nacional del PP —la misma que se reformó de arriba abajo con dinero b y que Pablo Casado hizo el amago de vender para ahuyentar a los fantasmas de la corrupción— con u...

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Finales de enero de 2023. Madrid. Número 13 de la calle de Génova. Un empleado de Correos se presenta en la sede nacional del PP —la misma que se reformó de arriba abajo con dinero b y que Pablo Casado hizo el amago de vender para ahuyentar a los fantasmas de la corrupción— con un requerimiento judicial para el expresidente del partido.

—Traigo una carta certificada para Pablo Casado.

—No, ese señor [del que usted me habla] ya no viene por aquí.

—¿Y me pueden decir dónde lo puedo encontrar? —se supone que insistiría el probo cartero.

—Ni idea, oiga.

En la sede del PP tienen tantas noticias de Casado como de Albert Rivera en la de Ciudadanos. Y eso, tal y como están las cosas, es un alivio para los dos partidos. Y si no, que se lo digan a los dirigentes del PSOE y de Unidas Podemos, que, por si no tuvieran bastante con las peleas propias de un matrimonio de conveniencia, contemplan cada día cómo les crecen los jarrones chinos. Fue precisamente un socialista, Felipe González, quien advirtió hace años de que los expresidentes del Gobierno son como adornos caros en un piso pequeño: “Se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos, pero en realidad estorban en todas partes”. Dicho lo cual, se ocupó periódicamente —durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero y también ahora— de llenar de sentido su afirmación. También lo hizo José María Aznar con Mariano Rajoy, e incluso recuerdo una ocasión solemne —tal vez dos— en que lo hicieron a dúo, y hasta se reían de sus ocurrencias respectivas, quién lo iba a decir.

Y el actual Gobierno tiene también sus propios jarrones chinos. Se citan la noche de los lunes en la Hora 25 de Aimar Bretos, en la Cadena SER, y se lo pasan estupendamente diciendo, y diciéndose, lo que no podían cuando eran vicepresidenta y vicepresidente de este mismo Ejecutivo. El espectáculo radiofónico es innegable. Sobre todo porque la radio ya no solo es radio, sino que también se puede escuchar en diferido a través de los podcasts y cuarteada al peso en la charcutería de Twitter.

—¿Me pone la mitad del cuarto de las declaraciones de Carmen Calvo?

—Ahí tiene, bien despachado.

—Y un cuarto y mitad de las de Pablo Iglesias.

—Por supuesto. Y con sus miles de retuits, que la cosa estuvo calentita.

Hay lunes más templados, pero el último no lo fue precisamente. Mientras Pedro Sánchez preparaba su duelo en el Senado con Núñez Feijóo, Calvo e Iglesias se tiraban a degüello a cuenta otra vez de la ley del solo sí es sí. Y, por si alguien se despistó y no escuchó el programa en directo, el fundador de Podemos publicó en las horas siguientes un buen número de tuits con vídeos incluidos de su intervención. Algunos de los lanzazos iban destinados, como es costumbre, a la magistratura: “Una minoría de jueces señoros ignora los agravantes que contempla la ley y rebajan las penas de los violadores. Qué importa favorecer a los violadores si así pueden vengarse de las feministas y del Ministerio de Igualdad”.

Pero también hubo otros muy duros contra el presidente: “Plantear a tu socio de Gobierno: o aceptas lo que digo yo, que es acabar con la ley del solo sí es sí, o lo pacto con el PP, pues buena suerte. Si Pedro Sánchez pacta esto con el PP, lo pagará”.

Ese “lo pagará” da la temperatura del debate. Por lo presenciado este martes en el Senado, y por lo que dicen las encuestas, pudiera parecer que Feijóo es el principal problema de Sánchez, pero es tradición de la izquierda española no buscar los enemigos fuera. Para qué, si los tiene en casa.

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