La bomba atómica y la baja menstrual

Hay una industria que vive de pastorear la conversación. Su secreto es fingir que la conduce y disimular que la sigue sin comprenderla

La ministra de Igualdad, Irene Montero, se dirigía el miércoles a los periodistas tras sesión de control al Gobierno.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

¿Durante cuánto tiempo hablaríamos de un ataque nuclear?, se preguntaba el economista Tyler Cowen. Menos de lo que pensamos, sugería: respondemos incluso a las catástrofes con una especie de entumecimiento colectivo. La distracción permanente es una suerte para dirigentes en apuros. Hay una industria que vive de pastorear la conversación: su secreto es fingir que la conduce y disimular que la sigue sin comprenderla. Tras unas semanas e...

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¿Durante cuánto tiempo hablaríamos de un ataque nuclear?, se preguntaba el economista Tyler Cowen. Menos de lo que pensamos, sugería: respondemos incluso a las catástrofes con una especie de entumecimiento colectivo. La distracción permanente es una suerte para dirigentes en apuros. Hay una industria que vive de pastorear la conversación: su secreto es fingir que la conduce y disimular que la sigue sin comprenderla. Tras unas semanas en las que el Gobierno logró convertir el malestar con sus aliados en una crisis de Estado, mientras la inflación se vuelve estructural y la Autoridad Fiscal ve “ficticio” el margen de España para gastar, hablamos de una nueva regulación del aborto que, en lo principal, vuelve a la ley de 2010. Pero no se ha discutido tanto de eso como de las bajas menstruales. Naturalmente, reconozco a la ministra de Igualdad que gracias a ella mi madre sabrá qué son las reglas dolorosas, antes de jubilarse como médico de atención primaria en el sistema público. Pero algunas cosas generan dudas: había bajas por dismenorrea, no está claro por qué la Seguridad Social debe cubrir esas bajas desde el primer día y otras no, que la interrupción del embarazo se haga en un centro público tiene algo de fetiche ―lo importante es la cobertura, puede haber conciertos― y presenta problemas técnicos. Todo eso sin contar otras propuestas que se quedaron por el camino, como la reducción del tipo impositivo de los productos de higiene femenina (anunciada antes de consultar con Hacienda) o la persecución en el extranjero de quienes busquen la gestación subrogada. Tampoco está claro cuántas personas pedirán esas bajas: no sé si una trabajadora del hogar se acogerá fácilmente o si lo hará una ejecutiva bancaria. Pero todas esas cuestiones o la adecuación de las medidas se pierden en un debate plagado de cursilería y posicionamiento, ferocidad y sensiblería, donde el animal espiritual del analista es el lemming: lo hemos visto con las polémicas sobre Chanel, ejemplos de esa combinación de un exceso de formación y un exceso de tiempo libre que ha diagnosticado Janan Ganesh. La conversación nos devuelve a un debate particularmente tedioso del instituto: los argumentos son los mismos, pero ahora sabemos que el fin de semana o la edad adulta no nos van a librar de ellos. Estados Unidos dice que ha visto objetos voladores no identificados y no sabemos si son los precios o nuestros temas de conversación. @gascondaniel

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