El independentismo, el espionaje y el paripé

Tras el fracaso y el ridículo de la vía unilateral, llegan los intentos efímeros de revitalizar la unidad entre los separatistas y de recuperar un apoyo decreciente

El presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonés, durante la sesión de control al Govern este miércoles en el pleno del Parlament en el que, además, se ha ratificado el acuerdo de presentar una denuncia por espionaje a más de 60 independentistas.Quique García (EFE)

El principal efecto del procés ha sido convertir la política catalana en un paripé y su mayor éxito es trasladar esa condición al conjunto de la política española. Las funciones del CNI son “facilitar al Gobierno informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones”. Podemos dudar de si el CNI ...

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El principal efecto del procés ha sido convertir la política catalana en un paripé y su mayor éxito es trasladar esa condición al conjunto de la política española. Las funciones del CNI son “facilitar al Gobierno informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones”. Podemos dudar de si el CNI vigiló de forma eficaz al independentismo entre 2012 y 2017, pero no de la conveniencia de vigilarlo más tarde, cuando sus líderes afirmaban que repetirían lo de 2017. Debía hacerlo con autorización judicial, que es como han dicho fuentes del CNI que se hizo. Si las escuchas fueron ilegales, no es una cuestión de responsabilidades políticas sino legales. Hablar de congelar las relaciones, pedir explicaciones, etcétera, como ha hecho el president Pere Aragonès, es un paripé: una sobreactuación hipócrita destinada al chantaje.

La principal virtud del procés fue su talento propagandístico. El independentismo conserva esa habilidad: como señaló el politólogo José Javier Olivas, ha orquestado la publicación de un informe de dudosa fiabilidad ―el principal autor y conocido activista independentista es una de las víctimas del supuesto espionaje―, un reportaje de The New Yorker con flagrantes errores y sesgos, un sitio web del mismo nombre que el paper, alojado en una web de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y creado meses antes de la publicación del informe, y la difusión a través una cuenta de Twitter asociada a otras campañas secesionistas. Hay una reducción de los objetivos ―de la independencia a la libertad de los políticos presos, del delirio monolingüe a la sobreactuación por el caso Pegasus― y del tiempo en que los ejercicios de ilusionismo cuelan en el debate público.

Son intentos efímeros de revitalizar la unidad entre los separatistas y de recuperar un apoyo decreciente, tras el fracaso y el ridículo de la vía unilateral. Pero básicamente sirven para justificar el chantaje de Esquerra al principal partido de gobierno. Como desagravio, el PSOE ofrece la entrada de Bildu y ERC en la Comisión de Secretos Oficiales. La arquitectura es democráticamente chapucera y la comisión un paripé sacado de El hombre que fue jueves o un contrasentido, como el hecho de que Esquerra se presente como fuerza progresista o leal y que el PSOE se crea en control de la situación. @gascondaniel

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