Tocar fondo

Para rechazar una hipoteca, el trabajo fijo, los hijos a los 25 y el coche a plazos primero tienes que tener la oportunidad de poder tener todo eso

Varios repartidores de comida a domicilio a las puertas de un restaurante.Albert Garcia

Quizá fue el día que te ofrecieron por primera vez trabajar gratis. O cuando te dijeron que solo podían contratarte como falsa autónoma porque la empresa estaba en un ERE. O cuando te llamaron, a un día de que se acabara tu contrato de sustitución, para ofrecerte cubrir otra baja. A lo mejor pasó esa tarde en la que te metiste en Idealista, dispuesta a comerte el mundo, a irte lejos del pueblo en el que vivían tus padres, a empezar a trabajar de lo tuyo en Madrid o en Barcelona. Esa tarde, metiste en el busca...

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Quizá fue el día que te ofrecieron por primera vez trabajar gratis. O cuando te dijeron que solo podían contratarte como falsa autónoma porque la empresa estaba en un ERE. O cuando te llamaron, a un día de que se acabara tu contrato de sustitución, para ofrecerte cubrir otra baja. A lo mejor pasó esa tarde en la que te metiste en Idealista, dispuesta a comerte el mundo, a irte lejos del pueblo en el que vivían tus padres, a empezar a trabajar de lo tuyo en Madrid o en Barcelona. Esa tarde, metiste en el buscador todos los filtros para poder encontrar un piso que pudieras pagarte con ese nuevo contrato de prácticas que alguien te había prometido. El buscador te escupió a la cara un total de cero resultados que pudieras pagar.

¿Qué edad tenías? ¿15? ¿18? ¿25? ¿Qué edad tenías cuando el desencanto recorrió por primera vez tu piel y dejó tras de sí un rastro enfermo? La precariedad es un campo de ortigas del que no podemos salir desde hace años. Es la culpable de esta herida que no cicatriza, del escozor, de esta fractura que recorre nuestra generación como una infección vírica. Para esta, de momento no tienen vacunas.

Desde hace años, vivimos con el lema “Sin casa, sin curro, sin pensión” como única banda sonora de nuestra vida. Alguien observó una vez que somos la generación que vivirá peor que sus padres y los datos le dieron la razón. Como siempre, las comparaciones son engañosas. Decir que vives peor que tus padres equivale a decir que la vida de tus padres es el modelo de vida por excelencia. Quiero decir: que la hipoteca, el trabajo fijo, los hijos a los 25 y el coche nuevo a plazos es el ideal de vida que debemos perseguir, con el que tenemos que soñar. Y no tiene por qué. Pero si lo es para alguien, y tengo constancia de que lo es para muchos, debería estar al alcance de su mano igual que lo estuvo al alcance de las manos que lo criaron. Una sociedad avanza no cuando no puede llevar la vida que llevaban sus padres sino cuando tiene la capacidad de rechazarla e inventar una nueva. Y para rechazar una hipoteca, el trabajo fijo, los hijos a los 25 y el coche a plazos primero tienes que tener la oportunidad de poder tener todo eso. De poder pagar todo eso. Pero, de nuevo, nuestras cuentas bancarias nos escupen un total de cero euros de saldo disponible.

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El problema de la precariedad laboral es que es una precariedad global. No solo estamos hablando de los adultos que eran el futuro de este país y ahora no imaginan futuro alguno. También estamos hablando de las personas que van a pagarle las pensiones a esos padres que les dieron todo y les prometieron que lo tendrían todo si estudiaban bien, muy bien. No estamos contribuyendo lo bastante, no estamos pariendo lo suficiente porque no nos están pagando ni lo mínimo. Así que, ¿cuándo fue que pasó? ¿Cuándo tocamos fondo? ¿Y cuánto oxígeno queda para que podamos salir a flote?

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