Una modesta proposición
No basta conceder el perdón por delitos pasados. Una política verdaderamente valiente y ambiciosa concedería un perdón por los hechos futuros
A veces se dice que el conflicto con el nacionalismo catalán no tiene solución y que, en el mejor de los casos, podemos aspirar a una especie de conllevancia. Ese fatalismo encubre una gran pereza intelectual. Necesitamos creatividad.
Los indultos tienen buenas intenciones, pero no aplacan a los independentistas. Oriol Junqueras, por ejemplo,...
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A veces se dice que el conflicto con el nacionalismo catalán no tiene solución y que, en el mejor de los casos, podemos aspirar a una especie de conllevancia. Ese fatalismo encubre una gran pereza intelectual. Necesitamos creatividad.
Los indultos tienen buenas intenciones, pero no aplacan a los independentistas. Oriol Junqueras, por ejemplo, se resignó a aceptarlos por el bien común. Se reclama una amnistía. España podría concederla. También podría evitar las consecuencias más onerosas del Tribunal de Cuentas. Quizá no de la manera más ortodoxa, pero no hay que tener miedo a las soluciones imaginativas.
Hay que hacer gestos: por ejemplo, eximir a Cataluña de las obligaciones de solidaridad común; poner frenos a la redistribución es la medida más progresista. Y debería contentar también a los partidarios del Estado mínimo. Hay que hacer un esfuerzo por mimar a la burguesía: que el 40% de los fondos europeos del tercer trimestre vayan a la comunidad es un paso en la buena dirección. En asuntos empresariales y legislativos, el ninguneo a otras comunidades autónomas y a las cámaras de soberanía popular constituirá una prueba de la seriedad de nuestras intenciones.
Rebajar las penas por sedición es buena idea: es evidente que reducir la condena disminuirá el alcance de la transgresión. Pero, por valiosos que sean esos gestos, no son suficientes. No basta conceder el perdón por delitos pasados. Una política verdaderamente valiente y ambiciosa concedería un perdón por los hechos futuros. No podemos permitir que un nacionalista catalán vaya por la vida pensando que podría ser castigado con la severidad de una persona de otra comunidad o un pobre. Imaginemos que un día hubiera una crisis o un antipático gobierno de derechas y no quedara otro remedio que salirse de la ley. No sería prudente que lo hicieran sin garantías. Tenemos un país diverso. Empecinarse en que todo el mundo cumpla la ley por igual solo produce desajustes. Tensiona la convivencia, da mala fama a los tribunales, desazona a los columnistas, incomoda a nuestros dirigentes y hace que eminencias académicas se pongan en ridículo.
No es una tarea fácil. Se requiere cierto gradualismo. Debe quedar un resquicio de ley, aunque sea simbólico, para generar cierto malestar, posibilitar la negociación, pasar la tarde. No hay mucho espacio en el plan para los catalanes no independentistas, pero esto solo es un esbozo y tampoco es seguro que alguien los haya visto nunca. @gascondaniel