Sheinbaum y Medina Mora, nueva oportunidad para crecer
El nuevo presidente del CCE tiene en el papel todo para ofrecerle a la presidenta una cooperación que haga que se materialicen las inversiones


El sábado 6 de diciembre, con siete años en el poder, Morena desbordó el Zócalo capitalino. La masa guinda, tan espontánea como acarreada, alcanzó el tono de las grandes ocasiones del obradorismo en una celebración de poder que no pudo borrar la gran deuda del régimen: su incapacidad para generar crecimiento económico.
La presidenta Claudia Sheinbaum cierra 2025 con vigor político al alza. En sus últimas jornadas del año, el Congreso le ofrendó lo mismo una reforma para que el Ejecutivo regule como nunca antes la explotación del agua, otra para imponer nuevos aranceles y leyes que galvanizan a la autoridad recaudatoria.
En el campo de la seguridad, en diciembre reconfiguró la Fiscalía General de la República al defenestrar a Alejandro Gertz Manero —toda una demostración de mando— para repetir el esquema que le dio buenos resultados en la capital al prácticamente incrustar en la FGR a cuadros hechos por y para el secretario de Seguridad.
Y tuvo una visita a Washington, donde con sobriedad representó a México en el sorteo mundialista, marco de un exitoso cara a cara con Donald Trump; mientras en el plano local, mantuvo la senda de alzas de dos dígitos al salario mínimo y dio un nuevo golpe al PRIAN, al encarcelar a un exgobernador de Chihuahua.
Sin obviar los retos de la violencia —que se manifiesta en extorsiones y desaparecidos que no ceden y en sangrientas pugnas como la de Michoacán, donde el mismo sábado del festejo zocalino un coche bomba mataba a cinco personas— al cierre del año la presidenta solo tiene un escurridizo pendiente en los deberes: México no crece.
Tanto poder presidencial, prácticamente el mismo o mayor al que tuvo su impulsivo antecesor, y tan magras estadísticas. Ante los sombríos pronósticos de que la cosa está lejos de corregirse, Sheinbaum puede alegar que la principal causa del parón económico escapa casi por entero a sus manos: la agenda del mercurial Trump.
Sin ser mentira que la incertidumbre que mayormente impacta a la economía mexicana proviene de Washington, de explicaciones técnicas está empedrado el camino de los expresidentes mexicanos al infierno de las crisis. Y en Palacio Nacional saben eso de sobra.
A Sheinbaum le está llegando su hora cero en términos económicos. Por lo que a falta de solo una reforma de las anunciadas —la electoral, que si cumple los presagios de que será prorégimen meterá más ruido al sector empresarial—, el reloj marca la hora de una nueva relación entre Sheinbaum y la iniciativa privada. Y el momento ayuda.
No podría ser más providencial el cambio en la presidencia del Consejo Coordinador Empresarial, a donde esta semana ha llegado José Medina Mora a sustituir a Francisco Cervantes, que de forma extraordinaria se quedó más tiempo del ordinario al frente del CCE.
La presidenta tiene la oportunidad de trazar una alianza verdadera y en sus términos con Medina Mora, un empresario con prestigio propio, una voz hecha a partir de su identidad y no un encomendero como Cervantes, personaje que también se puede decir que de una forma u otra fue herencia del anterior sexenio.
La coyuntura se presenta ideal para una institucionalización del diálogo y la negociación entre una presidenta que en privado no rehúye el debate con las y los empresarios, y un órgano, el CCE, que busca construir un espacio distinto al que tuvo en los últimos siete años, tanto con López Obrador como con la propia Sheinbaum.
Medina Mora tiene en el papel todo para ofrecerle a la mandataria una cooperación que haga que se materialicen las inversiones, tanto como sea posible mientras Trump siga amenazando con cancelar el TMEC o con imponer nuevos aranceles. La condición es que ambas partes coincidan en lo que necesitan una de la otra.
Mientras desde la fuerza de haber sido un candidato de unidad Medina Mora hace a la mandataria una oferta de diálogo constructivo y aportaciones decididas para defender el TMEC en Estados Unidos, ella ha de convertirlo en el claudista número uno, a fin de que en algo se disipen las dudas de empresarios sobre el neoestatismo en boga.
Lo anterior va más allá de que dos personas encuentren el terreno en común e incluso de la posibilidad de que desarrollen empatía. El nuevo presidente del CCE tiene que hacer que miles de empresarios chicos y medianos dejen de ver al organismo cúpula como un club que no los representa en un momento en que, entre otros, el Servicio de Administración Tributaria los atenaza con inédita frecuencia.
Por su pasado al frente de la Confederación Patronal Mexicana (COPARMEX), que dirigió a nivel nacional de 2021 a 2024, la llegada de Medina Mora al CCE ha sido interpretada como la apuesta empresarial para hacer más vocales los reclamos por las mencionadas auditorías del SAT, los robos en carreteras, la extorsión en general y el incesante cambio de reglas desde el Plan C de Andrés Manuel.
Es poco probable que Medina Mora elija el camino de la polarización o la estridencia. Su mandato es, al igual que el de la mandataria, que la inversión ocurra: aportar argumentos e ideas para que el Gobierno resuelva sus enredos y exista energía suficiente, de calidad y a precio; adicionalmente, condiciones de seguridad y certidumbre jurídica.
Reclamar no es el camino que se ha planteado el nuevo dirigente. Quiere contribuir. Más trabajo aunque no haya tantas fotos como fue la marca de la casa en tiempos de Cervantes, dado a la parafernalia y la eventitis como pocos presidentes de cuantos ha tenido el CCE en los últimos años.
Se le presenta así a la presidenta otra oportunidad. Crear su propia relación con el recién llegado al CCE, desembarazarse del entenado que encontró e incluso cuidar a Altagracia Gómez, empresaria a quien confía la operación de asuntos, pero quien ya acusa el desgaste de un año sin mayores resultados en un consejo hecho ad hoc y por el ruido de legítimas dudas sobre su evidente conflicto de intereses.
La salida de Cervantes, a quien aunque le inventaron una posición hechiza para que siga en los corredores del poder ha sido alcanzado por versiones que lo ligan con el controvertido Raúl Rocha, codueño de Miss Universo acusado de huachicol, entre otras cosas, puede abrir para la presidenta una ventana a una relación que sí dé inversiones.
Viene un año decisivo para ella. Todo el vigor de las manifestaciones de Morena, cada indiscutible muestra de poderío, sea con cambios tan contundentes como el ocurrido en la Fiscalía, sea con su visita triunfal a Washington, y desde luego la consolidación y ampliación de los programas sociales, crujirán sin crecimiento económico.
Sheinbaum y Medina Mora eran hasta hace meses una dupla improbable. Precisamente por la vocalía de sus cuestionamientos en anteriores responsabilidades, si el segundo afianza un perfil de garante del compromiso de la primera a fin de que no se estruje de más a los empresarios, y de que es real la vocación de destrabar e incluso multiplicar proyectos de inversión mixta, 2026 podría amortiguar de mejor manera la intemperancia trumpiana.
Nada de lo dicho supone que en la relación se abandone la franqueza en las diferencias. Medina Mora es consciente de que muchos empresarios necesitan que al Gobierno le sean dichas en público las razones, desde comicios judiciales de acordeón hasta ministras que quieren echar abajo el principio de la cosa juzgada, que les enervan.
Mucho menos ha de pensarse que Sheinbaum quedará cautiva de demandas del retorno de privilegios o prebendas.
Lo crucial es que tan improbables compañeros de viaje tracen una nueva dinámica, que brinde a todos la posibilidad de confiar, y que blinde a la inversión de los exabruptos que no pocos correligionarios de la presidenta luego se largan. ¿Lo lograrán?
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