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Empresarios
Columna
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Empresarios, ¿la oposición constructiva?

Algunos han visto la inminente llegada de José Medina Mora al Consejo Coordinador Empresarial como un signo de endurecimiento del sector empresarial con respecto al Gobierno

Jorge Zepeda Patterson

Al Gobierno de la Cuarta Transformación le vendría bien una verdadera oposición. Para la sociedad es imprescindible que la fuerza en el poder tenga un interlocutor capaz de ofrecer retroalimentación, alternativas e incluso resistencia frente a la posibilidad de excesos o errores. En política, igual que en la economía, los monopolios desfavorecen la posibilidad de mejorar y corregirse.

Por desgracia, la oposición en México está muy lejos de ser ese interlocutor. La culpa es de las dos partes, desde luego. Para establecer una conversación se necesitan dos. Andrés Manuel López Obrador convirtió a la polarización discursiva en un activo político para mantener vivo el apoyo de su base popular. Asumió que lo necesitaba para vencer las resistencias del sistema frente a los cambios y para asegurar un segundo periodo para su 4T. Pero si el presidente siguió comportándose como un candidato en campaña, los adversarios políticos, comentocracia y medios críticos hicieron lo mismo. Enzarzados en descalificaciones mutuas, los dos polos dinamitaron la posibilidad de un espacio para gestionar encuentros y desencuentros. Uno y otro basaron su estrategia en la deslegitimación de su contraparte, a tumba abierta.

En cierta manera, el primer capítulo ya es historia, porque más allá de encontrar héroes o villanos, el hecho es que la 4T consiguió el voto de las mayorías y, todo indica, tiene una alta posibilidad de conservarlo los siguientes once años. Por lo mismo, resulta improductivo seguir apostando al desplome inminente de Morena porque “ahora sí” el escándalo en turno es el inicio de la caída, como se ha estado diciendo desde el segundo mes del gobierno de López Obrador. Élites y oposición tendrían que asumir que esto llegó para quedarse un buen rato y actuar en consecuencia. Es de poco provecho una oposición dedicada a dinamitar a la administración pública haga lo que haga, o reiterar sin éxito los argumentos sobre la perversidad del gobierno. Puede pasarse eternamente predicando a sus conversos, un tercio o menos de la población, y seguir perdiendo una elección tras otra frente a la mitad o más que apoya a Morena.

Pero este diálogo de sordos no es bueno para ninguna de las dos partes. A la oposición la hace irrelevante, a la fuerza en el poder la convierte en un monopolio parcialmente ineficaz.

Sin embargo, este impasse podría estar cambiando, porque la 4T ha modificado sus prioridades. A diferencia de López Obrador, la presidenta ya no tiene urgencia de fortalecer su poder político, pero sí su viabilidad económica. Sheinbaum necesita construir los puentes para poner a la economía en movimiento y generar los empleos imprescindibles para sacar a la población de la pobreza. Pero para sostenerse, un puente necesita pilotes en los dos extremos. Hasta ahora ha costado trabajo encontrar la otra cabeza de playa. Y esta solo puede proceder del empresariado.

La actitud de la iniciativa privada con respecto a la 4T no ha sido unívoca ni uniforme, desde luego. En general, los empresarios de mayor calado encontraron formas de mantener su dinámica durante el sexenio pasado. Banqueros, grandes contratistas y exportadores tendrían pocas razones para quejarse, más allá de las diferencias ideológicas. Pero no podría decirse lo mismo del resto del empresariado, que asumió más bien una actitud cautelosa. La incertidumbre planteada por una alternancia de fondo, el estilo punzante de López Obrador, aunado a la pandemia, fueron factores poco propicios para generar un clima favorable a la inversión privada.

Tendencialmente esta desconfianza tendría que disminuir con Claudia Sheinbaum y a partir de su intención de establecer un diálogo. Por desgracia, su primer año ha coincidido con el doble impacto que representa el constante tsunami que provoca el estilo veleidoso y belicoso de Donald Trump, aunado al nerviosismo que dejó el impacto del Plan C de López Obrador, particularmente en lo que toca a la reforma judicial. Lo cierto es que la inversión privada nacional ha sido decepcionante en el arranque de este sexenio.

Sin embargo, me parece que hay indicios de que algo podría estar cambiando. A las élites económicas les queda cada vez más claro que esta fuerza política estará vigente varios años y que, por el momento, no hay canales políticos o partidos viables para construir una alternativa. Pueden no coincidir con sus banderas, pero observan que el Gobierno de Sheinbaum intenta una administración pública responsable y ordenada, y está haciendo un invite a sentarse a la mesa a negociar.

Algunos han visto la inminente llegada de José Medina Mora al Consejo Coordinador Empresarial como un signo de endurecimiento del sector empresarial con respecto al Gobierno. Como se sabe, este organismo es lo más cercano a un articulador de la voz de la iniciativa privada de cara al resto del país y en particular en su relación con el sector público. En los últimos años, estuvo presidida por Carlos Salazar y por Francisco Cervantes, sucesivamente, ambos considerados de un talante conciliador y moderados frente a la 4T. El arribo de Medina Mora, quien como dirigente de la Coparmex se caracterizó por una actitud más exigente, es percibido como una modificación de la actitud del empresariado.

Paradójicamente, me parece que es un cambio que favorece la posibilidad de un diálogo constructivo y de negociaciones de fondo entre dos entidades que saben que se necesitan. Cervantes operaba más como una especie de embajador, un buffer para transitar roces y relaciones entre la IP y el sector público, pero con muy poco margen para empujar una agenda ambiciosa. Lo que cambia con Medina Mora es que en su designación tiene mucho que ver el deseo de involucrarse del Consejo Mexicano de Negocios, el club de 53 empresarios más poderosos del país (responsables de cerca del 25% del PIB). La intención “de mojarse”, como dicen los españoles, es el dato que habría que rescatar. Cervantes era una intermediación para gestionar la distancia, Medina Mora, en cambio, un adelantado para mediar los términos de un diálogo. Como si la Iniciativa Privada estuviera respondiendo a la convocatoria de Sheinbaum: “si se nos invita a participar en la construcción del país que empuja la 4T, sentémonos a precisar de qué país se trata y en qué términos podemos transitarlo”.

No se si este empresariado terminará siendo la oposición constructiva que el Gobierno de la 4T necesita. Hay muchas diferencias, desde luego, pero también hay un buen margen para coincidir en la necesidad que hoy existe de atender la premisa “por el bien de México, primero los pobres”. No será fácil, pero las élites políticas y las élites económicas tendrían que entender que están obligadas a coexistir y que juntas deben afrontar la exigencia de cambio de mayorías dejadas atrás durante mucho tiempo. Ha llegado el momento.

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Sobre la firma

Jorge Zepeda Patterson
Escritor y analista político. Ha sido director del diario 'Siglo 21' y 'Público' en Guadalajara y de 'El Universal' en México. Fundador del digital Sinembargo.mx. Premio Moors Cabot por la Universidad de Columbia y premio Planeta por su novela. Autor de 14 libros, con traducciones a 20 idiomas
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