_
_
_
_
narcotráfico
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

“Son los morros, estúpidos”

Nos falta mucho para sacar la dantesca cuenta de una juventud destrozada por el poder criminal

Un laboratorio de drogas incautado por el Ejército en Culiacán, en 2012.
Un laboratorio de drogas incautado por el Ejército en Culiacán, en 2012.Gladys Serrano
Salvador Camarena

El meollo de la más reciente polémica sobre el fentanilo no es la disputa sobre la veracidad de un laboratorio de sustancias ilegales en Culiacán expuesto hace días por The New York Times.

La problemática más importante, y donde sin explicitarlo la presidencia de la República y el diario coinciden, es que México pone, otra vez, la carne de cañón al producir drogas para el mercado estadounidense.

Claudia Sheinbaum embiste al diario neoyorquino, que tuvo acceso a un mugriento laboratorio en la capital de Sinaloa, porque para la Administración no es tolerable reconocer el fracaso social implícito.

La presidenta, que tiene un problema de continuidad, se aferra de unas líneas de dudosa veracidad, una declaración de uno de los ‘cocineros’, para tratar de desmontar toda la revelación periodística.

El tema no es si, como dice el ‘cocinero’ entrevistado por el Times, se desarrolla tolerancia a gases tóxicos; ni si, como sostiene Palacio, esa persona habría muerto ipso facto al aspirarlos sin equipo apropiado.

El tema es, precisamente, que ambas cosas no son excluyentes. La veracidad de la existencia del laboratorio al que tuvo acceso el Times y los riesgos que denuncia el gobierno no entran en pugna. Al contrario.

Quienes producen drogas para el mercado estadounidense hacen salvajes cálculos económicos, donde la vida de muchos de sus cuadros, principalmente jóvenes, vale muy muy poco, y hay de sobra.

Tras la revelación del Times, el Gobierno de Sheinbaum emprendió un esfuerzo para desacreditar la revelación periodística firmada por dos experimentas reporteras de ese diario.

No es el propósito de esta entrega subrayar que los esfuerzos de Palacio Nacional, con su maquinaria de propaganda, solo han hecho más visible el reportaje de ese diario, y otros con iguales hallazgos.

Contra lo que decía la administración pasada, el fentanilo se produce en México, tanto que los registros oficiales dan cuenta de decenas de laboratorios desmantelados desde 2018 e incluso en el actual sexenio.

Igualmente, los entrevistados en el reportaje alertan a las autoras del mismo sobre el riesgo real de que durante la sesión en que cocinan las drogas, la autoridad les descubra y ellos tengan que huir.

De forma que la insistencia del Gobierno de que no “es creíble” la rudimentaria forma del “laboratorio”, con cervezas abiertas y salsas caseras, es un ardid para desviar la atención del tema sustancial.

La precariedad de los equipos de protección que medio portan los entrevistados por TNYT es parte de un problema netamente mexicano, para nada estadounidense, y por tanto del Gobierno de Sheinbaum.

México pone los muertos de esta guerra, y no solo aquellos que caen en enfrentamientos entre bandas y con fuerzas policiales, sino también por inhalar gases tóxicos o por engancharse a adicciones alentadas por los criminales para controlar a sus sicarios y pandillas.

Nuestro país pierde, cíclicamente, camadas de adolescentes y jóvenes que por coacción o por supuesta rentabilidad económica se enrolan en las filas del narco, como ‘halcones’… o como cocineros.

Los morros del narco es un libro de Javier Valdez, periodista asesinado en mayo de 2017 por denunciar a narcotraficantes. La realidad que en 2011 el reportero sinaloense denunció, está vigente.

En ese volumen, Valdez narra cómo jóvenes de 16 años, “involucrados en el fenómeno del narcotráfico y sus primitivas y apabullantes formas de violencia”, son “un ejercitito compuesto por seres humanos madurados y podridos a punta de chingazos”.

La obra del periodista, cuyo asesinato a nivel de autor intelectual sigue impune, aborda la realidad de un problema social donde, como él mismo narra sobre un chavalo apodado ‘El Rey’, “el narco le pagaba 6.000 pesos a la quincena. Para él un sueldazo”.

Y, desde luego, Valdez describe que no solo es por dinero que los narcos tienen éxito al cooptar jóvenes: vienen de infancias rotas, de familias en crisis permanentes, de una subsistencia precarizada en una sociedad que no les ofrece un futuro sino de miseria.

Al intentar desmentir al Times, el Gobierno provocó que resucitaran varios reportajes, mexicanos y de autores y medios foráneos, sobre el mismo fenómeno: materiales que muestran cómo se prepara en México el fentanilo que infesta a Estados Unidos.

En uno de ellos, de En Punto/Nmás emitido en 2022, hay una faceta que conviene citar: morros menores de 18 años hablan de una paga de 6.000 pesos para encapsular diario miles de dosis; y dan a entender que ese es un ‘jale’ de entrada al cártel, en donde quieren escalar.

Retomo lo que mencioné párrafos antes. La presidenta Sheinbaum tiene un problema de continuidad. El suyo es un Gobierno que ha de defender los supuestos éxitos del sexenio que le precedió. Y el reportaje del Times desnuda la narrativa oficial de varias formas.

Si el reportaje del Times ha merecido un vendaval de Palacio no es solo porque en Morena creen la teoría de la conspiración de que ese diario sirve a los propósitos injerencistas de Donald Trump, cuya inminente presidencia anuncia mayor agresividad contra los cárteles.

Además de lo anterior, la presidenta Sheinbaum ha de atajar la instalación de una verdad: que los programas para “atacar las causas” de la violencia y la inseguridad están muy lejos de impedir que jóvenes se enrolen, por dinero y/o por sentido de pertenencia, en el narco.

Al minar la veracidad de la más reciente entrega del Times desde Culiacán pretenden: disuadir a otros medios, que sabrán a lo que se atienen, desmontar argumentos de Estados Unidos… e impedir que se discuta si ‘Jóvenes construyendo el futuro’ hace diferencia para los morros.

Tan solo en los primeros tres meses de la guerra que se desató tras el rapto de Ismael El Mayo Zambada el número de personas asesinadas en Sinaloa sumaba más de 500. Cuatro semanas después la cifra rebasa las 660 víctimas.

Cuántas de esas víctimas eran jóvenes, morros atrapados en la vorágine de una espiral de descomposición que no nació el año pasado con la pelea entre antiguos socios como fueron mayos y chapos.

Cuántas de esas muertes fueron por mano de jovencísimos sicarios, que tratan de granjearse a sus jefes, de subir de escalafón en uno u otro cartel. Cuántos de esos homicidas ganan 6.000 pesos al mes. Cuántos de ellos son los ejecutados de mañana.

Nos falta mucho para sacar la dantesca cuenta de una juventud destrozada por el poder criminal.

En cambio, es sencillo apuntar que quienes cocinan drogas, con o sin mascarillas, son un eslabón más de un fracaso institucional que no empezó, es cierto, en 2018, pero que tampoco se frenó desde ese año. Y que, sin discusión, esa droga es hoy el motivo de la guerra que consume Sinaloa.

Javier Valdez tiene otros libros sobre la realidad del narco. De Con una granada en la boca (2014), tomo las siguientes líneas, sobre ‘Juan’, un joven sicario y torturador:

“—A ti ¿qué te agüita? ¿Qué es lo que te preocupa y te pone triste?

Cualquiera diría que Juan piensa en su hijo que no ha dejado de balbucear o el padre que le suplica que se salga porque no quiere que le avisen una madrugada que ha sido muerto, o en sus víctimas, los ruegos de que no los torturen más. Quizá que no quiere estar ahí, en el lugar de los cautivos, cuyo destino lo decide el comandante, el jefe, el patrón: ruleta rusa de la perdición.

—La neta, la neta. A mí lo que me agüita es que no nos paguen”.

Si el Gobierno aceptara la veracidad del reportaje del Times, una de sus políticas principales —la de “atacar a las causas”— estaría seriamente comprometida: cómo pueden seguir teniendo éxito al reclutar los cárteles si desde 2019 Morena apoya a los jóvenes.

Al tenor de aquella frase electoral de Bill Clinton, el tema no es el laboratorio, el tema “son los morros, estúpidos”… Es el haber perdido a generaciones de ellos, el seguirlas perdiendo hoy en Sinaloa y por doquier, eso es lo que debería ocuparnos —e indignarnos antes que nada con los criminales, por cierto—, no un párrafo con el que Morena pretende un autoengaño nacional.



Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_