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CLAUDIA SHEINBAUM
Columna
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Victoria categórica; escenario incierto

¿Podrá Sheinbaum ganar el suficiente control interno que le permita enfrentarse a los escenarios de descontrol externo?

Claudia Sheinbaum
Claudia Sheinbaum durante su cierre de campaña en la explanada del zócalo capitalino, en mayo de 2024.NAYELI CRUZ
Antonio Ortuño

Claudia Sheinbaum llegará a la presidencia luego de ganar de manera categórica las elecciones presidenciales del pasado 2 de junio. Lo hará con un congreso a modo, en el que contará o estará muy cerca de contar con una mayoría calificada favorable, y con el respaldo, también, de buena parte de los gobernadores del país. Por si fuera poco, resulta probable que la derrota casi total de sus opositores acelere la descomposición de su alianza, atraiga a algunos de ellos al oficialismo y orille a otros a salir de la vida pública. Sheinbaum, pues, tiene un escenario político favorable de cara a su toma de posesión y los primeros meses de su presidencia. ¿Cuáles serán, entonces, los nubarrones que podrían aparecer en el cielo?

Los primeros, cuyos síntomas ya han comenzado a esbozarse, tienen que ver con ejercicio del poder. El actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador, ha sido el jefe político indiscutido del movimiento desde su fundación y habla y se comporta como lo que, de hecho, es: el dueño de Morena y el oficialismo en su conjunto. Sheinbaum siempre ha destacado por su ortodoxia y disciplina, sí, pero resulta difícil apostar a que no surgirán discrepancias y desacuerdos una vez que se consume la entrega de la banda presidencial. Claro: López Obrador ha sostenido que se retirará y dejará en manos de su sucesora todas las responsabilidades. ¿Pero cómo funcionará eso en la práctica? ¿Es creíble que ocurra?

Sheinbaum, de entrada, ha dado muestras de preferir un estilo más institucional y menos bélico y tribunero que López Obrador, pero eso es lo de menos. Lo principal es a quién seguirá y obedecerá el aparato del gobierno, el partido y sus aliados en las cámaras, qué criterios seguirán, y quién enviará las señales y dará los telefonazos. No son un secreto las tensiones entre el equipo de la virtual presidenta y destacados integrantes de otras corrientes del oficialismo. López Obrador se aseguró de que en Morena todos fueran leales a él, ¿pero el traspaso de poder también será una cesión de lealtades o él seguirá ejerciendo como árbitro y gran elector, por decir lo menos?

Los otros nubarrones son mayores, están más allá del mundo de las elecciones y el campo institucional y tendría que lidiar con ellos cualquiera que hubiera sido elegido para la presidencia. Uno, el principal, es la violencia salvaje que impera en toda la geografía del país. Van más de 189 mil homicidios en el sexenio y la cifra final estará muy cerca de los 200 mil. Son cifras de guerra, aunque el presidente se haya defendido al asegurar, asombrosamente, que “no hay más violencia [que antes], solo más homicidios”. Y eso por no hablar del aumento de control territorial por parte del crimen organizado y el crecimiento de delitos conectados a la pérdida de poder del Estado, como son la extorsión o el secuestro. Pero no acaba ahí.

La economía ha crecido apenas 1.1 por ciento en este sexenio, lo que representa el peor desempeño en los últimos seis periodos presidenciales, y la inflación lleva 77 quincenas por encima del rango objetivo del Banxico. La deuda ampliada aumentó 10 por ciento en estos seis años. No son cifras alegres, en especial para un modelo que necesita una enorme recaudación que sostenga sus multimillonarias entregas de “apoyos directos” a la población y los megaproyectos de la agenda oficial.

¿Podrá Sheinbaum ganar el suficiente control interno que le permita enfrentarse a los escenarios de descontrol externo? ¿O será la suya una mera presidencia “de continuidad”, con recursos políticos y económicos limitados, y centrada en la retención del poder para el movimiento? Empezaremos a verlo muy pronto.

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