La vuelta de las corridas de toros a la Plaza México, un ejercicio de libertad, cultura y rebeldía
Junto con la lengua que hoy hablamos y la religión que practica la mayoría de los mexicanos, incluso la Tauromaquia es más antigua que el mexicanísimo culto guadalupano
De acuerdo con lo descrito por Hernán Cortés en su Quinta Carta-Relación, dirigida al emperador Carlos V, el 24 de junio de 1526 presenció una corrida de toros en lo que hoy es el templo y ex convento de San Francisco, en el centro histórico de la Ciudad de México. En efecto, los festejos taurinos llegaron a lo que actualmente es el territorio de México hace 498 años, junto con la lengua que hoy hablamos y la religión que practica la mayoría de los mexicanos; incluso la Tauromaquia es más antigua que el mexicanísimo culto guadalupano.
En este casi medio siglo, la realización de espectáculos taurinos se extendió a lo largo y ancho del país, se construyeron plazas de toros, surgieron toreros mexicanos y la ganadería de bravo se convirtió en una actividad profesional. Una parte de la sociedad se involucró con esta actividad artística, adoptó sus valores éticos y estéticos y la asumió como parte de su patrimonio cultural. En nuestros días, muchas de las festividades civiles y religiosas en distintas localidades del país tienen a las corridas de toros como parte central de sus celebraciones y en algunos de los pueblos originarios se ha amalgamado un interesante sincretismo entre la Tauromaquia y sus tradiciones populares.
Por tanto, a partir de este patrimonio cultural compartido, es posible afirmar que los grupos taurinos pueden reivindicar frente al Estado y la sociedad el derecho de acceso a la cultura y al ejercicio de sus derechos culturales; pero no sólo ello, la práctica continua y ordenada de festejos taurinos durante el tiempo también implica el ejercicio de otros derechos fundamentales, tales como el libre desarrollo de la personalidad, el derecho al trabajo, al comercio y a la libre empresa o la libertad de expresión artística, por citar sólo algunos, lo que tendría que traducirse en la posibilidad de llevar a cabo y presenciar sin obstáculos espectáculos taurinos.
Sin embargo, la historia de la Tauromaquia ha corrido aparejada con la historia de grupos y personas que han pugnado por su prohibición. En el caso mexicano, los intentos de los grupos prohibicionistas se dieron tradicionalmente por la vía legislativa, con propuestas de leyes para proscribir las corridas de toros; ante el fracaso de esta estrategia, optaron por utilizar la vía de los tribunales.
De esta forma, en mayo de 2022, una asociación civil sin mayores antecedentes notables en la defensa de los derechos ambientales o del bienestar animal, interpuso una demanda de amparo en contra de la celebración de corridas de toros en la alcaldía Benito Juárez, donde se encuentra asentada la Plaza México, con un argumento desde nuestro punto de vista insostenible: que los festejos taurinos vulneran el derecho al medio ambiente sano. Para fortuna de esta asociación, se encontraron con un juez activista y obsequioso, quien no sólo admitió sus argumentos, sino que estiró su interpretación para admitir la demanda de amparo, conceder la medida cautelar de la suspensión definitiva y negarse a exigir una fianza por los daños y perjuicios que dicha suspensión podía generar.
La empresa de la Plaza México, a través de su equipo jurídico, promovió el recurso correspondiente, el cual fue atraído para su estudio por la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien en diciembre de 2023 resolvió por unanimidad revocar la suspensión de los eventos taurinos en la alcaldía Benito Juárez, por lo que a partir de la notificación de la resolución se pueden llevar a cabo corridas de toros en la Plaza México, en tanto se resuelve el fondo del asunto.
Resultan muy interesantes los argumentos planteados en el fallo de la Segunda Sala, ya que por una parte consideró que la asociación civil que interpuso el amparo no acreditó que con la suspensión de las actividades taurinas se fuera a evitar un daño inminente e irreparable a los derechos que dice defender y, por la otra, determinó que la suspensión de los espectáculos taurinos sí constituye una restricción a los derechos de las personas que se dedican a las diversas actividades relacionadas con estos.
De esta forma, este domingo 28 de enero, después de 622 días, se reanudaron las actividades taurinas en la Plaza México ante un lleno en sus tendidos y un visible entusiasmo entre los aficionados a las corridas de toros, al poder presenciar nuevamente y de forma masiva un espectáculo que según los grupos prohibicionistas “ya a nadie interesa”. En este sentido, el regreso de los toros a la Plaza México constituye para los estamentos taurinos no sólo un ejercicio de la libertad y la cultura, sino también, en tiempos donde han cobrado protagonismo la corrección política y la cultura de la cancelación, un ejercicio de rebeldía frente a aquellos grupos que promueven la intolerancia y el pensamiento único.
Salvador F. Arias Ruelas es abogado constitucionalista y presidente de la Fundación de Cultura Taurina Mexicana Rodolfo Gaon
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