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PERIODISTAS
Tribuna
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El caso Azucena: faltan pruebas

La periodista Uresti dijo salir del noticiero nocturno de Milenio TV por las “circunstancias actuales”, pero ha mantenido la ambigüedad de la frase, sin esclarecer los motivos reales

La periodista Azucena Uresti.
La periodista Azucena Uresti.
Javier Garza Ramos

“El Partido te dijo que rechazaras la evidencia de tus ojos y oídos. Era su última orden, la más esencial”.

Recordé esta clásica frase de la novela 1984 cuando vi la polémica desatada por la salida de la periodista Azucena Uresti del noticiero nocturno de Milenio TV. El caso me pareció emblemático de la polarización que vivimos en México, donde la evidencia es desplazada por los prejuicios, al grado que ya ni siquiera nos percatamos de su ausencia.

El anuncio de Uresti el viernes por la noche atribuyó su salida a “circunstancias actuales”, y esas dos palabras bastaron para crear toda una narrativa de censura y represión ordenadas desde Palacio Nacional para quitar del camino a una periodista incómoda. Pero, ¿qué se podía probar realmente?

Nada, para ser precisos. Uresti no especificó la frase ambigua. El término “circunstancias actuales” puede referirse a muchas cosas: circunstancias políticas, sí, pero también económicas, laborales o personales. Muchos hicieron la inferencia de una motivación política como si fuera un reflejo automático, sin que realmente hubiera bases para ello.

Lo que sí sabemos es que de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador y su Gobierno se ha fomentado un clima de hostilidad contra periodistas, de ataques e insultos contra aquellos que osan realizar coberturas críticas e independientes. Por eso ya resulta casi automático para muchos pensar que la salida de cualquier periodista o comentarista de un medio equivale a censura orquestada en Palacio.

Pero incluso en este caso, López Obrador salió a pedir explicaciones de lo que Uresti quiso decir con eso de “circunstancias actuales”. La periodista, por su parte, subió el lunes un video a redes sociales, pero nos deja en las mismas. Expresa agradecimiento por los comentarios ante su salida y dice que no se le acaban los espacios, porque se mantiene en Radio Fórmula. También que busca espacios para ejercer el periodismo “con la mayor libertad”, sugiriendo que en Milenio no los habría tenido, pero sin dar muestras concretas.

Sin embargo, no desmiente el comunicado que Milenio publicó el sábado para atajar los comentarios que lo pintaban como sumiso al poder. La empresa dijo que la salida de Uresti fue de común acuerdo porque ella empezaría un espacio en radio. Uresti no se ha referido a esa versión.

Entonces, ¿de qué se trata? ¿De una censura o de un cambio de aires profesionales?

Uresti ha mantenido su versión en la ambigüedad. Si fue censura, ¿por qué no ha dado detalles? Es aquí cuando la respuesta automática de muchos ha sido: “No puede porque se arriesga”. Pero si no puede porque está en riesgo, ¿cómo es que mantiene su espacio en Radio Fórmula que estaría a punto de ampliarse?

La evidencia es contraria al prejuicio, pero no puede vencerlo.

La censura es un asunto muy serio como para dejarse en el aire. La hostilidad del actual Gobierno hacia la prensa ha sido una de sus principales hipocresías y será uno de sus más grandes legados. Pero también se han dado casos de periodistas o comentaristas que pierden espacios y lo primero que hacen es gritar “censura”, cuando en realidad fueron otras consideraciones las que provocaron sus salidas: baja de audiencia, problemas económicos, reestructuras. Y luego aparecen en otros medios, lo que sería imposible si su denuncia de censura fuera cierta.

Un caso de censura se puede, y debe, ventilar. Lo hizo Julio Scherer García cuando el Gobierno de Luis Echeverría lo sacó de Excélsior en 1976. Lo hizo Manuel Becerra Acosta cuando reveló cómo Carlos Salinas de Gortari lo obligó a vender el diario Unomásuno en 1989. Lo hizo Carmen Aristegui cuando el de Enrique Peña Nieto presionó para sacarla de MVS en 2015, meses después de revelar la lujosa Casa Blanca del entonces presidente.

Espacios no le faltaron a Scherer para denunciar su salida de Excélsior, y eso que no había redes sociales hace medio siglo. Becerra Acosta le dio una extensa entrevista a Proceso detallando las presiones de Salinas. Aristegui encendió Twitter con su salida. Uresti tiene a su disposición muchos canales para denunciar censura. Organizaciones dedicadas a promover la libertad de expresión la han buscado para obtener más detalles de su caso, pero no los ha dado.

Es innegable que en México hay presiones económicas a medios para que moderen sus críticas o coberturas, lo que deriva en ocasiones en la salida de periodistas, como habría sido el caso de Carlos Loret en Televisa. Por otro lado vemos que periodistas odiados en Palacio Nacional mantienen sus espacios en medios: Raymundo Riva Palacio en Televisa, Pascal Beltrán del Río en Imagen, Ciro Gómez Leyva o Joaquín López Dóriga en Radio Fórmula, donde también tiene espacio Uresti.

López Obrador está cosechando la discordia que sembró. Aun si él no es responsable de un acto de censura, se le va a achacar por su comportamiento con la prensa. No solo con sus constantes agresiones en las conferencias mañaneras, sino también con su pasividad y negligencia ante la apabullante cifra de periodistas asesinados durante su Gobierno: 42 desde 2019 a la fecha, según la organización Artículo19, tres más que los acumulados en el mismo tramo del sexenio de Peña Nieto.

El problema de libertad de prensa en México es grave, pero su epicentro no está en las discusiones polarizadas sobre una persona en particular. Victimizarse es muy fácil, muchos hemos tenido la oportunidad de hacerlo. Pero las decenas de periodistas asesinados merecen que nuestros ojos y oídos vean la realidad y eso será aportando evidencia y transparencia. Los periodistas somos muy buenos para exigirlas a otros, no mucho cuando somos nosotros los que las tenemos que aportar.

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