_
_
_
_
_
Huracán Otis
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El rescate que Acapulco merece

Tres propuestas para reconstruir anteponiendo el bien común y no los designios del alto empresariado

daños del huracan otis
Una habitante de Acapulco en la calle en la que se encuentra su casa, el 28 de octubre.ALEXANDRE MENEGHINI (REUTERS)
Viri Ríos

El descontrol, la falta de experiencia y poca creatividad están ocasionando que la reconstrucción de Acapulco sea guiada por los designios del alto empresariado. Esto debe cambiar de inmediato.

El Acapulco que antepone los designios del alto empresariado ya lo conocemos: es el que existía hasta antes de Otis. Es el Acapulco que era el municipio con más pobres extremos de todo el país, con más familias sin vivienda digna y que era una ciudad tan desigual como el país africano de Mozambique, de acuerdo con cifras del Coneval.

La reconstrucción de Acapulco debe anteponer el bien común al del alto empresariado y para ello propongo tres acciones concretas.

Primero, los beneficios fiscales deben tener condiciones. Hasta ahora, los beneficios fiscales han sido diseñados para apoyar a cualquier contribuyente de la zona de desastre, independientemente de lo que construya. Esto me parece un error.

El Estado debe aprovechar esta oportunidad para reconstruir un Acapulco nuevo. Uno en donde haya (a) mejor urbanización, (b) apego a la reglamentación y al uso de suelo y (c) materiales resistentes a futuros huracanes. Los incentivos fiscales son un mecanismo perfecto para lograrlo, si se condicionan a ser recibidos por quienes contribuyan a estos tres objetivos.

Para lograrlo, se debe crear con urgencia un nuevo plan de urbanización de la zona metropolitana de Acapulco y condicionar los incentivos fiscales a quienes lo sigan. El nuevo plan de urbanización deberá reubicar a personas que habitan en zonas de riesgo, crear más vivienda social, ampliar el espacio público, mejorar el sistema de drenaje, desarrollar vialidades que permitan el transporte público y respetar la regulación de frentes de playa. Por ejemplo, ningún hotel que en violación de la regulación haya privatizado la playa, debe recibir un incentivo fiscal para levantar construcciones irregulares de nuevo.

Segundo, se debe crear un ingreso universal y empleos temporales. Hasta ahora, los beneficios fiscales y créditos están mayormente destinados a empresas formales. Esto es insuficiente porque en Acapulco el 60% de la población labora en la informalidad.

El Gobierno debe desarrollar un plan de ingreso universal que se extienda a la totalidad de las familias en la zona de desastre. Hasta ahora, solo el 46% de los hogares de la zona reciben un programa social. Y programas de empleo temporal para la reconstrucción subsidiados con dinero público. Un plan de diversificación económica fuera del turismo es urgente para la región.

Finalmente, se debe ser firme ante la extorsión empresarial. Recientemente, se publicó un texto que sugiere que, si no se permite que las aseguradoras eviten el pago de IVA por 170.000 millones de pesos (cantidad que actualmente está en litigio fiscal), las aseguradoras no podrán ayudar a tiempo a Acapulco.

El texto parece sugerir una forma de extorsión donde las aseguradoras condicionan su actuar al resultado de un litigio fiscal. Esto es inaceptable. El SAT debe continuar sin dejarse amedrentar. Condonar 170.000 millones de dólares es equivalente a rescatar a la industria de seguros. En estas condiciones, el único rescate debe ser a Acapulco.

Estas tres propuestas que hago son pro-empresariales y pro-desarrollo. Un Acapulco mejor urbanizado será un Acapulco con mayor atractivo turístico, más resiliencia y trabajadores más productivos. En el largo plazo, mi propuesta es un ganar-ganar, aun si en el corto plazo hará que la reconstrucción tome un poco más de tiempo.

Por supuesto que el alto empresariado debe ser escuchado por el Gobierno. Pero el Gobierno no debe olvidar que el alto empresariado es uno de muchos grupos de interés. Tampoco se debe asumir que el alto empresariado representa al empresariado general de Acapulco. Las herramientas que le funcionan al alto empresariado, no necesariamente le funcionan al resto.

Esta es una oportunidad de oro para crear un nuevo Acapulco que le funcione a todos.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_