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Estar sin Estar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En apoyo a la NASA

Baste revisar en ambos lados del Atlántico la demencia electoral y verborrea electorera en México y España, donde candidatos y adláteres diversos muestran innegables huellas de su condición extraterrestre

En apoyo a la NASA
Jorge F. Hernández

Bill Nelson es director de la NASA y en un reciente viaje a Buenos Aires, Argentina ha declarado que la agencia espacial prepara un detallado informe ante el alud de “tantas sospechas sobre alienígenas”. Ya era hora. Desde hace décadas vivo convencido de la consuetudinaria aparición de zombis, frikis y marcianos en diversos escenarios del planeta y de un tiempo a esta parte se han multiplicado avistamientos sumamente fiables que confirman la presencia, arraigo o acaso, visitas esporádicas y ocasionales de seres extraterrestres (no necesariamente invasores, agresivos o peligrosos).

Fue en 1978 cuando varios alumnos del Instituto de la Vela Perpetua miramos con azoro y asombro la sutil transformación de las pupilas (que se volvieron color violeta) y el alargamiento de uñas en falanges de ambas manos de la Maestra Benedetta Guzmán, titular de la materia de Geografía. Además, era notable e injustificado el conocimiento milimétrico que poseía “Bene la Marciana” de minucias hidráulicas y pormenores cartográficos… imposibles de verificar en aquella época tan ajena y lejana a las tecnologías de hoy. Ella solo contaba con un compás de bolsillo y un empañado juego de escuadras.

En diversas ocasiones he sido testigo silente y cobarde ante la obligación de denuncia cuando puedo jurar que un camarero de un bar de carretera a pocos kilómetros de Burgos, España, reveló involuntariamente sus raíces intergalácticas al hablar en claves intraducibles por el teléfono ubicado al filo de la barra y al derretírsele levemente parte de la mejilla izquierda al servir una cerveza de grifo. Así también en México, el taquero (hoy jubilado) de los famosos Caldos de Tlalpan nunca pudo justificar el tercer ojo (funcional) que llevaba clavado en medio de la frente y el par de antenas que sobresalían detrás de sus orejas (que él siempre intentó explicar como “audífonos de última generación”). Para mayor antecedente he viajado en siete autobuses de variadas rutas (Madrid-Segovia y México-Querétaro) donde puedo jurar que los conductores eran venusinos, lunáticos o de inciertas galaxias (investíguese la violenta manera con la que reaccionan al ser interrogados al respecto).

En apoyo a la NASA ofrezco entregar las ocho cajas de documentos donde he archivado avistamientos inapelables, como por ejemplo: la señora gorda que apareció varada en una playa de Benidorm y que equivocadamente fue devuelta al mar como si fuera cetáceo o los hermosos gemelos rubios que aparecieron sin explicación alguna a las faldas del volcán Popocatépetl, hablando en Esperanto y profetizando los resultados del pasado Mundial de Fútbol en Qatar. Quiero donar las 1289 fotografías de alta definición que conservo en la memoria de mi teléfono móvil, donde registro vistas nunca vistas de párpados pendencieros, rodillas reveladoras, uñas multicolores y pelucas despeinadas, así como mensajeros con tres piernas y dependientes de supermercados que han intentado disfrazar manos adicionales.

Baste revisar en ambos lados del océano Atlántico —ya en algún desmayo vertical casi imperceptible del presidente Biden o en los diabólicos parpadeos de Vladimir Putin— para enfocar el empeño por ahora y como ejemplo en la demencia electoral y verborrea electorera ya de México como en España donde candidatos y adláteres diversos muestran innegables huellas de su condición extraterrestre: la baba de las contradicciones y el pésimo uso del idioma español, el agitado, pero fingido movimiento de manos u oscilación capilar, las posibles prebendas y promesas falsas y por supuesto, ese brillo en el guiño que confirma lo que algunos supimos desde que fuimos niños alumnos en la escuelita: estamos rodeados de adultos en apariencia que imponen cuadrículas ridículas de pensamiento y conciencia en aras de un desconocido proyecto estelar que arruina felicidades y trunca posibilidades artísticas, si no es que también libertades, a cíclicas generaciones de incautos, afectados o víctimas que hasta hoy hemos optado por el silencio.

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