Dividida y sin propuestas, la oposición trata de subirse al ring
No hay demasiados motivos para la esperanza con el frente Va Por México, que incluye al viejo PRI y a sus antiguos rivales, el PAN y el PRD
Podría pensarse que, ante la restauración de las taras del priismo más rancio que representan Morena y el Gobierno federal emanado de ese partido, la decisión de por quién votar en 2024 para quien no comparta el entusiasmo por un PRI reeditado debería ser simple: por el candidato de la alianza opositora, desde luego. Pero en México nada es tan sencillo. Porque, siendo sinceros, no hay demasiados motivos para la esperanza con el frente Va Por México, que incluye al viejo PRI y a sus antiguos rivales, el PAN y el PRD, junto con algunos líderes civiles inconformes con la administración de Andrés Manuel López Obrador. Y no se trata solamente de que no exista, en este momento, un candidato digno, carismático, irreprochable y capaz de competir de tú a tú con las corcholatas del oficialismo (tan arropadas por el presupuesto y el nuevo INE, que se está portando como pilmama y no se atreve a aplicar la ley y detener y sancionar las evidentes campañas adelantadas).
La cosa va más allá. La oposición reunida en Va Por México acabará por tener algún candidato, sí. Lo que no queda tan claro es que logre articular un plan de acción común y que, además, ese plan vaya a resultar atractivo para los ciudadanos. ¿Qué ha hecho la oposición más allá de decir lo evidente, es decir, que este Gobierno fue un fracaso y el país retrocedió en el sexenio? Eso lo saben hasta las corcholatas, aunque su trabajo sea decir que estamos en Jauja. No: la oposición se ha limitado a eso, a oponerse, muchas veces nomás en el discurso, pero no tiene propuestas claras, viables y que muevan a la gente. El paupérrimo decálogo de compromisos electorales que firmaron sus líderes hace unos días no pasa de ser un listado de buenas intenciones. Y acordar un método de elección de candidato, como hicieron este fin de semana, es un paso burocrático necesario, pero no un logro político. De ahí a tener un proyecto alterno de país media un abismo.
Empecemos con los aspirantes. Lilly Téllez, Santiago Creel, Beatriz Paredes, Silvano Aureoles, Xóchitl Gálvez, etcétera, podrán caernos mejor o peor, o parecernos más o menos aceptables, pero son todos figuras de sobra conocidas. No solo no representan ninguna clase de aire fresco, sino que encarnan al orden político establecido, en muchos sentidos, tanto como las corcholatas. Y tampoco es que operen de forma muy coordinada. Lilly Téllez pugna por representar a la mano dura y la “nueva derecha”, mientras Xóchitl Gálvez trata de sonar más progresista y abierta. Santiago Creel coqueteó con la autoparodia haciéndose llamar “el señor Constitución”. Beatriz Paredes habla igual que cuando era presidenta del PRI. En fin: cada chango en su mecate. La impresión es que ni siquiera estarían juntos si no los moviera la seguridad de que separados tienen incluso menos oportunidades…
Porque, además, en su alianza no participa Movimiento Ciudadano, un partido que no sabe si ser opositor, si entregarse al postor que más le convenga, al estilo del Partido Verde, o si aspirar a algo grande por sí mismo (a fin de cuentas, tiene en su poder dos de las gobernaturas más importantes después de la Ciudad de México, que son Jalisco y Nuevo León). Y, claro, tampoco participan los micropartidos, cooptados desde hace mucho por Morena.
Total: una oposición dividida, carente de ideas, formada por los mismos de siempre, no parece una amenaza demasiado seria a la permanencia en el poder de Morena. Quizá si las elecciones de 2024 terminan por darles la última palada de tierra al PRI, PAN y PRD, finalmente pueda surgir en México una oposición capaz de pensar en un país distinto y mejor. Porque con este gobierno no vamos a ningún lado, pero con los heraldos de los anteriores tampoco.
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