La razón de la derecha
Llamo al panismo nacional a atreverse a construir una derecha moderna que defienda los valores de la democracia liberal que no se avergüence de contrastar también en el terreno de las ideas con la izquierda populista de López Obrador
El pasado 5 de mayo, ante liderazgos del Partido Acción Nacional, pronuncié un discurso que ha causado revuelo en un país poco acostumbrado a posicionamientos ideológicos claros y honestos por parte de sus aspirantes presidenciales.
¿De qué se trata esa derecha moderna? De revitalizar una tradición de pensamiento que promueve un modelo de desarrollo centrado en la libertad y la responsabilidad personal. La derecha moderna es un sistema de ideas que apela al mérito y al esfuerzo de cada uno como vía de superación individual; defiende la propiedad privada y el legítimo derecho a aspirar a más; construye un sentido de pertenencia a la patria sin esas etiquetas identitarias que sólo anulan la dignidad de las personas; cuida a la familia y su autonomía para guiar la vida de sus integrantes, empezando por la educación; promueve oportunidades a través de servicios públicos de calidad; garantiza el orden basado en la ley para la convivencia armónica de la pluralidad; edifica gobiernos limitados, profesionales y eficientes; remueve todos los obstáculos estatistas de los mercados y de la economía.
¿Qué puede haber de fascista en estas convicciones como acusó la candidata del presidente, Claudia Sheinbaum? Nada. Por el contrario, peligroso para las libertades y los derechos es el régimen que hoy nos gobierna: un presidencialismo déspota que militariza toda la vida social, cancela los contrapesos, criminaliza a los migrantes, manipula la pobreza, persigue la disidencia, repudia al medio ambiente. Peligro para México es el populismo que se lava la cara con un discurso de clase, pero que no es otra cosa que concentración de poder político. Fatal para el futuro de nuestros hijos es permitir que la democracia se destruya en nombre de una supuesta mayoría.
Nuestra alternativa significa más individuo, más familia y menos Estado. Esa fórmula es simplemente incompatible con el autoritarismo.
Desde los principios, valores y tradiciones que nutren a la derecha moderna y sensata en el mundo, la oposición puede ser competitiva en 2024. De entrada, esa definición supone nuevas coordenadas en la polarización que ha generado López Obrador: empatía humanista para que no nos divida el resentimiento de clase; orden y gobierno civil frente a la militarización; modernidad como antídoto al estatismo; democracia plural para que nunca se restaure la presidencia de un solo hombre.
Una plataforma de derecha moderna apelaría a un electorado silencioso que en 2018 votó por López Obrador para castigar la corrupción, la violencia y la desigualdad. Dos terceras partes de quienes votaron por Morena se identifican como de derecha: personas del Norte y del Bajío; padres y madres de familia preocupados por la educación de sus hijos y por la pérdida de referentes de vida; jóvenes emprendedores que aspiran a salir adelante y que no se conforman con dádivas; mexicanos que están hartos de políticos que hablan mucho, pero hacen muy poco.
En 2024 tenemos que recuperar a esos ciudadanos. El discurso de la defensa de las instituciones que unifica hoy a los opositores es correcto, pero insuficiente: los resultados electorales recientes y las encuestas públicas así lo demuestran. Los mexicanos necesitan más razones y emociones para movilizarse. Necesitan una alternativa audaz y valiente. Y esa alternativa debe enunciarse con claridad: frente al fracaso de la izquierda, una visión de país que apueste decididamente al orden, a las libertades, al crecimiento verde y al Estado acotado. Ése es el lenguaje que hablan y esperan las clases medias de México.
Nuestra coalición por eso tiene que ser con la gente y no con una élite de café que a nadie representa y que recomienda las mismas recetas de siempre. Nuestra coalición no debe esperar la anuencia de la intelectualidad progresista instalada en lo políticamente correcto. Para los que defienden una versión de la izquierda que solo vive en sus mentes y que fracasa en donde gobierna, también va dirigido mi mensaje: no podemos esperar a quienes ni siquiera terminan por decepcionarse de López Obrador, ni permiten que surja una alternativa desde otros valores. A esa intelectualidad de sobremesa no los vamos a convencer: siempre es más cómodo documentar la utopía que asumir la responsabilidad de cambiar al país.
Comprendo que dentro de la alianza opositora pueda haber suspicacia de definirnos en el espectro ideológico. Pero espero que compartan conmigo, que no le hablamos a nadie desde un centro indefinido. El centro es punto de encuentro, no posición de salida. Sé que hay temas sociales que nos dividirán, pero eso no solo es natural, sino hasta necesario. Porque en el régimen democrático que queremos construir tras la pesadilla obradorista, no todos tenemos que pensar igual. Eso es justamente una alianza plural: un espacio de encuentro entre distintas visiones, razones, causas, agendas. Una oportunidad de defender y convencer, de ceder y comprometerse. Yo he decidido defender la agenda histórica del PAN —la mayoritaria en el polo opositor—, pero de ganar la elección, ofrezco siempre anteponer mi carácter republicano: respetar la Constitución como marco civilizatorio de entendimiento; promover un debate tolerante en el que ninguna visión se imponga y ninguna minoría sea atacada; construir un gobierno que garantice la coexistencia pacífica de todas las sensibilidades del bien y de la justicia.
Para construir ese México plural, no lo olvidemos, primero tenemos que ganar en 2024; derrotar a punta de votos al régimen de la marginación, la ignorancia, la enfermedad y la violencia. Ganar contundente e incuestionablemente para echar del poder a los corruptos y a los ineptos. Ganar con y por la gente. Ganar para que México sea la patria ordenada y generosa que todos soñamos.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.