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DEBATE PRESIDENCIAL
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sheinbaum y Gálvez: regreso al punto de partida

El tercer y último debate de la campaña ratifica que casi nada ha cambiado en la disputa electoral de los últimos meses, salvo la construcción del candidato de Movimiento Ciudadano

Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum a su llegada el tercer debate presidencial.
Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum a su llegada el tercer debate presidencial.EFE
Francesco Manetto

Cuando la maratoniana campaña electoral mexicana entró en la recta final ya se había instalado una idea central en la mayoría de los análisis sobre el desenlace de la carrera presidencial. Esto es, que, salvo imponderables, la votación estaba en buena medida ya escrita. Las encuestas siempre contribuyen a apuntalar un estado de opinión y los debates son una oportunidad para confirmar ese clima o refutarlo. El tercer y último duelo entre Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez demostró este domingo que casi nada ha cambiado, con la excepción quizá de que el candidato de Movimiento Ciudadano tiene ahora entidad propia. Los imponderables todavía están ahí, son un factor que no se puede desestimar hasta el cierre de las casillas. Sin embargo, los mensajes con los que muchos mexicanos se quedarán cuando faltan dos semanas para el 2 de junio es que hay una favorita que no quiere bajar al barro y una contrincante que lo intenta todo para complacer al sector más inamovible de sus votantes.

Incluso en el supuesto de que los debates electorales resulten en ocasiones determinantes, las tres contiendas de esta campaña han servido sobre todo para reafirmar lo previsible. Que la aspirante del PRI, PAN y PRD abrazó una táctica ofensiva que fue in crescendo desde el primer cara a cara con Sheinbaum. Que la candidata de Morena acabó por ningunear a su rival a pesar de las salidas de tono, mostrando así su perfil más institucional y presidenciable. Y que Máynez, el que menos tenía que perder, fue también el que más creció.

No es casualidad que la cabeza de cartel de MC, que en los últimos días recibió fuertes presiones para declinar en favor de Gálvez, dedicara buena parte de la noche a lanzar dardos en su contra, llegando por momentos a aliarse con la antigua jefa de Gobierno de Ciudad de México para acorralar a la líder opositora. Esta llegaba al debate, celebrado en el Centro Cultural Universitario de Tlatelolco, horas después de participar en una multitudinaria concentración de la Marea Rosa, que la aclamó al grito de “presidenta, presidenta”. No obstante, la candidata de Fuerza y Corazón por México se alejó de esa aspiración en el plató del Instituto Nacional Electoral (INE) y recurrió, a menudo con trazo grueso, al narcotráfico, la corrupción e incluso a la religión y a la Virgen de Guadalupe para desacreditar a su adversaria, que en ningún momento recogió el guante.

El cruce de acusaciones del anterior debate quedó reducido, en definitiva, a una acusadora (Gálvez), una presentadora de propuestas y resultados (Sheinbaum) y un tercero (Máynez), que desempeñó ambos papeles. De todas maneras, sería insólito que los tres debates acabaran moviendo muchos votos. La figura omnipresente del actual mandatario durante el sexenio que se encamina a su fin ha hecho de la política mexicana una gran dicotomía: a favor o en contra de Andrés Manuel López Obrador, su proyecto y su herencia. Así, sus seguidores apoyarán a Morena, sus detractores votarán por la coalición opositora y habrá un sector partidario de una tercera vía.

Sin mucho margen para las sorpresas, la batalla electoral regresa ahora al punto de partida donde, durante apenas unos días, dominarán los mismos factores que hace meses. Las últimas encuestas confirmarán, con más o menos matices, lo que la sociedad mexicana lleva escuchando desde la elección de Sheinbaum como candidata. Y lo imponderable volverá a ser la única incógnita real de las elecciones presidenciales.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.
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