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La concentración en el Zócalo y las presiones a Máynez para declinar caldean el último debate presidencial en México

El encuentro será de nuevo a tres bandas y abordará asuntos que han presidido la campaña, como la violencia del crimen organizado y la calidad democrática e institucional del país

Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez, durante el segundo debate presidencial, el 28 de abril.
Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez, durante el segundo debate presidencial, el 28 de abril.
Carmen Morán Breña

Los últimos días de campaña electoral tienen en el último debate de este domingo una de las paradas más interesantes. En él se abordarán alguno de los asuntos que han protagonizado la pelea por la presidencia, como la situación de inseguridad y violencia que vive el país o la salud democrática y la división de poderes, que muy probablemente se centrará en el desencuentro entre el presidente del Gobierno y el Poder Judicial, que ha presidido el sexenio. El encuentro de los tres aspirantes viene precedido de la concentración convocada en el Zócalo, que reúne el descontento de miles de personas con la actual Administración de Andrés Manuel López Obrador, una protesta que ha sido polémica precisamente por celebrarse horas antes del debate. Esta semana, además, la oposición ha caldeado el ambiente con las presiones al candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, para que abandone la carrera y ponga su fuerza electoral al servicio de la coalición que encabeza Xóchitl Gálvez como la única posibilidad de derrotar al partido oficialista y a su candidata, Claudia Sheinbaum. Máynez no ha dado su brazo a torcer y este último debate contará, de nuevo, con las intervenciones de los tres candidatos.

La reunión en el Zócalo es una más de las que en los últimos meses ha organizado, supuestamente, la sociedad civil para protestar contra el Gobierno y el deterioro de las instituciones democráticas que observan. Pero en esta ocasión las intervenciones de Xóchitl Gálvez y de su colega panista aspirante al Gobierno de la Ciudad de México, Santiago Taboada, confieren a la concentración un ineludible cariz político, un acto más de campaña electoral que a buen seguro saldrá a relucir en el debate de la noche.

La oposición tendrá también la oportunidad de plantear uno de los ejes sobre los que ha orbitado su pelea política para conquistar las urnas el 2 de junio: la inseguridad que vive el país y la violencia incesante, que se agudiza siempre en temporada electoral. La candidata morenista, Claudia Sheinbaum, tendrá que defenderse de los ataques que le lleguen por esos frentes, que no son menores y algunos vienen avalados por la estadística oficial: más de 30.000 asesinatos al año como promedio en todo el sexenio y una treintena larga de candidatos asesinados, balaceados, amenazados o víctimas de otros delitos. Del debate se esperan las críticas, pero también las propuestas de unos y otros para acabar con el mayor problema que tiene México y que en ocasiones se antoja irresoluble. El crimen organizado es uno de los déficits democráticos a la hora de celebrar unas elecciones, con territorios controlados por las bandas armadas donde se hace difícil siquiera colocar las urnas e imposible la presencia de observadores internacionales.

Dos temas más de calado están previstos para este debate: política exterior y migración y la calidad democrática y la división de poderes. Sobre el primero, el partido del Gobierno puede exponer el buen entendimiento con Estados Unidos para controlar el flujo de personas que cada año atraviesa México en dirección norte, un fenómeno imparable y de enorme trascendencia humana para el que se han articulado algunas medidas de apoyo económico y laboral en algunos de los países de origen para facilitar el arraigo de estas personas y contener las salidas en busca de mejor destino.

Asunto más peliagudo aventura la discusión sobre la salud de la democracia en México y la división de poderes, uno de los ataques más recurrentes de la oposición a Ejecutivo de López Obrador, y por ende a la continuidad política que plantea la candidata morenista. Gálvez y los partidos que abandera, PAN, PRI y PRD, piden en estas elecciones el voto ciudadano para acabar con lo que han calificado de “dictadura”, habida cuenta, dicen, del “deterioro democrático e institucional” que ha propiciado la Administración obradorista. El profundo desencuentro entre el Ejecutivo y el Poder Judicial, moneda común en todo el sexenio, saldrá a relucir. Sobre este asunto, la candidata oficial plantea una reforma de la judicatura que no es del todo idéntica a la que quiere llevar a cabo el presidente antes de que finalice su mandato, algo que se antoja ya muy ajustado en el tiempo. Pero el modo en que se elija a los jueces y a los representantes del poder judicial es una batalla a la que la oposición tratará de sacar partido. Opinan que el presidente ha tratado de ahogar la independencia judicial desde Palacio Nacional.

La iniciativa de López Obrador para que desaparezcan algunos organismos autónomos, con el Instituto de Transparencia, la Comisión Federal de la Competencia, la de Telecomunicaciones o la comisión reguladora de Energía, también ha soliviantado los ánimos de la oposición, que ha hecho de la defensa de estos organismos una de las banderas de su candidatura. Consideran que eliminarlos supone un menoscabo a la pluralidad institucional y a la democracia. Para el Gobierno no son más que un “aparato paralelo” al Ejecutivo y de “control de las decisiones de poder”. Pero esta batalla no es muy rentable si se la compara con el Poder Judicial. Ni la ciudadanía conoce mucho estos organismos ni está por la labor de defenderlos, máxime cuando el presidente los ha planteado como costosos e inservibles, por lo que la oposición no ha sacado mucho rédito político de su defensa.

Sobre este debate presidencial, por último, ha planeado desde principios de la semana la posibilidad de que en lugar de tres contendientes solo fueran dos, Sheinbaum y Gálvez, si finalmente fructificaban las presiones al representante de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, para que abandonara su carrera por la presidencia y declinara en favor del bloque opositor. No ha sido así: las invectivas del líder priista, Alejandro Moreno, contra Máynez no han resultado, ni tampoco las llamadas más templadas a un “gran acuerdo” de todos contra Sheinbaum. En el centro cultural universitario Tlatelolco, donde se celebra el encuentro, se verán las caras por última vez los tres aspirantes, también la sonrisa de Máynez, cuya fuerza es minoritaria, según las encuestas, pero que esta semana, a cuenta de la declinación que le han planteado, ha recibido un enorme balón de oxígeno. El emecista es el más desconocido de los candidatos, cualquier cosa que le sitúe en el centro de la pelea, iluminado por los focos, le viene bien. Ante el empeño de los partidos tradicionales por estrangular la tercera vía que supone Movimiento Ciudadano, Máynez podrá vender con más fuerza a su formación como un oasis donde podrían refugiarse quienes no están con Morena ni con el PAN o el PRI. En lugar de desaparecer del debate presidencial, es posible que le saque más partido que nunca a la situación.

Por lo demás, del debate que se celebrará a las ocho de la noche cabe decir que no será un debate propiamente dicho, puesto que las interpelaciones directas entre candidatos se han sustituido por una serie de preguntas enlatadas que han enviado los equipos de campaña en sobre cerrado, de las cuales se seleccionarán algunas que formularán los moderadores. De forma que el encuentro corre el riesgo de perder aún más dinamismo. Los formatos que se han empleado para estos encuentros en la capital han sido calificados de rígidos y encorsetados, sin que propiciaran el diálogo entre los contendientes, sino discursos sordos mirando a la cámara. En esta ocasión, visto lo previsto, se limitarán de nuevo a exponer sus posiciones y criticar o insultar al contrario llegado el caso. Los tres aspirantes han estado de acuerdo en que este nuevo formato es más adecuado, incluso hay quien lo ha calificado de más “dinámico”. Es el último encuentro y el ambiente está más caldeado que nunca, pero queda aún tiempo de campaña y la última palabra la tendrán las urnas.

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Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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