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El trágico destino de los Ponce: tres generaciones marcadas por la violencia en México

Hace 10 años, Víctor Manuel Ponce se desplazó desde Chihuahua junto con 75 miembros de su familia por la violencia de un grupo del crimen organizado. En junio pasado fue asesinado por otra banda en Jalisco por negarse a pagar extorsión en el negocio ganadero

Víctor Manuel Ponce in a file image.
Víctor Manuel Ponce in a file image.CORTESÍA

El 13 de marzo de 2013, 75 miembros de la familia Ponce huyeron de Estación Conchos —un pueblo de apenas 1.600 habitantes en el municipio de Saucillo, Chihuahua— para salvar su vida. Unos días antes, Sigifredo Ponce había sido asesinado. Era el tercer homicidio que había sufrido la familia en tres años. Antes habían muerto dos de sus sobrinos, los hermanos Gerardo y Jonathan. La familia huyó. Diez años después, la violencia los alcanzó otra vez.

El rancho de Víctor Manuel Ponce, el octavo de los hermanos, quedó abandonado. El día que mataron a su hermano Sigifredo, los sicarios asesinaron también a cuatro trabajadores. La fachada blanca de su supermercado quedó manchada por el hollín de un incendio y agujereada por las balas de alto calibre. La familia, que a comienzos de 1930 había fundado aquel pueblo en el desierto, salió aquella noche en caravana, y a los pocos meses, se desperdigó por todo el país.

Víctor Manuel Ponce, de 57 años, se había asentado en Huejúcar, Jalisco, después de buscar suerte en Aguascalientes. Había logrado montar su rancho y meterse al negocio ganadero gracias a créditos bancarios. Su hijo Víctor Manuel, El Gordo, había regresado desde Estados Unidos para ayudarle en el negocio y su hija Dinorah se había casado en diciembre pasado con un chico del pueblo. La familia comenzaba a recuperarse del exilio. Pero el pasado 23 de mayo, Víctor Manuel Ponce desapareció.

Había elegido Huejúcar porque lo consideraba “un buen lugar después de venir de una violencia terrible”. Desde entonces se escuchaban las incursiones del crimen organizado en la ganadería, pero en agosto de 2022 los rumores se convirtieron en amenazas. Miembros de la “maña” —como se le conoce a los grupos armados en la región— citaron a los ganaderos para avisarles que iban a hacerse cargo del negocio, que les cobrarían una cuota —que representa al menos la mitad de la ganancia por cada becerro vendido a Estados Unidos— y que solo algunos, entre ellos Ponce— podrían acopiar el ganado para ventas fuera de Jalisco.

“A mi papá le pidieron dos millones de pesos. Le dijeron: ‘Si no nos pagas, te vamos a asesinar”, contó su hija Anais Ponce. Víctor Manuel pagó el derecho de piso creyendo que con eso salvaba su vida. Después se comunicó con el titular de a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) porque temía por su seguridad y la de su familia. Y, según la familia, el titular de la CEAV de Zacatecas fue el que denunció la extorsión y las amenazas ante la Fiscalía. Ponce quería vender todo, dejar el negocio y abandonar Jalisco para no repetir la misma historia que en Chihuahua.

“Yo creo que a mi tío lo puso en riesgo que se dio parte a la Fiscalía”, dice Paola Delgado, hija de Dora Ponce y la abogada que ha llevado todos los procesos legales de su familia y había solicitado medidas de protección para su tío. “Él no sentía la muerte. Decía: ‘Lo más que puede pasar es que un día me vacíen el rancho y me lo quemen”.

La última vez que vieron a Víctor Manuel Ponce fue en su centro de acopio de ganado junto a su empleado Luis Fernando García. Cuando su familia los buscó en los corrales, vieron su camioneta estacionada y encontraron sus gorras en el suelo, así como botones de las camisas y señales de que se los habían llevado a rastras. En el vídeo de seguridad de la ferretería vecina, se observa como dos camionetas entran y cinco minutos después salen a toda velocidad.

“Pensábamos que a lo mejor iban a regresar a mi papá porque cuando lo citaban a esas reuniones donde les jalaban las orejas y les decían ‘o lo haces o lo haces’, tardaban horas en regresar. Yo no tenía esperanza porque se lo llevaron a la fuerza, ¿no?”, cuenta Anais Ponce. Según la familia, el mismo día de la desaparición, miembros de “la maña” en convivencia con autoridades locales, fueron al rancho y se llevaron entre 120 y 150 cabezas de ganado, además de retener durante horas a Dinorah Ponce y amenazarla para no iniciar ningún tipo de búsqueda.

El 14 de junio Anais Ponce grabó un vídeo denunciando la desaparición de su padre. Lo único que esperaba era recuperar su cuerpo. “A pesar de que se llevaron lo que quisieron, no nos lo regresaron. Les pido que este vídeo se haga viral, que llegue a las más altas autoridades, que llegue a todos los noticieros y sobre todo que llegue al jefe del jefe del jefe de la persona que tiene a mi papá. Por favor, regresen a mi papá y regresen a Luis Fernando”. A la mañana siguiente encontraron sus cuerpos en Zacatecas.

La historia de violencia de los Ponce comenzó en 2010 con el secuestro del Gordo, el hijo mayor de Víctor Manuel. En Saucillo, la familia había prosperado con la cría y exportación de ganado hacia Estados Unidos, habían abierto nueve supermercados, plantado enormes extensiones de nogales y cada domingo se reunían para hacer una carne asada. Estación Conchos es parte de una de las rutas de la droga hacia Estados Unidos y en la sierra vecina siempre hubo plantaciones de marihuana, pero hace más de 20 años que las familias comenzaron a ser fagocitadas por el crimen.

En una entrevista en 2018, Víctor Manuel Ponce explicaba que creía que toda esta violencia era por haber hecho un negocio con una persona equivocada. Un ganadero relacionado con el crimen le pidió prestados unos 50.000 dólares y le dijo que se los pagaría con unas 200 cabezas de ganado. Pasado el tiempo, lo único que recibió a cambio fue una jaula de ganado robado. Cuando protestó, un sicario le amenazó con una pistola para que se callara. El siguiente año y medio, los Ponce hicieron su vida siempre mirando por los espejos retrovisores de sus camionetas. Hasta que en 2013 volvieron a intentar secuestrar al Gordo y mataron a su primo Jonathan. Víctor comenzó a hablar con las autoridades: señaló los puntos que, como todo el mundo sabía en el pueblo, eran de almacenamiento y venta de droga. En febrero, Víctor Ponce dejó el pueblo creyendo que con eso dejarían en paz al resto de la familia. A las tres semanas mataron a Sigifredo.

Una década después, Víctor Manuel Ponce se encontraba en una situación similar, en un estado diferente, ante otro grupo criminal, con menos familia a su alrededor, cansado y harto de buscar justicia. Se quejaba de la impunidad, de la inaplicación de la Ley de Víctimas y cómo a pesar de las denuncias, las investigaciones no llegaban a encontrar culpables. “En la justicia divina si creo, pero la justicia del hombre aquí en México no existe”, dijo en la entrevista de 2018.

Hasta hoy ningún miembro de la familia Ponce ha obtenido justicia. La Comisión Mexicana para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, que ha llevado el caso, condenó la muerte de Víctor Manuel Ponce públicamente: “El estado es responsable por su inacción en estos hechos que comenzaron hace 10 años”. Sus abogados explicaron que la familia tiene al menos seis averiguaciones previas en Chihuahua, tres en Jalisco y una en Zacatecas. Ninguna se ha resuelto. Esto sumado a decenas de juicios de amparo, una recomendación Nacional de Derechos Humanos, procesos de atención integral y quejas ante la CEAV .

“¿Por qué mi papá? Si no era un asesino, no era un secuestrador, no era un narcotraficante… Sí, tenía un carácter de campo, era duro, era aguerrido, pero ¿por qué?”, se preguntaba Anais.

Días después de la muerte de su padre, su hija recordaba los viajes en carretera que hacían en familia y cómo en el camino siempre cantaban las canciones favoritas de Víctor Manuel Ponce como Dust in the Air, de Little Venice o Coward of the County, de Kenny Rogers. La letra de está última, ella la interpreta como un mensaje:

“Prométeme, hijo, no hacer las cosas que he hecho

Aléjate de los problemas si puedes

Ahora no significará que eres débil si pones la otra mejilla

Espero que seas lo suficientemente mayor para entender

Hijo, no tienes que luchar para ser un hombre”.

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