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La expansión del puerto de Manzanillo amenaza el mayor humedal de Colima

El Gobierno de México quiere convertirlo en el principal puerto de América Latina. Pero miles de familias temen perder su sustento y ambientalistas advierten de que aumentará la vulnerabilidad del Estado frente al cambio climático

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Desde la orilla de la carretera que conecta Colima con Manzanillo, en el oeste de México, es posible ver cientos de cormoranes alimentándose junto a pelícanos y garzas. Son parte de las más de 180 especies de aves registradas en la laguna de Cuyutlán, el cuarto humedal más grande del país y el quinto lugar de importancia mundial en aves migratorias. Este espejo de agua representa el 90% de los humedales del Estado de Colima. La primera ampliación del puerto años atrás, así como la presencia de una terminal de gas natural licuado y el impacto de la actividad de una planta termoeléctrica ha supuesto un impacto en este ecosistema de más de 7.000 hectáreas, pero la vida continúa abriéndose paso. Sin embargo, ahora se enfrenta a una nueva amenaza, según advierten ambientalistas y pescadores y salineros que viven de la laguna.

El 9 de agosto pasado, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció en Colima que el puerto de Manzanillo pasará de ser el tercero más importante de América Latina a convertirse en el primero, cuadruplicando su capacidad de recepción de contenedores, lo que amenaza todo el ecosistema lagunar. La ampliación forma parte de los megaproyectos insignia de infraestructura del Plan México impulsado por el Gobierno de la Cuarta Transformación, lo que ha incrementado la presión política y económica sobre la Laguna de Cuyutlán, pese a las advertencias sobre sus graves impactos socioambientales.

En el vaso II de la laguna, donde se planea la expansión del puerto, se encuentra la mayor concentración de peces que alimenta la actividad pesquera de la zona, según relata María del Carmen Velasco, líder de las cooperativas pesqueras Pescadores de la laguna de Cuyutlán Alameda y Acuacultores de la laguna de Cuyutlán, dejando a cientos de familias sin sustento.

En este mismo espacio, se ubican un conjunto de islotes con gran riqueza arqueológica, según diversos estudios. Investigadoras como Margarita Carballal, María Antonieta Moguel y María de los Ángeles Olay han documentado varios trabajos de rescate que se han hecho en la zona debido a la entrada de proyectos de gran tamaño. En el transcurso de estas investigaciones se hicieron importantes hallazgos, desde pequeños vestigios hasta lomas funerarias, que, sin embargo, no fueron suficientes para detener los proyectos. De hecho, la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) del proyecto de ampliación, contempla la remoción completa de estos islotes con explosivos para construir una gran plancha de concreto donde atracarán buques de gran calado.

La laguna alberga uno de los patrimonios bioculturales más importantes de México, ya que los vasos III y IV forman parte de la lista de Humedales de Importancia Internacional del Convenio Ramsar por su gran relevancia ecológica. De ahí se extrae la sal artesanal de Cuyutlán, de la que dependen más de 1.500 familias entre empleos directos e indirectos, según Miguel Ramos, presidente de la Sociedad Cooperativa de Salineros de Colima. La cooperativa acaba de celebrar sus 100 años de operación, pero se tienen registros de que la extracción artesanal tiene una tradición que se remonta a más de cinco siglos.

Los datos del Centro Ecológico de Cuyutlán El Tortugario dedicado al estudio, conservación y divulgación en el estero Palo verde, ubicado en el vaso IV, revelan que en este entorno se encuentran cuatro de las seis especies de manglar que habitan en México, y que aportan múltiples servicios ecosistémicos. Según Marco Liñán, investigador de la Universidad de Colima, las lagunas costeras son zonas de alta productividad biológica y funcionan como criaderos naturales, ya que ejercen como hábitats de reproducción y crecimiento de peces, crustáceos y moluscos de importancia comercial, y actúan como filtros naturales capturando nutrientes y contaminantes de cuencas adyacentes, y ayudan a mantener la calidad de las aguas costeras.

Para Raymundo Padilla, investigador especializado en gestión de riesgos de desastres, el valor de la laguna también es estratégico. La zona tiene alto riesgo de impacto por tsunamis, huracanes y sismos de gran intensidad. El manglar actúa como barrera natural que reduce el riesgo para las poblaciones aledañas. De acuerdo con los investigadores, contar con una barrera de manglar tan importante como la que hay en el vaso II de la laguna de Cuyutlán aminora notablemente el riesgo de desastres para las poblaciones aledañas y las hace más resilientes contra los efectos del cambio climático.

A pesar de las evidencias que respaldan la necesidad de proteger el humedal, organizaciones civiles denuncian que el Gobierno del Estado se está apresurando en el desarrollo del proyecto. La asociación civil Defensores del Medio Ambiente y Recursos del Mañana (Demarem) sostiene que la consulta pública fue una simulación, ya que se llevó a cabo únicamente en línea, con fallas técnicas y sin garantizar el acceso a las comunidades. Se habilitó un canal de mensajería para que, quienes no podían completar el proceso en la plataforma, tomaran capturas de pantalla y la enviaran a la asociación a fin de recoger evidencias y recopilaron casi 100 pruebas en ocho días de personas que no lograron registrar su consulta.

También señalan que el propio Gobierno del Estado anunció el inicio de las obras de dragado en enero del 2025, fragmentando un mismo proyecto en varios cuando estos forman parte de la misma obra de expansión. América Futura ha contactado al Gobierno del Estado para obtener una respuesta ante estas críticas, pero no ha obtenido respuesta.

Además, varios líderes pescadores que se oponen al proyecto han asegurado haber sido hostigados. Pese a ello, la oposición no se ha detenido. El 29 de octubre, cientos de personas marcharon en Colima en defensa de la laguna exigiendo el derecho a un medio ambiente sano. El 8 de noviembre, se llevó a cabo otra movilización en Manzanillo en la que pedían al Gobierno Federal y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) revisar con el debido rigor el proyecto.

Frente a las críticas que señalan que el proyecto se ha acelerado y se ha hecho sin los estudios pertinentes, Humberto Retana, titular de la oficina de representación del Semarnat en Colima, aseguró ante un grupo de manifestantes que llegaron a su oficina el 29 de octubre que el proyecto aún estaba en “evaluación de impacto ambiental en Ciudad de México” y se mostró abierto a recibir “cualquier inquietud” respecto al mismo. “La decisión de este proyecto es de la parte promovente, que es la secretaría de la Marina que pretende hacer un nuevo proyecto, un puerto nuevo”, dijo el funcionario, quien aseguró, ante la pregunta de una niña, que lo que motivaba el puerto era el “desarrollo del Estado”.

Pero los manifestantes exigían que la idea de progreso no ignorase a las comunidades que viven de la laguna, ni el valor de los ecosistemas ante los efectos del cambio climático. Colima ya enfrenta niveles de estrés hídrico en sus acuíferos y arrastra consecuencias de la primera expansión del puerto, como altos niveles de contaminación, accidentes viales por el tránsito de tráilers y una infraestructura urbana insuficiente, según advirtió la bióloga Mariana Gudiño el 2 octubre en una reunión convocada por Semarnat. Para muchos de quienes se oponen al proyecto, cuadruplicar la capacidad del puerto, no significa desarrollo, sino multiplicar por cuatro los problemas existentes. Para ellos, la principal certeza es que el mayor puerto de América Latina no puede hacerse a costa del ecosistema de la laguna.

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