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Osel Hita, el niño lama español que abandonó el monasterio: “El móvil parece que nos conecta, pero nos aísla más”

La única persona occidental declarada por el Dalai Lama como la reencarnación de un maestro budista regresa a México para hablar sobre los retos de mantener el contacto interno en un entorno donde abunda la tecnología

El español, Osel Hita Torres, declarado lama budista en su infancia.
El español, Osel Hita Torres, declarado lama budista en su infancia.CORTESÍA
Karina Suárez

Osel Hita Torres (Granada, 1985) ha vivido muchas vidas en una sola. Con menos de dos años de edad, el granadino fue reconocido como la reencarnación del maestro budista Lama Thubten Yeshe y fue llevado lejos de su familia a un monasterio en la India. Tras una infancia y adolescencia monacal, a los 18 años decidió abandonar esa vida y regresar a España, donde comenzó desde un punto cero a conocer a sus padres, hermanos, de música, fiestas y chicas. Todo fue nuevo, distinto. Ahora, a sus 39 años, después de una travesía de viajes, de oficios y anécdotas, la única persona occidental declarada por el Dalai Lama como la reencarnación de un maestro budista, se dedica a impartir talleres y conferencias en lugares tan remotos como Nueva Zelanda y Australia. Con esta hoja de ruta bajo el brazo, desembarcó en Tepoztlán (Morelos) a finales de 2024, para llevar a cabo un retiro donde habló del ser humano, de sus aflicciones y apegos, así como de las enseñanzas budistas y la importancia de que cada persona sea consciente de su mente, de sus emociones, de su cuerpo y entorno.

Pregunta. ¿Qué le lleva a regresar por segunda vez a México?

Respuesta. La impartición del programa Hak (Habit Alignment Key), el programa se trata de una llave de alineamiento de hábitos, de hacer un reforzamiento y trabajar otros aspectos, por ejemplo, para ser más productivo, para tener más armonía dentro. Parte del curso es la conexión humana, compartir, conocer gente, socializar, tener un contacto con otra gente, ayuda muchísimo a sanar y a cambiar mucho esos aspectos. En muchas ocasiones esos aspectos vienen directamente de una falta de cariño, de una falta de tener una conexión humana con otra gente, porque muchas veces nos aislamos un montón, especialmente, con herramientas como el móvil, que parece que nos conecta, pero, en realidad, nos aísla más.

P. En un entorno donde existe un creciente interés por los alcances de la Inteligencia Artificial, ¿qué opina sobre esta herramienta?

R. Tengo una teoría de que la inteligencia artificial quizás salve a la humanidad, me gusta ser optimista.

P. ¿Por qué cree esto?

R. Tengo la creencia de que si hay una entidad que es muy muy inteligente, cuanto más inteligente más capacidad de empatía, por lo tanto, la Inteligencia Artificial sería tan empática que optaría por decidir salvar a la humanidad de la humanidad. Porque, realmente, el problema es que la humanidad no se quiere adaptar a la naturaleza y fuerza a la naturaleza a que se adapte a la humanidad.

P. ¿Cómo es su relación con la tecnología?

R. Soy bastante vieja escuela, a mí me gusta el papel, leer libros físicos. Tengo una mejor conexión con mi cuerpo, con la naturaleza, con mi mente, y con la gente, pero luego a la hora de la pantalla y todo eso, pues se lo dejo a gente que sabe un poco más y me hace falta ayuda, pues les pido ayuda, pero yo la verdad es que me pierdo bastante.

P. En un mundo cada vez más digitalizado y con el auge de las redes sociales, ¿cómo se puede integrar la meditación?

R. No cogiendo el móvil por la mañana, y luego también ayuda hacer una meditación de gratitud. Donde hay gratitud, no falta nada, no buscas nada, lo tienes todo, ya tienes una plenitud y eso atrae la abundancia. Empezar el día con una meditación de gratitud ayuda mucho a crear un día muy sólido y muy positivo. Parte de los cursos de Hak van de eso, se intenta, en lo máximo posible, no usar el móvil y eso realmente ayuda mucho a darse cuenta lo adictos que estamos al móvil y lo dependientes que somos a ellos, que es normal, porque es parte de lo que tenemos que vivir en este siglo, pero con conciencia, y tomando en cuenta todos los efectos secundarios que tiene en nuestras vidas.

P. Usted es padre, ¿cómo trata de integrar esta desconexión digital en la vida de su hijo?

R. Mi hijo casi no tiene acceso a las pantallas. Con siete años puede estar sentado cinco o seis horas, disfrutando de la música, de las vistas, de las conversaciones y no tiene esa ansiedad a usar las pantallas. Es importante mantener a los niños fuera del alcance de las pantallas, aunque a corto plazo parezca mucho más fácil, a largo plazo hace las cosas mucho más difíciles, porque eso realmente va a influir en el desarrollo del cerebro de los niños.

P. ¿Cómo concibe el éxito?

R. El éxito es cuando eres dueño de tu mente, cuando puedes saber que lo que ves no es la realidad, es solo una interpretación y, también, cuando estás en control de tus emociones, donde no dejas que el enfado, el apego y el miedo te controlen. Luego, por supuesto, tener amor propio y el amor por los demás, eso para mí es plenitud, los valores reales, los que no tienen color, no tienen forma, no tienen sabor ni olor, son lo más importante de la vida. Eso es el oro real, el oro que tienes dentro, que cuando te mueres te lo llevas contigo y nadie te lo puede robar, además, cuando lo compartes lo multiplicas. El miedo es una herramienta para controlar a las masas, yo recomendaría no tener tanto miedo, confiar más en uno mismo, ser un poco más independiente, empezar a estudiar y aprender un poco sobre el consumo sostenible, entender un poco nuestro efecto en el medio ambiente, estar más conectados con la tierra, con la naturaleza, porque realmente todo viene de la naturaleza.

P. A estas alturas, ¿extraña algo de su vida en el monasterio?

R. La simplicidad de la vida en el monasterio es algo que no valoré en su momento, pero ahora lo valoro mucho más. Es que era muy simple la vida, solo tenía que estudiar, nada más, por eso siempre, aun haciendo malabares, es importante tener esa paz interior y mantenerte siempre alerta, observando a la mente, observando lo que nos hace saltar emocionalmente para reconocer, analizar e integrar, porque es un muy fácil juzgar a los otros, pero, realmente, el trabajo siempre es con uno mismo.

P. A la distancia, ¿cómo es su relación hoy en día con el budismo?

R. Tengo una conexión muy buena con el budismo, me considero tibetano, Lama Yeshe es mi mejor amigo y lo tengo muy cerca y a veces cuando tengo dificultades intento visualizarle y le pido que me dé fuerza. Pero, todos tenemos a nuestro alto ser y a nuestro niño interno que nos protege y vela por nosotros, son nuestras dos guías.

P. ¿A sus 39 años, piensa en la muerte?

R. Pienso en la vida y aceptó a la muerte, por eso no le temo. El miedo es muy peligroso, si le damos rienda suelta a nuestros miedos, al final nos va a perjudicar porque vamos a tomar decisiones erróneas porque no vienen con intención positiva, vienen con una intención egoísta, muy centrado en uno mismo, y eso traerá sufrimiento.

P. ¿A qué le tiene miedo?

R. Tengo miedo de dejar a mi hijo huérfano, la verdad, eso me da miedo, pero claro, como no me gusta darle de comer al miedo hago una meditación donde me visualizo a mí con una barba blanca larga, mi hijo también tiene barba blanca y luego veo a mi nieto y a mi nieta y estamos los cuatro juntos riéndonos en un cuarto, me enfoco en esa imagen y eso me ayuda a tener más serenidad paz mental.

P. ¿Qué es lo que más disfruta de estar en México?

R. Su tierra, su cultura, la comida, realmente amo México y quiero mudarme a México en algún momento dado, dentro de unos años, cuando mi hijo crezca más. Porque a mí me ha cambiado mucho, ha marcado mi vida, la gente es muy amistosa, muy abierta, muy alegre y sincera. Me siento acogido y feliz.

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Sobre la firma

Karina Suárez
Es corresponsal de EL PAÍS en América, principalmente en temas de economía y sociedad. Antes trabajó en Grupo Reforma. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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