Un ajuste de cuentas contra ‘La Flaca’, la tesis principal de la masacre en el bar de Querétaro
El sicario Fernando González Núñez trató de reclutar este agosto a nuevos miembros para el CJNG a través de sus redes sociales. Su asesinato y la matanza colateral fue una respuesta de un grupo rival, el Cártel de Santa Rosa de Lima
La pistola al cinto, los brazos tatuados, la gorra, la cara tapada por un fusil de asalto con mira telescópica con el que apunta a un lugar indefinido del bosque. Está bajo el sol en un camino de tierra rodeado de árboles. Alguien le hizo una fotografía en posición de tirador. Él la publicó en su perfil de la red social Threads. Era Fernando González Núñez, La Flaca, un hombre de 31 años al que fuentes del Gobierno federal identifican como miembro del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en Querétaro. Ahora está muerto, acribillado por armas de fuego no tan diferentes a las que él usaba para presumir en internet, junto a otras nueve personas que tuvieron la mala suerte de estar en el mismo bar la noche del sábado. González Núñez era el objetivo principal de un ajuste de cuentas entre el CJNG y el Cártel de Santa Rosa de Lima por el control de la plaza que se saldó también con 13 heridos, la última masacre que ha conseguido atraer la atención de un país por lo general anestesiado ante la inacabable crisis de violencia.
La Flaca no destacaba por su discreción. Fotografías con coches caros, champán francés, aviones privados. Este agosto, realizó un reclutamiento de nuevos sicarios a través de sus redes sociales para el CJNG, una de las dos organizaciones criminales más poderosas y violentas de México junto con el Cártel de Sinaloa. “Ofrecía un pago semanal a quienes supieran usar armas de fuego”, señalan las fuentes federales, que también apuntan a que la actividad más conocida hasta el momento de González Núñez era el “robo de hidrocarburos”, el huachicol, una fuente de ingresos habitual de las mafias de la zona. Ya había sido detenido en dos ocasiones en Querétaro este año “por portación de armas de fuego”: la primera en marzo; la segunda, precisamente, en agosto.
A pesar de que uno de los lemas más repetidos durante el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) y ahora durante el de Claudia Sheinbaum es que “no habrá impunidad para nadie”, en México menos del 1% de los delitos son resueltos y el 94% nunca se denuncian, según un estudio de la organización Impunidad Cero. Quizá por eso La Flaca se sentía con la libertad de reclutar nuevos miembros para uno de los cárteles más sanguinarios del país a la vista de todos. No solo eso: las fuentes gubernamentales inciden en que “realizaba publicaciones en sus redes sociales donde se mostraba portando armas de fuego y chalecos tácticos con las letras CJNG”, como también ha podido comprobar EL PAÍS.
No estaba claro hasta este lunes qué razón se escondía tras la inexplicable masacre de 10 personas en el bar Los Cantaritos de Querétaro. Las imágenes de las cámaras de seguridad han corrido por internet y la prensa antes que la información oficial. Hay dos videos, el del exterior y el del interior. El primero muestra el antes y el después: un grupo de unos ocho hombres encapuchados, de negro y fuertemente armados llegan al bar. Algunos se quedan fuera vigilando. El resto desaparecen dentro del local y salen todavía disparando ráfagas. En el segundo no se ve a los sicarios, solo a las víctimas que, sorprendidas por las balas, tratan de refugiarse sin suerte bajo las mesas de madera. No tiene sonido, pero se sienten los tiros por el polvo que levantan y los cuerpos que se retuercen en el suelo.
La mayoría de las ocasiones, las autoridades consiguen esquivar las responsabilidades de las matanzas, que no siempre levantan tanto ruido como la de Querétaro. Esta vez, la masacre ha obligado a la presidenta a, por lo menos, mencionarla en su conferencia diaria de prensa, La mañanera, tradición heredada de López Obrador. “Hay una persona detenida e iban por una persona”, ha sostenido Sheinbaum, escueta, para añadir que el gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, del opositor Partido Acción Nacional (PAN), y el secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar Harfuch, están en contacto para coordinar la investigación.
Sin que nadie asuma responsabilidades, los partidos se han lanzado a la guerra política con la masacre de Querétaro como munición. La oposición ha criticado a Sheinbaum y su estrategia de seguridad, basada en el lema “abrazos, no balazos” de su predecesor, a pesar de que en el Estado gobierna la principal fuerza opositora. La presidenta, por su parte, no ha hablado de la matanza de 10 personas directamente hasta este lunes, y el domingo prefirió viajar a Zacatecas, otro de los puntos calientes en el mapa de la inseguridad. Allí, aprovechó para difundir uno de los argumentos habituales de su partido, Morena: que los mensajes de preocupación ciudadana contra la espiral de violencia son, en realidad, campañas de desprestigio orquestadas contra ellos por los “neoliberales”. “Cuando hay episodios de violencia e inseguridad, se llenan los medios de comunicación dando estas noticias, pero pocas veces se reconoce cuando hay trabajo serio, constante y disciplinado”, declaró la dirigente.
Todos los ojos miran ahora al CJNG, sospechoso habitual en este tipo de matanzas, y al Cártel Santa Rosa de Lima, menos mediático pero también peligroso en sus áreas de influencia. El grupo criminal se mueve principalmente en Guanajuato, uno de los Estados más violentos del país, pero utiliza Querétaro, no tan castigado por la inseguridad, como refugio donde replegarse. El foco también se ha situado sobre el Gobierno, el federal y el estatal: en menos de mes y medio con Sheinbaum como presidenta, la violencia continúa desbocada: coches bomba en Guanajuato, masacres por todo el país, Sinaloa tomada por la guerra intestina de su cártel, Chiapas amenazando con estallar en una guerra civil, alcaldes decapitados y, ahora, nueve civiles masacrados —más La Flaca, 10 personas en total—como daños colaterales en un ajuste de cuentas entre sicarios.
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