La guerra en Gaza y las banderas arcoíris: occidente como el falso paraíso ‘queer’
El nuevo nacionalismo vende la idea de que solo en las democracias como Europa, Estados Unidos, Israel o México existen derechos sexuales. Están usando los derechos de las personas gay o queer o trans para justificar las formas estructurales de violencia
Una amiga que tiene una de las galerías más importantes de México me escribió por Instagram en noviembre de 2023, respondiendo a una de mis historias que abogaba por una Palestina Libre: Palestina libre, pero de HAMÁS. Así en mayúsculas.
—¿Por qué? ¿De dónde sacas tu información?
—Y me contestó: ¡A ti te matarían!
—¿Quién? (Pregunté, tal vez entendí mal, tal vez no estábamos hablando de las mismas cosas).
—HAMÁS! Contestó en mayúsculas. Aun así, no entendí su razonamiento.
—¿Por qué?— volví a preguntar.
—Por queer!— me contestó, con signo de exclamación, como si fuera obvio…
Mas allá de la aserción tan agresiva y violenta, y de cómo me sentí, más allá de la ignorancia y la islamofobia, me sorprendió que realmente pensara eso. Y que además no fuera la única. Me asombra porque, a pesar de que vivo entre tantos mundos, culturas e idiomas, vivía creyendo que no conocía a nadie que pensara así, pero cuando se lo platiqué a mi agente literario que vive en Berlín, me dijo, de forma menos agresiva: pues sí, los estados islámicos son muy autoritarios y es ilegal.
Casi no pude creer esa conversación, entonces lo platiqué con mi terapeuta. Llevo cerca de 4 años conociéndola, ella es budista, y le confío más que a nadie. Es judía y vive en Nueva York, y me contestó que pues sí podría ser [que Hamas me matara] porque en los estados islámicos no hay tolerancia, no como en las democracias.
Me rindo.
Me gustaría compartir cómo desde mi habitar queer he entendido lo peligroso y simplista que es pensar que los estados islámicos son intolerantes a lo que entienden como queer, porque la homosexualidad es ilegal y por tanto practicar o verte como homosexual y diferente te cuesta la vida. Este pensamiento sin cuestionar asume que las democracias, como muchas en Europa, Estados Unidos, Israel o México, que se pretenden seculares y que venden una idea de “libertad” sexual y paraíso queer, es de más peligroso.
En México, en el mismo noviembre en el que tuve todas estas conversaciones, asesinaron al único magistrade no binario que haya llegado a la Suprema Corte, Ociel Baena. “Crimen Pasional”, aseguraron en los medios, pero les activistas sabían mejor: ¡Crimen pasional, mentira nacional! contestaron. La mentira nacional es la creencia que en países como México, en donde existen leyes de anti-discriminación y hasta existe el matrimonio igualitario, hay respeto por las personas LGBTIQA+. Pero sabemos que es lo contrario. En el año 2022 se registraron 87 asesinatos por crímenes de odio. Y esa cifra sabemos que no toma en cuenta todos los casos que no se denuncian (la mayoría), la cifra real está más cerca de las 200 víctimas de homicidio. ¿Entonces por qué se piensa que México es mejor que cualquier país islámico?
Estas cifras no muestran una excepción a un Estado de derecho que respeta a la población LGBTIQA+. Al contrario, estos asesinatos demuestran cómo las leyes no solo no funcionan, sino que perjudican. El activista y abogado Dean Spade ha demostrado cómo en Estados Unidos las leyes no protegen, y es casi imposible comprobar un despido por discriminación sexual o de género. Termina siendo la palabra de nosotres contra la ley, contra los que tienen el poder. Y estas leyes perjudican porque hacen creer a los políticos, a la policía y a los activistas que ya hicieron su trabajo, que podemos dejar de luchar porque tenemos leyes, pero Spade insiste en siempre preguntarnos: ¿A quién beneficia y cómo? ¿A quién perjudica? Casi siempre los más marginalizados, con menos recursos y en más precariedad no pueden ir a defenderse, no tienen propiedad que heredar o compartir en un matrimonio igualitario. La policía no nos protege, aunque tenga muchos stickers de bandera de arcoíris.
Trabajo como profesora investigadora en una universidad en el “primer mundo,” en donde jamás se pensaría en las “barbaries” con las que se describe a los países islámicos. Trabajo y vivo medio tiempo en Canadá. De hecho, Canadá y Gaza comparten la misma ley colonial británica que no ha sido derogada. Canadá y Gaza comparten las mimas leyes coloniales que criminalizan la sodomía.
En 1969, se modificaron las leyes sobre sodomía e indecencia grave en Canadá. Si las partes involucradas tienen al menos 21 años y ejercen sus “asuntos en privado” pueden llegar a ser legales. Pero la sodomía y la indecencia grave seguían siendo ilegales fuera del hogar o si tres o más personas estaban involucradas o presentes. Así, el Código Penal de Canadá siguió equiparando la homosexualidad con la conducta delictiva en muchas circunstancias. En 1987 el Código Penal derogó el delito de indecencia grave. En ese momento, la ley seguía tipificando como delito la sodomía, con exenciones (siempre que no haya más de dos personas presentes) para maridos y esposas y para dos partes que consintieran mayores de 18 años. En 2019, la edad de consentimiento para la sodomía se igualó para todos los individuos a los 16 años. En Cisjordania, la ley Jordania despenalizó y eliminó la ley colonial británica. ¿Entonces porque se piensa que Canadá es mejor que cualquier país islámico?
Canadá se conoce internacionalmente por sus derechos humanos, pero el " not with standing clause” de los gobiernos de las provincias violan los derechos de las personas queer y trans constantemente en las escuelas primarias y en las prepas, y también en el derecho a la salud y las leyes que supuestamente protegen.
Las leyes de supuesta protección a la comunidad LGBT, ni en Canadá ni en Estados Unidos, ni en ningún lugar del norte global, han garantizado, ni pueden garantizar la protección de las personas queer y trans. De hecho, en estos países la homofobia y transfobia van en aumento. En Brooklyn, Nueva York, en julio de 2023 mataron al bailarín O’Shae Sibley, un hombre gay negro, mientras hacía voguing en una estación de gasolina. Mientras llenaba el tanque de gasolina, este chico de tan solo 28 años, se divertía bailando Beyoncé con sus amigues. Un grupo de jóvenes le empezó a decir nombres derogatorios y racistas, pidiéndole que dejara de bailar hasta que por fin uno lo acribilló. Y no es ilegal en Estados Unidos bailar Beyoncé, ni ser o aparecer gay, y también es ilegal matar. Las leyes no nos protegen. La persona que mató a O’Shae Sibley no se detuvo a pensar: es ilegal matar a una persona por ser gay y negra. Las leyes no nos protegen. Y podría llenar páginas de estos casos en Estados Unidos, Canadá, México, y muchas otras “democracias”. En el mismo Estados Unidos, en muchas bibliotecas públicas están quemando cualquier libro que tenga que ver con LGBTIQ. ¿Entonces por qué se piensa que Estados Unidos es mejor que cualquier país islámico?
Estoy ejemplificando con casos específicos, y me podrían decir, son menos los casos en las democracias que en los estados islámicos, y entonces tal vez un estudio más minucioso que diera cuenta de cifras exactas nos ayudaría a entender mejor. Un estudio así es imposible porque las cifras nunca van a revelar lo más importante, lo que quiero cuestionar, que es nuestra manera de pensar; la forma tan rápida y simplista con la que se cree que existe más autoritarismo en países islámicos porque es ilegal ser homosexual. ¿De dónde sale esta creencia tan arraigada, entre personas inteligentes y que yo considero además amorosas y en las que he confiado?
Se cree que los estados islámicos, que, en Gaza, a mí HAMÁS me mataría por queer, pero este pensamiento es el más dañino y peligroso porque pensar así no solo nubla, sino que permite y se vuelve cómplice del control de los cuerpos que se ejerce dentro del imperialismo, una fase fundamental de los Estados y de las democracias para dominar. Si no vemos esto, entonces no lo podemos cambiar. Vemos al otro lado: no vayas a ningún lado islámico, Susana, porque te pueden matar. Eso no me ayuda, no me protege. Es en donde vivo donde me pueden matar, y no por vivir aquí, ni solo por ser mujer. ¿Cómo así?
La activista y académica Jabir Puar habla del “homonacionalismo”, es decir, la forma en la que la sexualidad y los derechos sexuales se han ido incorporando al proyecto de construcción de una nación, siempre en principios contradictorios que no vemos a la primera. En la política exterior y la política exterior global usamos frecuentemente los derechos de las mujeres para hablar de la “civilización” y de la libertad en las democracias. Esta civilización se contrapone al atraso inherente de los lugares del sur global y del conocido axis of evil o eje del mal. Para Puar, más que herramientas retóricas, son parte de un cambio más grande en las sociedades occidentales. La celebración de la inclusión, del matrimonio igualitario y del servicio en el ejército, viene de la mano con la masiva criminalización y la necropolítica LGBT. Estas celebraciones funcionan al mismo tiempo que se criminaliza el VIH sida, que existe una alta cifra de muerte de personas trans (En Estados Unidos y Canadá) y que las personas queer y trans solo tienen una inclusión a la nación de forma condicional.
Para Puar, desde el 2007, estamos hablando de un nuevo nacionalismo contemporáneo. Este nacionalismo requiere y utiliza los derechos sexuales como una herramienta para la política exterior internacional, al mismo tiempo que informa formas desiguales de política interna que someten a personas racializadas, marginadas e indocumentadas en Estados Unidos y Canadá, y el norte global. Este nuevo nacionalismo justifica los gastos masivos y el financiamiento de la guerra contra el terrorismo. Para justificar este contraste, los sujetos homosexuales y sus derechos se convierten en armas y son usades como tal.
Les soldades Israelís están matando y desplazando a toda una población al mismo tiempo que están mostrando con orgullo una bandera gay (ahora también a veces usan una bandera combinada de arcoíris y trans). Se toman fotos en un lugar que acaban de bombardear y matar a todos los civiles, en Gaza, sobre todo mujeres y niñes, justificando políticamente que “están liberando” a las personas LGBTQ, de Hamas. Pero, lo más seguro es que están matando a personas queer palestinas, a las mismas mujeres a las que pretenden liberar. Sus tecnologías de guerra, que además son ilegales, como el bósforo blanco, no distinguen género u orientación sexual. Es importantísimo ver esto. Usan a la población LGBT como armas políticas, y eso se llama pinkwashing. Están usando los derechos de las personas gay o queer o trans o a las mismas personas LGBTQI+ para justificar las formas estructurales de violencia. Escuchamos decir que Israel es el único lugar seguro para ser gay de todo el Medio Oriente porque es una “democracia”. Lo que parece quedar más claro es que la idea de democracia no existe. ¿Cuánta gente no ha salido a la calle en todo el mundo demandando un cese al fuego y negociación diplomática de intercambio de rehenes, aun dentro del mismo Tel Aviv, y las autoridades gubernamentales no han hecho caso? ¿Esto es la democracia representativa a la que aspiran?
Este pinkwashing o whitewashing es especialmente importante en el mundo del arte. Mientras México se convierte en la nueva capital del arte, mientras todas las miradas están aquí (además de la gentrificación y la deshumanización que vemos ocurre en las calles todos los días), especialmente el arte queer está siendo usado como arma política y de representación. Lo más triste es ver cómo se ha quedado en una estética queer, que no tiene nada de queer, especialmente nada queer les artistas que lo ejercen. No hay nada queer porque no hay una postura política (no solo en la obra, ni en el artista misme). No hay nada más que estética: que parezca transgresor, que se vea diferente, que juegue con lo tradicional de la feminidad o masculinidad. Conocemos bien el vocabulario con lo que se justifica. Pero todo se queda en la estética. Y esto es muy grave, porque al hacerlo, desde el arte y su discurso, también se está contribuyendo, como lo hace la política exterior internacional, al mito tan dañino que en ciertas “democracias” sí tenemos derechos y libertades sexuales, no solo de ser LGBT y Q, además lo podemos retar y así retar la masculinidad tradicional hegemónica en Mexico, y cambiar las tradiciones. Y no es cierto. Sylvia Wynter tal vez diría lo que tenemos que cambiar es la historia de origen.
El arte se queda solo en una estética que parezca queer o LGBT porque ahora vende. Mi objetivo no es señalar, sino dar cuenta de lo peligroso que es este pensamiento, refuerza el mito que nos tiene aquí y ahora, permitiendo que haya 1,4 millones de personas en Rafah, al sur de Gaza siendo asesinadas y sin tener a dónde ir. Y porque las personas que no hacen arte queer, pero sí son queer o trans (aunque no se distingan con esta estética tan reconocida globalmente) son parte central de cómo se ejerce el poder y cómo funciona como una forma de dominación. Sabemos que México es un estado transfeminicida. El nuevo nacionalismo vende la idea de que solo en las naciones occidentales existen derechos sexuales, que tenemos, en México, arte queer o LGBT, al mismo tiempo que reprimen y controlan a estas sexualidades y géneros más precarizados. En Estados Unidos esta idea justifica la financiación de la guerra contra el terrorismo. En México, se pretende no hay violencia contra las personas queer y trans, las que están mas precarizadas y cuyos cuerpos no son normalizados a las estructuras hegemónicas.
Sí, muchas personas que se pueden autoidentificar como de izquierda están en solidaridad con Palestina. Sabemos que esto no es sinónimo de antisemitismo. Y no es por antisemitismo que nos movilizamos contra este genocidio o se le esté “dando más prioridad que el de Sudán o el de Congo”. En mi caso, me estoy tratando de informar de todos los genocidios actuales en el mundo. Pero el apoyo (con intereses geopolíticos y económicos) de las grandes potencias hacia Israel, la velocidad con la que están acabando con toda la población, especialmente mujeres, mujeres embarazadas y niñes que nos han logrado transmitir les periodistas palestinos, está haciendo que nos movilicemos como podamos.
Es el imperialismo que ejerce la violencia sobre los cuerpos queer y trans en nombre de la nación y de la “seguridad nacional, y dentro de las supuestas democracias. Los ataques son en nuestra casa, a la autonomía del cuerpo, al aborto, a intervenciones médicas, al cuidado. Así que, amiga directora de la galería, si de verdad te importa mi seguridad y que no me maten, no es a los Estados islámicos a los que tenemos que temer, sino a nuestra propia forma de pensar.
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